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Isabela

Había pasado al menos media hora desde que el guía se había ido de nuestro salón, ya todos estábamos listos, teníamos el traje puesto. A todos se nos veía muy bien.
Mi hermano y yo esperábamos en el sofá que había en medio del lugar. Poco a poco los demás jugadores comenzaron a acercarse, no tardaron en entablar una conversación, así fue como cada uno comenzó a presentarse.
Habló el primer chico.

—Yo soy Bryan. Es un placer estar aquí. —Se presentó.
—Mi nombre es Francisco, pero pueden decirme Fran, si quieren. —Soltó una risa rápida. —Ocupo la posición número 16.
—¡Oh! Yo ocupo la número 8. —Interrumpió Bryan. —Se me olvidó decirlo antes.
—Eso es increíble, tenemos uno de los diez mejores jugadores en nuestro equipo. —Dijo Francisco.

Los demás sonrieron, era como si eso les hubiera hecho sentir más seguros.
 Me alegraba saber que teníamos hasta el momento tres jugadores entre los diez mejores, contándonos a Mateo y a mí, aunque ellos aún no lo sabían.

—Yo soy Angie, ocupo la número 41. —Se animó la primera chica.
—Ya que es turno de las chicas, sigo yo. —Dijo una alzando la mano. —Yo soy Marianela, soy la número 22. —Dijo con una sonrisa. Se veía algo tímida, pero agradable.
—Bien, yo soy Carlos. —Dijo el siguiente chico. —Mi posición es la número 30. Pero he estado intentando mejorar. —Justificó con pena.
—Tranquilo... yo soy Diana, y soy la número 34. En realidad, me ha costado llegar a esta posición, y me siento feliz de haber logrado llegar hasta aquí.

Me animé a hablar con mi equipo, así que sin pena levanté la mano, era mi turno de presentarme.

—Mi nombre es Isabela, yo soy la número cinco. —Tenía una enorme sonrisa en mi rostro.

Los demás chicos se sorprendieron, no sabía si era por el hecho de ser la número cinco, o por ocupar esa posición siendo tal vez la menor en edad entre todo el grupo. Fue lindo ver esa reacción de parte de ellos.
Estaba segura de que cuando supieran que estaban en mismo lugar que el mejor jugador de Elentroia, les iba a dar un patatús o algo parecido.

—Eso es increíble, Isabela. —Dijo el chico que no se había presentado aún, que evidentemente no era mi hermano. —Me parece sumamente conveniente que tengamos dos jugadores dentro de los diez mejores. —Su sonrisa era imperdible. —Y bien, de una vez me presento, chicos. Yo me llamo Daniel. Si bien no estoy entre los mejores diez, estoy entre los mejores 30, por lo menos. Ocupo la posición número 26.
—Oye, Daniel, me temo que ellos no son los únicos dentro del top de los mejores diez. —Habló por fin la última chica. —Hola a todos, mi nombre es Alicia, yo soy la jugadora número cuatro. —Dijo con una sonrisa muy amigable.

Mi cara de impacto era evidente. Por fin había conocido a la persona con la que tanto me había estado disputando la posición número cuatro, y que era superior a mí en muchos aspectos, razón por la que no lograba superarla.

—Por fin la conocemos. —Dijo Mateo volviendo su mirada a mí.
—Eres tú. Por fin, es un placer conocerte. No sabes lo mucho que he estado tratando de superarte. —Traté de explicar sin sonar presumida o mal educada.
—Créeme que sí he visto que me has dado cacería. —Rió. —Para mí también es un placer conocerte. —Dijo de una forma muy amigable, en realidad no se le veía para nada engreída. 
—Espero aprender muchísimo de ti. —Terminé.
—Y yo de ti, eres una muy buena jugadora. —Me guiñó el ojo.

Había otra persona en ese salón que se sentía impresionado con Alicia, no sé si por su posición en el juego, o si se trataba de otra cosa, tal vez su hermoso físico y su gran personalidad. Era más seguro irse por la segunda opción. Desde que esa chica se había sentado con nosotros en ese salón, mi hermano no le había quitado la mirada. Era poco disimulado, o tal vez se trataba de lo mucho que yo lo conocía que podía decir que sintió atracción hacia ella en ese mismo instante.
Era curioso, pues Mateo a pesar de tener una gran personalidad, no era fácil de enamorar. Era casi un milagro que se sintiera flechado casi al instante por esa chica, eso sin aún conocerla de una forma más personal. Solamente esperaba que eso no fuera una distracción a la hora de jugar. Claro, que si la situación hubiese sido al revés, y hubiese sido yo la que se hubiera fijado en alguien, seguramente sí me hubiera costado concentrarme.

Elentroia: Un Juego Peligroso [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora