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Isabela

Contemplábamos aquella misteriosa isla, la oscuridad que nos rodeaba era lo de menos. La luz de los trajes estaba activada.
Había un sentimiento de incomodidad entre nosotros, se podía decir que la palabra correcta era confusión, ninguno esperaba que el equipo Azul sufriera una baja en el castillo. Me sentía culpable, ya no me reconocía, tenía un vacío dentro de mí que odiaba con todo mi ser.

—Es una ventaja que esté oscuro, al nadar sólo hará falta desactivar el brillo de los trajes para no llamar la atención. —Explicó Mateo. —De igual forma no tengo contemplado que todos vayamos, solamente necesito a dos o tres que me acompañen.
—Yo podría ir si estás de acuerdo. —Lo miró Bryan.
—Si nos apresuramos tardaremos al menos cinco minutos en llegar, diez en investigar y otros cinco en volver. —Siguió Mateo.
—Capitán —interrumpió Carlos —, se acercan unos autos.

Todos volvimos nuestras miradas de inmediato, los autos se movían hacia nosotros. Asumimos que eran los azules al ver que hacían parpadear los focos, como queriéndonos decir algo.

—No lo mencionen. —Ordenó Mateo refiriéndose a lo que les pasó en el castillo. —Dejen que ellos hablen primero... Y está demás decirlo pero si estamos equivocados y no son los azules, estén preparados para disparar.

Los autos finalmente llegaron. La primera en bajar fue Sofía, le siguió Ricardo. Nadie saludó, solamente se hicieron un gesto con la cabeza.

—¿Qué hacen aquí? —Preguntó Sofía mientras se acercaba.
—Hay un lugar que nos llama la atención, tenemos pensado ver de qué se trata. —Respondió mi hermano. Sofía parecía no tener ni idea de qué hablaba él.

Los demás azules bajaron, todos guardaban silencio. Sebas se unió rápidamente a Ricardo y Sofía.

—Joshua está destrozado. —Sofía bajó la voz, aun así se notó estaba llena de dolor.
—Lo lamento mucho... desearía haber podido estar con ustedes y ayudar. —Mateo bajó la mirada con pena. —Jamás creí que algo así les iba a pasar.
—Era una persona reservada, aunque se le veía siempre alegre. Cuando aportaba algo era de gran ayuda... —Agregó Sofía. —Casi me matan a mí también. —Su voz se quebró por un momento.

Joshua finalmente bajó del auto, mientras se acercaba su rostro se veía lleno de ira, el brillo de su traje lo dejaba en evidencia.

—Hasta hace poco se regeneró uno de mis escudos, de no ser por Joshua no estaría aquí con ustedes. —Siguió Sofía.
—¡Es una mierda, ¿sabes?! —Joshua habló con enojo, cuando finalmente se nos unió. —¡Es una mierda prometerle a la gente que los vas a cuidar, aun sabiendo que no tienes la capacidad para controlarlo todo! ¡Es una mierda fallarle a aquellos que creen en ti! —Tenía los ojos llorosos. —Ahora ustedes son el único equipo con diez jugadores... hace menos de doce horas éramos dos los equipos así, pero todo cambió ¿¡por qué!? ¡Por un estúpido plan suicida que yo construí! Ahora somos nueve... —Miró fijamente a mi hermano.
—Nunca olvides que esto no es tu culpa. —Fue lo único que respondió Mateo.
—¿Ah no? ¿Entonces de quién? —Sus palabras iban con ironía. Supuse que era por la frustración que sentía.
—¡La culpa es de las mismas personas de siempre! —A Mateo parecía dolerle ver cómo estaba Joshua. —¡Es de los que nos encerraron en este lugar! Lo que pase o no en este aquí no es tu culpa, Joshua, ¡tú no eres el malo, eres una víctima como todos los que estamos atrapados!
—El psicópata hijo de puta de Elías está comenzando a controlar a todos en esta isla, ahora son dos equipos que se tragan esa falsa promesa de libertad que él les vende, ¿mañana cuántos van a ser? ¿A cuántos más van a matar en nombre de ese maldito? —Joshua se puso en cuclillas y finalmente rompió en llanto.

Elentroia: Un Juego Peligroso [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora