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La cabina estaba oscura, apenas lograba colarse un rayo de luz exterior, con esfuerzo nos podíamos ver las caras. El silencio era un invitado. Esperábamos el comienzo del juego.
Me sentía nerviosa, lo único en lo que podía pensar era en llegar a salvo a nuestro destino, deseaba con todo mi corazón que la Tabla estuviera lo más cerca posible, de no ser así tendríamos problemas.
Trataba con todas mis fuerzas suprimir el sentimiento de preocupación por los azules y los rojos. En ese momento solamente debía preocuparme por mi equipo, debía jugar con y para ellos, no podía darme el lujo de tener la cabeza en otro lugar.

—Debemos lograr con éxito la misión, cuando estemos refugiados... seguros, hasta ese momento pensaremos en qué haremos mañana. —Mateo habló con voz baja. —Estaré tranquilo si esta noche estamos cenando los cinco juntos. Les ruego que por favor nadie se separe del grupo en ningún momento y por nada del mundo.
—Por favor nada de buscar inmunidades. —Pidió Bryan con cierto tono de broma para alivianar la situación.

Todos incluyéndome soltamos una risa en forma de suspiro.

—Eso ya no más. —Aseguré.

Cuando finalicé de decir mis palabras la alarma sonó, en ese momento el guía presionó un botón que abrió la puerta de la cabina.

—Buena suerte, equipo Verde. —Fueron sus únicas palabras.
—Es hora, vamos. —Mateo fue el primero en ponerse en pie.

Lo primero que hicimos fue entrar en el Bosque de la Furia, nuestro objetivo era que al menos tres de nosotros estuviéramos armados, así no estaríamos del todo vulnerables en caso de encontrarnos con jugadores enemigos.
El lugar parecía estar completamente solo, tal vez los demás equipos pensaron en adentrarse más en la isla, después de todo el Bosque de la Furia ya lo habíamos conocido en el primer juego.

—Vamos, más rápido, no podemos darnos el lujo de ser los últimos en armarnos. —Mateo aceleró el paso.

Seguimos caminando tal vez un kilómetro más adentro del bosque. Encontramos una cabaña.

—Yo iré primero, me aseguraré de que esté completamente libre. —Avisó Mateo.
—Ten cuidado. —No me agradaba la idea de que fuera él solo.

Mateo activó nuevamente su yelmo —cuando encontramos la cabaña lo habíamos desactivado— y caminó cuidadosamente hacia la cabaña. Una vez dentro no tardó más de dos minutos cuando se asomó por la puerta para darnos la buena noticia de que estaba completamente despejada. De inmediato entramos con el capitán.
Comenzamos a analizar el lugar, primero la sala de estar. Notamos que había un subfusil recostado detrás de un sofá.

—Creo que lo mejor es que Mateo lleve el subfusil. No será la mejor arma, pero es lo que tenemos por ahora. —Sugirió Bryan.
—Estoy de acuerdo. —Agregó Alicia. Todos lo estuvimos, en realidad.
—Está bien. —Dijo Mateo tomando el arma.

Daniel comenzó a registrar el lugar en busca de armas, al mismo tiempo que lo hacía para confirmar si realmente Alicia tenía razón y dentro de las cabañas no había comida. Alicia no tardó en notar la doble intención al ver la cara de frustración de nuestro compañero mientras se convencía de que era cierto.

—Te lo dije. En este lugar no hay comida. —Dijo Alicia con pena en su rostro.
—Tenía la esperanza de que estuvieras equivocada. —Aseguró Daniel.
—Yo también... —Confesó Alicia.

Todos teníamos esa esperanza.

—Bryan y yo iremos a revisar arriba, Isa tú ve a la habitación que está acá abajo. Mientras, Alicia y Daniel revisen más a fondo esta sala. —Ordenó Mateo.
—Entendido. —Dije.
—Vamos. —Bryan miró a Mateo.

Ambos se dirigieron a las escaleras que estaban a su lado, yo fui a la habitación, que tampoco estaba muy lejos. La cabaña no era muy grande que se diga. Pasaron unos minutos y nuevamente hablamos, esta vez por el comunicador.

—¿Encontraron algo? —Preguntó Alicia.
—Conseguí una pistola. —Informó Mateo al equipo.
—Yo igual. —Agregó de inmediato Bryan.

Yo seguía revisando la habitación. Escuchaba como la madera crujía con los pasos que daban los chicos en el piso de arriba, por alguna razón al escuchar eso mi cerebro me hacía creer que algún enemigo estaba con nosotros, que no eran personas de mi equipo, eso era en parte bueno, me mantenía alerta, a la vez me hacía entender que la paranoia comenzaba a crecer.

—¿Isa qué tal te va? —Preguntó Mateo.
—No encuentro nada a simple vista estoy por revisar los cajones. —Después de revisar debajo de los colchones que estaban descansando en el piso, caminé hacia el armario que había en la habitación. El lugar era un desastre. —¡Bingo! Tengo un SCAR.
—Eso es genial. —Dijo Daniel.
—Seguiré buscando en los cajones del armario. —Avisé. Apenas abrí el primer cajón y encontré munición. —Chicos, aquí hay munición hasta de sobra. —En ese lugar habían más balas que las que esperaba utilizar.
—Qué gran noticia, porque Daniel y yo no tuvimos nada de suerte. —Alicia se escuchaba estresada.
—¿Ya todos buscaron en todos los lugares posibles? —Preguntó Mateo.
—Así es. —Respondió Daniel en su nombre y el de Alicia.
—Yo igual. —Agregué.

Salí de la habitación y esperé que Mateo y Bryan bajaran, aunque parecían no tener intención de hacerlo aún.

—¿A cuánto está la cabaña más cercana desde este lugar? —Preguntó el capitán.

Daniel abrió el Mapa y lo analizó unos segundos.

—Como a medio kilómetro hacia el norte. —Avisó sin mucha motivación. —Si nos dirigimos hacía allá nos estaríamos adentrando más en el bosque. Tardaríamos más en llegar al refugio.
—Tienes razón... —Se lamentó Mateo, que dejó de usar el comunicador, ya estaban bajando las escaleras. —¿Qué consideran correcto de hacer?
—La prioridad inicial era que al menos tres estuvieran armados, ya lo cumplimos. —Dijo Alicia.
—Es verdad, pero Bryan tiene una pistola, si bien es mejor que nada, podría conseguir algo mejor, al igual que ustedes podrían conseguir siquiera algo. —Argumenté.
—Isa tiene razón. —Respondió Bryan. —No soy un experto en armas, pero creo que una pistola no es lo más práctico, teniendo en cuenta que allá afuera puede que haya gente con lanzacohetes.
—¿Estás seguro que la más cercana está más adentro? —Preguntó Mateo tratando de encontrar una solución al dilema.
—Así es. —Extendió el Mapa para que todos lo viéramos.
—Mierda... —Suspiró Mateo. —Son 500 metros, un poco más, un poco menos, pero eso nos retrasará. A eso debemos sumarle el tiempo que nos estamos tomando debatiendo qué hacer.
—Oigan, ¿y si nos desviamos un poco hacia el sureste? Así podemos dar una visita rápida a las colinas a las afueras del bosque. —Sugirió Alicia que no dejaba de ver el Mapa. —Podríamos buscar en las bóvedas subterráneas que hay en ese lugar.
—¿Bóvedas? ¿De qué bóvedas hablas? —Preguntó Daniel con toda la inocencia del mundo.

Todos respondimos con una mirada de incredulidad. Parecía increíble que uno de los mejores jugadores del país no conociera ese lugar.

—¿En serio siendo el jugador número 26 no conoces ese lugar? —Preguntó Bryan con tono burlón.
—¿Qué? Obvio sí lo conozco... —notó que era el único que no lo hacía y se justificó. —Solamente estaba bromeando, por supuesto.
—Sí... claro, está bien... —Sospechó Alicia.
—Es en serio, chicos, sí sé de ese lugar. —Aseguró.
—Claro, te creemos, tú tranquilo. —Dijo Bryan. Por supuesto que nadie lo hacía.
—Si Daniel siendo el número 26 no las conocía, puede ser que otros jugadores con una posición menor desconozcan lugares o cosas que nosotros sí conocemos. —Mateo no cambió su tono serio en ningún momento.
—Vamos, capitán ¿tú también? —Preguntó Daniel apenado.
—Descuida, ya oíste a Bryan, todos te creemos. —Mateo apenas regaló una ligera sonrisa. Se veía más concentrado que nunca. —Entonces ir a ese lugar es el plan, a menos que alguno nos quiera compartir otro.
—No parece haber un plan más eficiente que este. —Dijo Bryan, quien no parecía estar del todo seguro.
—Muy bien, entonces voy a verificar que no haya nadie afuera.

Caminó hacia la puerta y la abrió lentamente, sin llamar mucho la atención. Con el subfusil apuntó a la nada, solamente en caso de tener que abrir fuego, apenas asomó la cabeza y verificó el área. Nuevamente nos miró.

—Es seguro. En marcha. —Ordenó.

Elentroia: Un Juego Peligroso [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora