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Isabella

—Eugenio, el jugador número 56, perteneciente al Equipo Naranja, ha sido eliminado. —Era la voz del comunicador.

Al darme cuenta de que no recibí ningún impacto, abrí mis ojos. El jugador del equipo Naranja estaba en el suelo, sin vida. Sentí un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, nunca en mi vida pensé que tendría que presenciar esa escena, nunca creí que llegaría a ver el cadáver sin vida de una persona mientras su sangre comenzaba a escurrirse.
El jugador que acabó con el naranja era del equipo Azul, ambos nos miramos en silencio, él bajó el arma, aunque eso no me hizo sentir más segura, nada me aseguraba que yo no sería la siguiente en su lista. Mi vida aún estaba en peligro, solamente era de esperar el momento en que decidiera atacarme.
El sujeto se quedó inmóvil un momento, logré escuchar que estaba hablando con sus compañeros, sin embargo no pude entender del todo lo que dijo. Estaba segura de que le dijo a su equipo que el jugador naranja lo atacó y por eso tuvo que acabar con él. No entendí con qué necesidad tuvo que mentirle a sus compañeros. Cuando terminó de hablar con ellos comenzó a acercarse hacia donde yo estaba. No podía huir, no podía decir nada, estaba atrapada, él tenía un arma, yo no. Podía correr con la esperanza de alcanzar las armas que se materializaron a la par del cadáver del jugador naranja en el momento de su muerte, pero era un riesgo que no me atreví a enfrentar. Mientras más se acercaba a mí, más me convencía de que era mi fin, levanté las manos con la esperanza de que tuviera piedad, con la esperanza de que me dejara vivir.
Cuando alcé mis manos en señal de rendición el sujeto vio su fusil, y, en un acto inesperado, lo desmaterializó. Cada vez me sentía más confundida, «¿no tiene intenciones de matarme?» era lo único que me preguntaba, si mi sospecha era correcta, entonces podía confirmar que me había topado con un ángel. Desactivó el yelmo, pude ver su rostro. En ese instante lo reconocí. Era el chico que conocimos mi hermano y yo en el momento en que abordamos para ir a Elentroia, el mismo que tropezó conmigo y casi hace que nos cayéramos al suelo, el mismo que idolatró a Mateo por ser el número uno, su nombre era Joshua. En ese momento sentí paz dentro de mí, sabía que él me recordaba, por algo no me había disparado, por algo me había defendido.
Conforme se acercaba, yo podía notar algo en Joshua, y era que no dejaba de ver la inmunidad que tenía en mi mano, sabía lo que el capitán del equipo Azul estaba pensando. Iba a tomar la inmunidad, me gustara o no lo iba a hacer, no había nada que yo pudiera hacer para evitar que eso pasara. Cuando estuvo a una distancia razonable me miró un segundo a los ojos y tomó la inmunidad, después de eso comenzó a irse del lugar sin decir nada. Nunca escuché su voz, no intercambiamos palabras, quería agradecerle por haberme salvado, pero no sabía qué decir, además de que las palabras no lograban salir de mi boca por el miedo que aún sentía debido a lo que recién había sucedido. Por otro lado, quería maldecirlo, pero sabía que no estaba en condiciones para hacerlo. Decidí ver el que tomara la inmunidad como una muestra de agradecimiento por lo que hizo por mí. Tomé esa decisión con la intención de no pensar en que arriesgué mi vida por esa inmunidad y la había perdido sin más.
Joshua se alejó hasta entrar nuevamente al bosque, evitó por completo ver el cadáver de Eugenio, ni siquiera tomó algo de su inventario.
Hasta que Joshua desapareció en el Bosque de la Furia fue que yo me moví de mi lugar, no quería que sintiera yo estaba haciendo algún movimiento brusco en su contra.

La voz del comunicador habló una vez más.

—Ricardo, el jugador número 62, perteneciente al Equipo Morado, ha sido eliminado. —Dijo.

Era la sexta muerte solamente en ese juego. Ya estaba cansada de eso, no quería imaginar cómo sería el resto del juego. Escuchar acerca de los jugadores muertos se volvería algo usual en el tiempo que estuviéramos jugando a esa maldita locura, eso me iba a volver loca. Me costó tragar mi propia saliva, mientras lo hacía era como si estuviera deseando que no hubiese más muertos.
Vi el cadáver de Eugenio, el jugador que minutos atrás intentó asesinarme, y a pesar de su intención, sentí dolor al verlo tirado entre las rocas, sin vida, sin oportunidad, su juego había terminado, había perdido. No era justo, no merecía eso, ninguno de los que habían perdido merecían morir.
Me acerqué lentamente al cadáver, necesitaba las armas que lo rodeaban, en ningún momento lo toqué a él, solamente tomé lo que me podría ayudar. Tenía en mi poder un fusil de asalto y un rifle pesado, guardé el rifle y conservé el fusil entre mis manos, sólo por si acaso. Al percatarme de que aún seguía cerca del cadáver, me alejé rápidamente hacia unos arbustos en los cuales me escondí.
Activé el comunicador para por fin hablar con mi equipo.

—¿Mateo, me escuchas? —Apenas podía hablar, tenía un nudo en la garganta. La situación estaba acabando conmigo.
—¡Isa! —Respondió mi hermano de inmediato. —¿Estás bien? ¿Todavía te encuentras en las cascadas? —Su voz estaba acelerada.
—Estoy bien. —Las lágrimas estaban a punto de salir de mis ojos. —Pero los necesito aquí conmigo. —Supliqué.
—Isabela, no te muevas, estamos por llegar. —Avisó Alicia.
—En dos minutos estaremos ahí. —Habló Bryan.
—Dense prisa, por favor. —Finalicé.

Cuando dejé de hablar con mi equipo abracé mis rodillas, no pude más, dejé que las lágrimas se desbordaran. Lloraba por el miedo, por el dolor, por casi haber muerto gracias a la desobediencia hacia los planes que tenía con el equipo. No quería estar más en ese lugar, deseaba que alguien nos rescatara a todos, quería en lo más profundo de mi corazón que alguien acabara con los Maestros y con todos aquellos que estuvieran involucrados en esa demencia. Las lágrimas no dejaban de bajar por mi rostro, nunca había llorado de esa manera, me sentía abrumada, con miedo, al mismo tiempo estaba enojada por sentirme de esa manera. Una y otra vez se repetía la imagen de ese sujeto apuntándome con el mismo fusil que ahora tenía en mis manos, me aterraba pensar que de no ser por Joshua, hubiera sido mi cadáver el que reposara sobre las pequeñas rocas que cubrían toda esa zona, más miedo me causaba pensar que hasta el mismo Joshua pudo haber acabado con mi vida. Quería ser fuerte, pero no lo lograba, me sentía débil, quería tener un mejor carácter para hacerle frente a todo lo que estaba sucediendo.
Escuché el sonido de las pequeñas piedras moverse por unas personas que estaban caminando en el lugar.

—¡Santo Dios! —Escuché la voz de Diana. Seguramente fue al ver el cadáver de Eugenio.
—¿En dónde estás Isabela? —Preguntó Alicia por el comunicador.

Mi equipo había llegado.
Guardé el arma y salí de mi escondite. Todos desactivaron el yelmo, la cara de felicidad de los nueve integrantes de mi equipo al verme me devolvió la paz.
Corrí a abrazar a Mateo, las lágrimas no dejaban de bajar. Todo el equipo se acercó a nosotros.

—Mateo, perdón por haberlos dejado. No debí desobedecerlos. Perdón. —Dije sin poder mirarle la cara por el abrazo que le daba.
—No llores, Isa, todo está bien ahora, lo importante es que tú estás bien. —Fue el mejor abrazo que Mateo me había dado. —¿Qué fue lo que pasó aquí? —Preguntó segundos después.
—Llegué a las cascadas —hablé después de tranquilizarme un poco —, encontré la inmunidad y ese chico estuvo a punto de matarme, estaba desarmada, no había nada que hacer, entonces apareció Joshua...
—¿Quién es Joshua? —Interrumpió Angie.
—Es un chico que Mateo y yo conocimos antes de venir aquí, el capitán del equipo Azul, el jugador número tres. Él mató al jugador naranja para salvarme. —Dije mirando el cadáver de Eugenio.
—¿Él te salvó? —Mateo estaba confundido.
—Así es. A cambio se llevó la inmunidad. —Miré el suelo decepcionada al decir esas palabras.
—Eso ya no importa, lo que importa es que no te pasó nada. —Alicia acarició mi hombro.
—Te ruego que no vuelvas a separarte así de nosotros. —Dijo Carlos.
—De verdad perdón, chicos, no volverá a pasar. —Prometí secándome las lágrimas.
—Todo está bien ahora. —Dijo Mateo con una sonrisa que logró tranquilizarme por completo. —Ahora debemos irnos de aquí, el juego termina pronto, pero necesitamos un refugio ahora que tenemos armas.
—Perdí la inmunidad, pero por lo menos conseguí armas. —Tenía una pequeña sonrisa de vergüenza.
—Bien hecho. —Dijo Mateo desacomodando un poco mi cabello.

Dejamos las cascadas para ir en busca de refugio.
Por fin me sentía segura, estaba con mi hermano, estaba con mi equipo. Solamente era cuestión de tiempo para que el primer juego terminara.

Elentroia: Un Juego Peligroso [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora