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—¡Esta es la mejor maldita agua que he probado en mi puta vida! —Decía Marcos mientras secaba su cara con su antebrazo.

Mientras caminábamos hacia el Estadio tenía un nuevo temor más allá de ser topados por otro equipo, y era que nada nos daba la garantía de que los camerinos del Estadio estuvieran abiertos, para nuestra suerte, sí lo estaban. El agua estaba en la heladera que estaba en el fondo del camerino, estaba fría, helada, mejor dicho. La sensación de estar siendo asados por el sol se fue casi de inmediato al tomar el primer trago.

—Vamos a llevarnos unas para el camino. —Dije después de tragar el agua que estaba en mi boca.
—Hay un problema con eso. Estos no son objetos que podamos materializar y no tenemos donde meterlas para llevárnoslas. —Dijo Ricardo.
—Bueno, todos tenemos manos, podemos cargarlas, no veo el problema. —Respondí ante su negativa. —En caso de tener que enfrentarnos a otro equipo es tan sencillo como soltarlas para que no estorben.
—Joshua tiene razón. —Sofía no titubeó. No dejaba de hidratarse.
—Llevaremos una cada uno, así estaremos seguros de tener una mano libre. —Informé.

Cada uno tomó una botella y salimos del camerino, ya habíamos descansado, ahora debíamos apresurar el paso para llegar a la Herrería, que estuviéramos hidratados y con energía nuevamente no significaba que el tiempo que perdimos en volver hasta ese lugar iba a regresar a nosotros.
Caminábamos por el terreno de juego hacia la salida, yo me había adelantado un poco, la idea era que yo saliera primero del lugar y así aseguraba la zona.
Volteé la mirada a mi equipo un momento.

—Debemos apresurarnos, acelerar el paso para recuperar...
—¡Cuidado! —Gritó Sofía.
—¡Joshua! —La acompañó Dayanna.

Sentí cómo tres proyectiles impactaron mi cuerpo, dos en mis costillas y uno en mi abdomen.
Mi cerebro tardó menos de un segundo en entender lo que había pasado, para mi dicha no se congeló, todo lo contrario al mirar las zonas de impacto en mi cuerpo, reaccionó, y di una orden inmediata a mi equipo.

—¡Retrocedan! —Dije materializando mi fusil.

Todos corrieron de vuelta al camerino, excepto Ricardo, que notó en el acto que yo no iba tras ellos y, en su lugar, me acompañó en la defensa. Éramos dos contra tres, los jugadores eran del equipo Naranja. Comencé a retroceder mientras les disparaba a nuestros enemigos, Ricardo avanzó hacia mí para cubrirme, nuestros disparos fueron efectivos, logramos derribar un escudo a cada uno. Contrario a eso, los disparos de los naranjas no eran certeros, solamente lograron derribar un escudo a Ricardo. Aún así sentía cómo los proyectiles pasaban cerca de mí. Era aterrador.

—Joshua, ve con el resto. —Ordenó Ricardo.
—Sí. —No dudé, era el más expuesto, el que más cerca tenía la muerte en ese lugar.
—Joshua, ¿qué mierdas? ¿¡Por qué no estás aquí!? —Sofía reaccionó con desesperación al oír a Ricardo.

Comencé a correr hacia el camerino, mientras Ricardo trataba de ponerse medio para que no pudieran apuntarme. Sofía se asomó por la puerta y comenzó a cubrirnos en nuestra retirada. Logró derribar dos escudos a un jugador, ahora éramos dos los que estábamos expuestos. De inmediato cambió el objetivo, no tenía intenciones de matarlo.
Por fin entramos en el camerino y mis compañeros cerraron la puerta. Ricardo, Sofía y Marcos buscaron si había un panel de control cerca de la puerta, como era usual en todas las puertas de Elentroia, y quizá trancarla, para que no pudieran entrar.
Me senté en el suelo, y recosté mi cabeza en la pared mientras tocaba mis costillas, el dolor era más intenso por cada escudo que eliminaban o eso parecía.

—¡Listo! —Dijo Marcos al lograr trancarla.
—Estarás bien, tienes que estar tranquilo. —Se acercó Dayanna.

Materialicé la escopeta muelle y se la di.

Elentroia: Un Juego Peligroso [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora