***
Un beso lleno de deseo. Eso era lo que se vía en en la oficina de Altagracia. Saúl devoraba con sus labios los de Altagracia como si fuera su último alimento, buscaba su lengua con desesperación, estrechaba su cuerpo junto al suyo despertando de una vez la pasión que ya no podría quedarse dormida.
Ambos tenían la respiración alterada. Ella le correspondía, no podía negárselo a sí misma, se estaba entregando. Ella supo, aunque no razonablemente que, cuando el beso empezó, se acabó el juego. Al igual que Saúl ella también devoraba sus labios y exploraba su boca con deseo deslizando sus manos en su pelo que bailaba por entre sus dedos. Él deslizó sus manos por el pelo de Altagracia hacia su espalda acortando más la distancia entre sus cuerpos llenos de añoranza, sujetándola como si pudiera mantenerla por siempre junto a él mientras ella también lo abrazó. En el encuentro de sus senos con el pecho de él, ella se sentía completa. No querían que el beso terminara, tenían ganas de más. Sin embargo, de pronto, sin previo aviso, con un rasgo de lucidez, Altagracia se soltó y se alejó, dejando a Saúl muy confundido, pero lo mismo le pasaba a ella.
_ No Saúl, esto no está bien, ¡no debimos besarnos! – Ella dijo, todavía jadeando y con una expresión de sorpresa en los ojos.
_ ¿Y por qué no? Está muy claro para mí que esta era también tu voluntad, tu también te entregaste completamente a este beso, Altagracia, eso no se puede ocultar.
_ Sí, la culpa también la tengo yo, pero eso no cambia el hecho de que fue un error, no debió haber ocurrido. – Sus palabras molestaron a Saúl.
_ ¿Culpa? – Preguntó sorprendido. – No hicimos nada malo a menos que... ¿Estás comprometida, Altagracia? ¿Estás casada?
_ No, Saúl, no es eso. Pocas cosas en la vida me han lastimado tanto como nuestra historia y la forma en que terminó. Nunca volví a confiar en los hombres y no debería abrir la puerta para que vuelva a suceder. Además...
_ No tengas miedo, Altagracia. Confía en mí, perdona nuestro pasado. – Dijo dirigiéndose a coger su mano, pero ella se la quitó. – Lo que sucedió entre nosotros fue muy fuerte, nunca lo pude olvidar y al parecer, tú tampoco. Desde que te volví a ver ayer no pude más tener paz. Todo en el mundo perdió el sentido para mí. El único momento en el que conseguí tener paz fue, cuando nuestros labios se unieron.– Sus palabras eran suplicantes.
_ Por favor, Saúl ya no soy esa jovencita a la que ilusionaste y tampoco soy ninguna tonta. Es imposible que todo esto te haya pasada con un simple reencuentro sin importancia. – Ella contestó sarcástica.
_ Sé que me hablas así por resentimiento, pero en el fondo sientes lo mismo que yo. – Él dijo con confianza.
_ No, Saúl, ¡no! Nuestra historia está en el pasado y es donde debe quedarse. Por tu bien, te aconsejo que hagas lo mismo. Olvida que me encontraste, olvídate de lo que sucedió aquí. Nuestra historia es un capítulo cerrado para mí y tú, haz lo mismo: cierra nuestra historia para evitar más dolor y sufrimiento. No es racional abrir viejas heridas. Además, el amor... – ella giró sonriendo sarcásticamente – El amor es una tontería, no comenzemos un juego sin sentido.
Saúl se sintió herido y probablemente esta era la intención de Altagracia. ¿Como era posible que ella demostrara tanto desprecio por sus sentimientos y quizá por los suyos propios? Le pareció que Altagracia creía que el amor fuera una debilidad.
Después de haber compartido un momento de intimidad como fue ese beso que había anhelado por veinte años, ¿como ella podía reaccionar así? "Tal vez yo le haya hecho mucho daño", se reprochó a sí mismo. Aún así, le dolía que ella se referira a los sentimientos que se tuvieron y de los que aún quedaban restos como un "juego".
_ Realmente estás muy diferente. – expresó Saúl. – Pero el corazón que late ahí, dentro de ti todavía es el mismo de aquella niña que tanto amé. – Dijo poniendo la mano en su propio pecho.
_ Qué bonita manera tienes de amar, ¿no?– Altagracia le atacó sonriendo sarcástica. – Si dices conocer el corazón de aquella niña ¿porque no le diste ninguna oportunidad? ¿Por qué la abandonaste? – Le reclamó dolida.
_ Por imbécil. Tal vez yo no la merecía y debido a eso he pagado un precio muy alto. Toda mi vida ha sido una oscuridad porque no solo te perdí a ti, también perdí una parte de mí. – Sus palabras estaban llenas de sinceridad, pero eso no era lo suficiente para ablandar el corazón de Altagracia tan endurecido por el dolor.
_ Has pagado... – dijo irónicamente lanzandole una sonrisa sarcástica. Esa sonrisa que lastimo a Saúl porque le recordaba sus culpas, sus debilidades que le costaban tanto afrontar.
Altagracia caminó hacia la mesa. Tomó la caja con la joya y se volvió hacia Saúl.
_ ¡Aquí tienes tu joya! Le deseo toda la felicidad del mundo a tu hija. ¡Adios!– A esa dureza Saúl también desconocía, pero era capaz de comprender.
Saúl no se movió. Sostenía la caja mientras ella se dirigía a la puerta y la abrío diciendo:
_ Vete a la mesa de Cristina. Ella ya tiene listo todo sobre la compra de la pieza. Sólo tienes que realizar el pago y podrás llevarte todo lo que has venido buscar aquí.
La miró derrotado. No se quería ir, pero no sabía qué más decirle. Tristemente empezó a caminar hacia la puerta. Cuando estaba de nuevo frente a ella y sus ojos se encontraron a una corta distancia, Saúl le dijo:
_ No fue un error. ¡Fue maravilloso! – Se declaró enamorado.
Ella no cambió la expresión, se mantuvo firme. Pero cuando él se fue, la emoción le hizo sentir que su pecho iba explotar, ella sintió que iba a llorar. Buscaba dentro de sí las respuestas, pero era un hecho: no las tenía. Al menos, no tenía las respuestas que quería. Su plan empezó como le gustaría. Se dio cuenta de que si se insinuaba para Saúl, él no se resistiria y podría convertirse en la madrastra de su hija muy pronto. Lograría su meta y finalmente, podría, por fin acercarse a Isabela y ganarse su cariño.
Al mismo tiempo, algo gritaba en su pecho y hacía que su corazón latiera con desesperación. Era algo que ella no entendía, o tal vez quería negarlo a sí misma. Ese beso que ella misma provocó, ocasionó una enorme confusión dentro de ella. Y le hizo preguntarse algo que Regina le había preguntado el día anterior: ¿Estaría ese amor vivo? Y si estuviera, que haría?
Saúl concluyó la compra de la joya completamente distraído con Cristina. Actuaba como un autómata, como si flotara. Si ya sentía que no era el mismo con ver a Altagracia el día anterior, después de besarla se sentía acorralado entre un sinfín de sensaciones, pero sabía que eran esas sensaciones que le recordaban que él estaba vivo, algo que por casi veinte años se le olvidó.
No podría más tener tranquilidad ni ser el mismo después de volver a probar el dulce sabor de sus labios y jamás podría permitir que ocurriera una sola vez. La necesitaba, estaba más que claro que quería reconquistar el amor de Altagracia.
Él sabía que era una historia complicada, que sería difícil vivir su amor en la plenitud debido a su familia, pero no se sentía capaz de renunciar a este sentimiento dos veces en la misma vida. Ese no sería el último beso que tendría de Altagracia, lucharía por volver a besarla y sentirla completamente suya.
Por su parte, a Altagracia le molestaba demasiado no tener las respuestas, sentirse confundida cuando quería convencerse a sí misma que todo esto era un plan con el único objetivo de acercarse a su hija. Se sintió sofocada en esa oficina y decidió ir con la única persona que podría ayudarla a calmar sus sentimientos y entenderse con su corazón. Decidió hablar con Regina.
***
![](https://img.wattpad.com/cover/161367179-288-k587392.jpg)
ESTÁS LEYENDO
La Socia
FanfictionAltagracia y Saúl se vuelven a ver después de 20 años. Este encuentro fue planeado y calculado por Altagracia. Él es el dueño de un prestigioso bufete de abogados, ella la dueña de una joyería muy reconocida que ahora sorprendentemente se quiere hac...