27 - No le creo a las casualidades

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Ese día Altagracia conoció un lado de su hija al que no había todavía sido presentada. Conoció su lado agresivo, hostil y incluso cruel. Así era Isabela, cuando amaba, lo hacía con una intensidad descontrolada, pero cuando se sentía amenazada, actuaba como una fiera. Tal vez por haber sido muy consentida por su padre o por la falta que la madre le había hecho. O quizá simplemente había heredado un poco del carácter de su madre.

Desde que llegó a la casa de Altagracia le lanzaba no solo palabras de agresión sino también una mirada de desprecio que la hería profundamente. Ella se había preparado para muchas situaciones desde que decidió lanzarse en aquél juego peligroso, pero no podía soportar el desprecio y agresividad por parte de Isabela. Se quedó sin saber qué hacer, tuvo dudas con respecto a sus planes y su forma de actuar con relación a la joven. En ese momento también pensó la respuesta que le daría a Saúl en la cena de la noche.

_ ¿Así que usted no va a defenderse? – Isabela volvió a retarla no sólo con las palabras si no también con la mirada – ¿No me va a decir que es lo que pretende acercándose  a mi familia?

_ Me dejaste en una situación difícil, Isabela. – Altagracia finalmente reaccionó.

_ ¿Por qué? ¿Por qué la descubrí? ¿Porque será más difícil que usted pueda seguir con sus planes después de darse cuenta que a mí no me va a poder engañar ?

_ No, no digas eso. Me pusiste en una situación difícil porque llegaste a mi casa con una sentencia dictada. Por lo que veo, para ti no importa lo que voy a decir en mi defensa, ya has hecho tu juicio.

_ ¡No quiera hacerse la víctima! – Isabela se quejó. – Sí le estoy dando la oportunidad de defenderse. Diga que es lo que pretende conmigo y mi papá. Usted está tratando de involucrarme en este juego de palabras, pero no se engañe, no soy tonta.

_ No, ya sé que eres una joven muy inteligente. Tienes una fuerza viva que brilla en tus ojos, lo noté el día que nos conocimos.

Isabela se sintió confundida. Las palabras de Altagracia a menudo le provocaban este efecto. Pero no bajó la guardia.

_ Esto probablemente es parte de sus trucos! Que le quede claro que no voy a caer en su jueguito. Desde hoy es muy claro para mí quien es la señora y lo que quiere.

_ ¿Ah, sí? – Altagracia en esta ocasión fue la que la miró desafiadora. – ¿Y que es lo que quiero Isabela? Déjame saber lo que piensas de mí ya te dije lo que yo pienso de ti.

_ Usted pretende algo malo en contra de mi familia. Por eso quiso envolverme tratando de mostrarse amable y gentil con relación a mi interés por la joyería y por lo mismo está de tras de mi papá. Es posible que desee venganza.

_ No voy a negar que me haría inmensamente feliz que pudiéramos llevarnos bien, que me dejaras acercarme a ti Isabela...

_ ¡No sueñe!

_ Bueno, eso no puedes controlar, hija. Mis esperanzas y sueños. Y en cuanto a Saúl...

_ Quiero dejar claro que hare cualquier cosa para defender a mi papá.

_ Saúl y yo tuvimos una relación en el pasado. Por lo que dijiste cuando llegaste aquí, ya lo sabes.

_ ¡Sí! Está claro para Diego y para mí que usted se metió entre nuestros padres, dañando su relación.

_ No sé cómo ha sido la relación de Saúl y Consuelo después que fui... después de salir de sus vidas. – Dijo Altagracia de manera sentida dejando otra vez confundida a la provocativa Isabela. – Pero cuando los conocí no tenían una relación que pudiera ser 'dañada'. – Destacó irónicamente – Saúl y yo no nos volvimos a ver en veinte años, Isabela y nuestro encuentro  ha sido una casualidad. ¿Crees que si tuviera alguna intención de venganza o algo parecido, yo no lo habría buscado antes?

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