38 - Inseguridad 🔞

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Rafael allí permaneció algún tiempo dudando si hacía lo que maquinaba su pensamiento al ver a Saúl y Altagracia besándose. Decidió no hacer nada. Por lo menos no inmediatamente. Los dos recién casados entraron en el coche y se dirigieron hacia su destino. Al lugar donde Saúl tenía preparado una sorpresa para su esposa. Rafael los siguió,  Saúl y Altagracia estaban tan envueltos en su felicidad que no notaron que los seguían de cerca.

Cuando el coche se detuvo en frente del hotel Altagracia miró a Saúl sonriendo:

_ ¿Este hotel? Pregunto Altagracia sonrojada.

_ ¡Este hotel! – El exclamó. – Uno de los lugares más especiales de mi vida porque aquí fui una vez muy feliz, inmensamente feliz.

_ Fue aquí... – Altagracia dijo con emoción  y timidez en su tono de voz. – fue aquí, donde por primera vez hicimos el amor.

_ Este es el regalo, mi amor. No querías un viaje de luna de miel, pero pensé que no podíamos prescindir de un momento especial cuando empezamos nuestra vida como pareja. Como marido y mujer. Dijo antes de bajar del coche e ir al lado de Altagracia abrir la puerta. Entregó las llaves al valet parking  y los dos entraron de la mano al hotel.

Rafael permaneció fuera del establecimiento reflexionando, nunca había conseguido ser feliz en la vida, la felicidad de Altagracia y Saúl era algo totalmente inaceptable para él, ellos no podían ser felices y mucho menos juntos. No fue a su casa esa noche permaneció allí, viendo hacia el hotel, llegó a solo una conclusión: "Esto no va a terminar así! Esta historia aún no llega a su final".

***

Cuando entraron en la habitación ambos sintieron que hacían un viaje en el tiempo. Había una pequeña mesa preparada con aperitivos y champán que Saúl pronto abrió para brindar por el comienzo de una nueva vida. Llenó las copas que Altagracia sostenía, sonriendo mientas los dos se lanzaban miradas llenas de deseo.

_ ¿Por qué brindamos? – Pregunto Altagracia.

_ Por el primer día del resto de nuestras vidas. Te haré feliz, Altagracia es una promesa!

Chocaron sus copas y bebieron el champán disfrutando del momento y de la compañía el uno del otro. Después de unos segundos de silencio Altagracia lo miró con ternura:

_ Aunque parezca una locura, lo creo Saúl. Creo que me vas a hacer feliz, que podremos ser felices.

Él la miró inquisitivamente y le dio un beso.

_ ¿Y qué te hace pensar que parece una locura? No es una locura, es maravilloso, ¡mi amor!

Puso la copa en el mostrador y envolvió a Altagracia con sus brazos, la besó y ella se dejó llevar. Se entregó en el beso, a las caricias, a la pasión. Él la condujo suavemente hacia la cama y dijo junto a sus labios:

_ Quiero hacerte mía esta noche. Quiero que hagamos el amor fundiendo nuestros sentimientos, volviéndonos uno solo, entreguémonos completamente al amor.

_ Yo también lo quiero. – ella dijo embriagada y con voz ahogada. – Más que quererlo, lo necesito. Necesito pertenecerte como del aire para respirar.

Saúl la miraba fijamente a los ojos.

_ Eres tú la que me hace el hombre más feliz del mundo.

_ Gracias por mostrarme que el amor puede ser bello, que está lleno de placer, alegría, de felicidad. Sólo contigo... – ahora fue ella quien tomó la iniciativa de un beso arrebatador llenando a Saúl de felicidad inmediatamente correspondió al beso con mucho amor. – Sólo contigo conocí el verdadero amor. Hazme tuya esta noche. Muéstrame otra vez que el amor es maravilloso, Saúl. Quítame todos mis miedos, cúrame las heridas como me lo prometiste.

Él no pudo resistirse a esas palabras tan llenas de deseo de la mujer que amaba profundamente y la besó. Se entregaron a besos cargados de pasión. Saúl comenzó a quitarle el vestido, con movimientos lentos, una vez despojada de él, él contemplo su cuerpo cubierto sólo por la ropa interior y le dijo:

_ Me encantas, eres hermosa!

Volvió a besarla. Altagracia ayudó a Saúl a quitarse la ropa, deslizó el saco por sus hombros en busca del piso, desabotonaba su camisa con mucha ternura, pero sin soltar sus labios. Una vez desnudo Saúl, el levantó del piso a Altagracia por los glúteos y ella envolvió con sus piernas en su cintura comenzando a sentir los estímulos de placer en su cuerpo pero sobre todo el amor que Saúl le estaba transmitiendo, quería detener el tiempo para guardar en su alma ese momento.

Saúl caminó con ella unos cuantos pasos para depositarla en la cama, inmensamente feliz de la entrega de Altagracia. Se besaban con mucho amor, desasiéndose de las barreras de la ropa interior de Altagracia para tener acceso total a su cuerpo. Disfrutaron cada uno de su sabor, de su calor compartiendo caricias íntimas y cariños que provocaba placer en el otro. Era su noche, su primera noche que compartían como esposos y la disfrutaban completamente.

Ellos consumaron su amor esa noche como nunca antes lo habían hecho. Mientras Saúl la amaba entre gemidos y espasmos que preceden al orgasmo, con voz jadeante le dedicaba palabras llenas de ternura, dejándole claro que no había mujer en el mundo que el amara y deseara  tanto como a ella.

_ Eres mía Altagracia, solo mía... – susurraba a su oído e intensificando sus movimientos de cadera.

Altagracia  sonreía ante esas palabras nublándole más sus sentidos y se escuchó decir  con dificultad y la respiración muy alterada:

_ Te amo mi amor. Te amo, Saúl. Sí soy tuya, tuya, solo tuya.

Contemplar las reacciones del cuerpo de Altagracia a sus incursiones, escuchar esas palabras de su esposa era una confirmación que los dos compartían el mismo sentimiento, estaban haciendo el amor completamente entregados a ese acto, sin inhibición alguna.

Saúl se llenó aún más de placer inexplicablemente solo ella lo podía lograr, sus envistes cada vez más rápidos y profundos hicieron que Altagracia soltara un grito alcanzando así la cúspide del placer. Minutos después él también alcanzo este punto, cayó sobre ella, cansado, pero todavía disfrutaba estar dentro de ella.

Aún exhaustos sobre la cama si miraron y Saúl la besó saliendo de ella con cuidado y cariño, se acostó a su lado contemplando cómo ella todavía estaba cansada. Su piel enrojecida por sus caricias, sus labios inflamados por sus besos. Altagracia posó su mano sobre su hombro acariciándolo e instintivamente apoyo su cabeza en su pecho. Él deslizo los dedos por su pelo y los dos disfrutaron del silencio que se posó después de su entrega. Saúl sin dejar de acariciar su cabello, dijo de una manera insegura:

_ Amor, ¿puedo preguntarte algo?

Ella levantó la cabeza para poder mirar su rostro y dijo:

_ Por supuesto que sí.

_ ¿Por qué solo dices que me amas cuando hacemos el amor?

***

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