32 - Tu palabra en contra de la mía

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_ Saúl, tú me has estado dando muchas pruebas de que yo puedo volver a confiar en tu amor. Me propusiste matrimonio, me presentaste frente a tus amigos y tus hijos como tu prometida y me estás diciendo que nunca pudiste amar a otra mujer...

_ Todo esto es muy cierto. Quiero demostrarte que realmente puedes confiar en mi amor, Altagracia. Estoy aquí, rendido delante de ti. Todo lo que quiero es hacerte feliz. Y no va a ser un berrinche de mis hijos lo que evitará que nosotros podamos concluir nuestra historia que nunca debió haber terminado. Yo fui el mejor padre posible para ellos.

_ Supongo que fue muy difícil quedarse solo con ellos tan pequeños. – Altagracia reflexionó

_ Isabela era muy pequeña cuando Consuelo murió y sufrió mucho la ausencia de su madre y todavía la sufre. Por eso yo, en cierto modo, perdono su carácter posesivo y manipulador. Diego, por estar ligeramente mayor, sufrió no sólo su ausencia sino también el trauma de esa tragedia. Además siempre supo que no soy su padre de sangre. La pérdida de su madre de la manera que ocurrió fue muy traumática para mi hijo. Creo que, dentro de las posibilidades, hice un buen trabajo con ellos. Me dediqué exclusivamente a los dos, he tenido algunas relaciones superficiales que no amenazaban con pasar a algo más serio porque mis hijos siempre han sido mi prioridad. Además, como te dije, tu amor está arraigado en mí, Altagracia. Ninguna mujer podía estar a tu altura, ninguna mujer podía despertar lo que tú has despertado en mí.

_ ¿He despertado? – Ella preguntó con una sonrisa traviesa jugando con el tiempo verbal.

_ ¡Despertaste y despiertas! Apenas puedo esperar que vuelvas a ser mía – dijo sonriendo, susurrándole al oído y amenazando con besarla.

_ No Saúl, todos nos están viendo. – Ella se alejó avergonzada mirando a su alrededor.

_ Mi amor, ¡que nos vean! Que todos sepan que te amo. ¿Quieres que lo grite aquí, delante de todos? – Amenazó sonriendo

_ No hagas eso, ¿Estás loco? Ya oíste lo que dijo Isabela. Ella piensa que estropeamos su fiesta. Si haces un escándalo como ese, seguramente me van a odiar aún más.

_ ¡Está bien! – Dijo robándole un beso – Hago esto para complacerte y porque, desde el momento en que los dos nos comprometimos, asumí conmigo mismo el compromiso de defenderte de cualquier cosa o persona, incluyendo los celos y berrinches de mis hijos. A mi lado estarás segura, Altagracia, te lo prometo.

_ Gracias – Ella sonrió y le dio un beso. – Si sigues actuando así, tan dulce y encantador no sé qué puedo... – se interrumpió porque se dio cuenta que estaba actuando muy tierna con él.

_ Por supuesto que voy a seguir actuando así, Altagracia. ¡Te quiero! ¡Te amo! Quiero hacerte feliz, quiero que seas mi mujer para toda la vida. Y yo me encargaré de eso. Te lo dije, mi amor, yo sanaré tus heridas.

Él le acarició una mejilla y la besó muy tiernamente De hecho, todo el mundo en el salón observaba a la pareja enamorada que acababa de anunciar su compromiso.

_ ¿Seguro que realmente quieres hacer frente a todo esto? ¿Asumir las consecuencias de lo que significará estar conmigo?

_ A mí sólo me importas ¡tú! Amo a mis hijos, Altagracia, pero son adultos y tendrán que aceptar que la única cosa que estoy haciendo, que estamos haciendo, es luchar por la felicidad y esto no puede y no debe de ser un problema para nadie. A su momento también lo harán ellos y yo los apoyaré.

_ Es eso, Saúl. Luchar por la felicidad aunque durante tanto tiempo yo viví escéptica de ella.

_ ¿Lo ves? – Preguntó sonriendo travieso y sosteniendo su barbilla – He empezado a sanar tus heridas, fui capaz de ayudarte a que volvieras a creer que la felicidad es posible.

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