7 - Una fracción de segundos

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_ Así que, es esto, tío? Por la posibilidad de contar con el dinero más rápido, no vas esperar a mi papá? – Diego lo recriminó.

_ Diego, no tiene caso. –  dijo Saúl. – Muy bien, Rafael, si eso es lo que quieres, no voy a insistir más. Como tú mismo lo has dicho, lo único que requeriría es una mayor adaptación al nuevo socio no traeria grandes cambios. Lo único que pido, es que no le vendas todo el 50% de las acciones para que el nuevo socio tenga una participación minoritaria.

_ No pensaba hacerlo. – justificó el avaro. – No lo haré por nuestra amistad. Casi termino de preparar los documentos que pasarán 5% de mis acciones para el nombre de Isabelita.

_ ¿Isabela? – Saúl no pudo creerlo.

_ Sí, tu hija. Y no quiero que me pagues por ellas. – Rafael dijo de manera muy firme.

_ Tío, lo siento, pero ahora has dicho algo imposible de tomar en serio. ¿Estás donando una parte de esta empresa a mi hermana? ¿DONANDO? – Diego preguntó sorprendido.

_ Sí, no sé por qué se sorprenden. – Rafael se hizo el desentendido. – Está cerca su cumpleaños dieciocho y yo había pensado en darle este regalo desde el momento en que empezé a planer retirarme y vender mi parte de la empresa. Sabes que no tengo familia y siento la tuya, Saúl un poco como la mía. Siento a tus hijos un poco míos, especialmente, Isabelita.

_ Ya lo sé, pero tienes que entender la sorpresa de Diego. No sólo para él, también para mí es extraño verte dar algo a alguien, aunque sea una persona que quieres.

_ Pero no se diga más. – Rafael puso un punto final. – Ya estás de acuerdo que se venda mi parte de la empresa y mañana me encuentro con Daniel Llamas para conocer su propuesta para el 45% de las acciones. Los documentos estarán listos mañana mismo. Los llevaré a su casa para recoger la firma de Isabelita y ella se convertirá en una de las dueñas de este bufete.

Saúl y Diego se vieron el uno al otro. No era lo que se esperaban, pero nada podían hacer. El bufete también pertenecía a Rafael y él tenía derecho a disponer de él conforme su voluntad. Ya era casi un hecho: el bufete tendría un nuevo socio.

***

Altagracia caminaba por el piso superior de la galería de su tienda, cuando se sorprendió al ver a alguien abajo, en donde se exponía las piezas en venta. ¡Era él! Llamó a Marcia, su gerente que terminaba de subir a la planta superior en donde estaban las oficinas, de donde observaba toda la tienda.

_ Marcia, ¿sabes quién es ese hombre hablando con Karina?

_ Es un cliente, por lo que recuerdo, nunca ha estado aquí. Alcancé escuchar parte de la conversación, parece que tiente interés en una joya como regalo para el cumpleaños de su hija.

_ Gracias, Marcia, puedes irte. Sigue trabajando.

Quería ir a su oficina para verse en el espejo y confirmar si estaba bien, pero tenía miedo de que Saúl pudiera irse y una oportunidad como esa no volviera a presentarse. Ella empezó a bajar las escaleras con confianza, su corazón parecía que iba a salirse de su pecho. "No Altagracia, nada de temor en este momento, tienes que confiar en ti misma, sabes que es lo que quieres", – dijo para sí misma al llegar a la planta baja y comenzar a acercarse a Karina y a Saúl.

_ Hola Karina. Buenas tardes señor, le puedo ayudar en su elección?

En el mismo instante. Saúl se estremeció de la cabeza a los pies, era su voz, ¡su voz! Se volteó y la miró a los ojos asombrado:

_ ¿Altagracia? – La voz le salió entrecortada.

_ ¡Saúl! – fingió sorpresa. – Después de tanto tiempo, los dos frente a frente otra vez. – Contestó con una sorprendente seguridad.

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