39 - Entre dos vidas

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Altagracia no pudo seguir mirándolo  de frente y se quedó observándolo de reojo. Su cuerpo todavía evidenciaba cansancio por haber tenido un orgasmo recientemente, tal como el cuerpo de Saúl también seguía con las secuelas  del momento de entrega al amor que los dos habían tenido, pero las mayores marcas eran en el alma. La pasión pulsa en las venas después de hacer el amor con alguien de quien se está enamorado y Saúl y Altagracia eran el reflejo del amor.

Ella suspiró fuerte para controlar la respiración, pero también para intentar poner en orden y calmar sus emociones, pensamientos y sentimientos, totalmente desordenadas y afectadas por la boda, la entrega y ahora por esa pregunta. Altagracia ya estaba conforme de que ese amor no terminaría bien, pero ya no podría abandonar la ilusión que él le hacía sentir. Por mucho que tratara de ocultar sus sentimientos cuando estaba con Saúl, su emoción la traicionaba, era inevitable.

Por algunos instantes trató de encontrar las palabras para dejarle claro a Saúl porque actuaba de esa manera. Pero, ¿cómo explicarle lo que ni siquiera ella podía entender?

_ No tienes que tener miedo al hablar abiertamente conmigo, Altagracia. - Él, siempre muy comprensivo, dijo mientras acariciaba su pelo  y la espalda de ella.

_ No es miedo o recelo. – Ella se justificó sin siquiera convencerse a sí misma porque sí, era mucho de eso.

Temía delatarse al entregarse. Altagracia tenía una ineficaz ambición de detener el control de las cosas. Por mucho que Saúl y ella ya se hubiesen amado en el pasado, ella todavía no había comprendido que el amor es una fuerza imposible de dominarla racionalmente. Si por ella fuera, nunca habría admitido a Saúl que lo amaba porque, ¿cómo podría amarlo si su corazón estaba lleno de dudas sobre el pasado de los dos? ¿Si en los casi veinte años que estuvieron separados, no sabía lo que habría hecho, el tipo de vida que había llevado, el tipo de persona que había sido? ¿Si, por mucho que lo intentara, le era muy difícil perdonarlo por su incredulidad en el momento de su detención?

Y así como ella no sabía cuánto Saúl había cambiado de aquel muchacho que había amado tan desprotegida e intensamente, Altagracia sabía muy bien que ella era una mujer muy diferente ahora. Creía que necesitaba construir algunas barreras para protegerse, para evitar volver a sentir ese sufrimiento del pasado y que entre más se involucraba en esa historia con Saúl, más se daba cuenta que el pasado no había quedado atrás.

_ ¿Es por el pasado? ¿Es por eso que te da miedo? ¿Todavía guardas rencor hacia mí? ¿No estás segura de que me amas? – Saúl la llenó de preguntas a Altagracia, estaba afligido por conocer sus sentimientos por alguna respuesta que podrían surgir. Quería hacerla feliz por lo tanto necesitaba saber todo lo que estaba ocurriendo dentro de ella. Aunque fuera poco a poco, aunque que ella no pudiera hacerlo de una vez, él lucharía para desentrañar los misterios del corazón de la mujer que amaba.

_ Es un poco de todo, Saúl. –  estaba sorprendida por la forma en que él parecía conocer lo que estaba pensando y sintiendo, todas sus dudas.

_ No sabes lo feliz que me haces al escucharte decir que me amas. Es maravilloso, porque sé que no lo dirías si no lo sintieras de verdad... – dijo acariciando tiernamente el rostro de Altagracia. Ella en un gesto de confirmación escondió su cara en el pecho de Saúl y dijo con voz firme pero cariñosa.

_ No, yo nunca lo diría si no fuera cierto, recuérdalo siempre. La verdad es que yo nunca se lo he dicho a ningún otro hombre. – Altagracia le contó con total sinceridad. – Pero no es fácil para mí decirte después de todo, Saúl.

_ ¿Que es "todo", Altagracia? ¿A que todo te refieres? ¿A todo lo que nos pasó, hace más de veinte años, o a todo lo que ha sucedido en el corto tiempo en que nos hemos vuelto a encontrar? – Preguntó.

_ ¿Es posible separarlos? – Ella lo encaró. – En ambas ocasiones, aunque en distinto tiempo y nosotros no seamos los mismos, hemos vivido entre estas "dos" historias, toda una vida cabe en estos veinte años, Saúl. A pesar de todo esto, no se puede separar las cosas. Tengo dentro de mí recuerdos de ese momento, de la forma en que me dejaste, no me creíste, te casaste con otra tan pronto, luego de haberme prometido que íbamos a vivir ese hermoso amor toda la vida.

_ Sí, te fallé gravemente. – Reconoció bajando los ojos. – Pero tenemos una nueva oportunidad en esta vida de ahora en adelante para vivir juntos Altagracia. Todavía puedo y quiero cumplir aquella promesa.

_ No Saúl, ¡no puedes! – Se levantó rápidamente de su pecho donde estaba anidada desde que hicieron el amor, sentándose en la cama dándole la espalda y cubriendo parte de su cuerpo con la sábana. – ¡A esa promesa tú ya no la puedes cumplir! Como te dije, la vida que me prometiste, ya no puedes dármela. En los 20 años que estuvimos separados tú y yo vivimos otra vida, nos convertimos en personas diferentes y tú no me cumpliste, no cumpliste con estar a mi lado, con cuidarme. Las promesas que me hiciste quedaron a un lado, me dejaste sola en esa cárcel para que el imbécil ese se acercara,  se ganara mi confianza y... – cortó las palabras asustada mientras las lágrimas corrían desde sus ojos.

_ Perdóname Altagracia, perdóname. – Él le suplicó sosteniendo sus hombros desde atrás y algo confundido por sus palabras. – Perdóname por el daño que te causé en el pasado, por hacerte llorar ahora recordándolo  y... y por haberte fallado. Por dejar de cumplir mis promesas, por no estar allí para protegerte.

_ Oh, Saúl... – dijo volviéndose hacia él abrazándolo de nuevo  posándose en sus brazos. Ahí se quedó confortada y lloró tratando de borrar los recuerdos.

_ Hoy es nuestra noche de bodas, mi amor. – Él dijo abrazando la más fuerte – Perdóname por hacerte llorar. Tienes razón, no podemos volver atrás en el tiempo y recuperar esa vida que soñamos y no pudo ser por... por mi culpa. Pero podemos construir una nueva, tan solo tienes que querer, sólo tienes que permitirlo. Entre nosotros será todo como quieras.

_ Tal vez... – dijo apartándose un poco de su pecho y mirándolo a los ojos – Tal vez yo no pueda tan fácilmente decirte lo que tú quieres oír, que... que te quiero... que te amo. – Dijo ella con intensa dificultad a la que él pudo notar.

_ Bueno – Saúl la miró de esa manera pícara – yo conozco una manera de hacer que digas que me amas. –  Altagracia se mordió levemente el labio inferior mientras lo escuchaba.

_ Saúl acabamos de...

_ ¿Eso es un problema para ti? – Saúl la cortó acercándose a ella y ligeramente empezando a besarla en la frente.

Besó cada uno de sus ojos y luego se deslizó hacia su boca deteniéndose un momento en un beso profundo, se desvió hacia la oreja el mordió suavemente el lóbulo y le dijo:

_ Te amo, mi vida.

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