34 - Confía en mí (+18) 🔞

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Saúl sonrió victorioso. No sólo por la respuesta positiva que había dado a su desesperado anhelo de hacer el amor con ella, sino porque, por primera vez después de más de veinte años, ella también reconoció que lo amaba aunque tímidamente.

La tomó en un beso aún más apasionado y desesperado, mordisqueando a sus labios y jugando con su lengua mientras la música se convertía en testigo de la entrega que estaba empezando a suceder.

Saúl la tomó en sus brazos y la llevó hacia la habitación que él aún no conocía, ella sonreía y le mostraba el camino. La declaración de que ella lo quería y que deseaba ser suya causó aún más excitación en Saúl.

Tenía urgencia de poseerla, pero al mismo tiempo, quería disfrutar cada instante de ese momento, hacerlo único. Altagracia sabía lo que estaba haciendo. Sabía que sus temores no provenían de un único lugar o evento, pero si había decidido a arriesgarse era necesario entregarse por entero.

Además, no podía seguirlo negando, ella también lo quería. Quería entregarse a Saúl, lo amaba. Quería hacerlo feliz, devolverle parte de esa pasión que él estaba despertando en ella, aunque su acercamiento había sido por otro tipo de interés. Ahora sentía que estaba atrapada en su propia trampa inevitablemente porque quería vivir ese amor a pesar de todo lo que conllevaría.

Cuando llegaron a la habitación, Saúl puso Altagracia en el suelo y ambos se miraron anhelosos. Altagracia se mordió el labio inferior cuando se dio cuenta de que Saúl la desnudaba con la mirada lo que la dejó excitada y sonrojada. Él se acercó un poco más a ella y le acarició el rostro antes de volver a besarla.

Mientras la besaba desabrochaba los botones de atrás su vestido, deslizando la tela suave con las manos, descubriendo los hombros y besándolos en un acto de adoración. Luego dejó caer por completo el vestido hacia el suelo dejándola solo en ropa interior.

Saúl le dedicó una mirada aún más cargada de deseo, haciendo que la excitación en ambos creciera, ella comenzó a desabrocharle la camisa sonriendo seductoramente y dándole pequeños besos, deslizaba sus manos sobre su pecho sintiendo el calor bajo su piel, luego dirigió su mano hacia el pantalón, en poco tiempo los dos quedaron competente desnudos él de nuevo la tomó en sus brazos para depositarla la sobre la cama, sin dejar de besarse.

_ Saúl yo... – dijo Altagracia sobre sus labios.

_ No tengas miedo, mi amor. Voy a volver a mostrarte que el amor no duele, que el amor es bonito. Confía en mí. – pidió Saúl mirándola directamente a sus hojas.

_ Confío en ti! – respondió Altagracia envolviendo su cuello con sus brazos y recibiendo su boca en la suya complaciéndose en un desesperado beso de amor, delicado pero apasionado, disfrutando el sabor de su boca.

Él la acariciaba centímetro a centímetro como queriendo recordar lo que un día fue de él. Altagracia suspiraba por cada caricia, Saúl siguió deslizando su mano hasta la intimidad de Altagracia, ella se quiso apartar un poco pero el no se lo permitió.

_ Confía en mí! – le repitió en un susurro.

Altagracia entonces pudo relajarse y Saúl continuó con su labor en su feminidad, logrando que todo su cuerpo se arqueara recibiendo tan íntimas caricias, ella comenzara a tener sensaciones que iban más allá de la emoción que provenían del deseo. Ella cerró los ojos agarrando fuertemente la sábana con ambas manos y abrió sus ojos para mirarlo firme como si le invitara a seguir.

Saúl se sintió satisfecho ante aquella mirada, supo que le estaba dando mucho placer a su Altagracia a su amor, ese gesto lo aventó aún más. La espera le está resultando muy dolorosa pero aun así siguió avivando el placer de ella con su mano. Con la intensificación de los estímulos Altagracia reaccionó gimiendo fuerte.

_ Aaaaahhh – ella dijo inclinando la cabeza hacia atrás.

Saúl creyó que le hacia daño y se detuvo preocupado y le preguntó:

_ ¿Estás bien? ¿Quieres que me detenga?

Ella lo miró fijamente a los ojos, llena de deseo, su visión parecía nubla.

_ No, no te detengas, por favor! – Jadeaba Altagracia – Hazme tuya, Saúl! Quiero ser tuya! – Ella le rogó.

Saúl, se deleitaba con su pecho, succionando su pezón con la boca y masajeando el otro con su mano, haciendo que el deseo y el anhelo de Altagracia por ser suya aumentaran. Ella arqueaba su cuerpo y gemía dejando a Saúl satisfecho por el placer que le daba. Él se acomodó sobre su cuerpo separando sus muslos y levemente empezó a penetrarla. Cuando ella lo sintió deslizándose dentro de ella, Altagracia perdió totalmente el control de su cuerpo y solo pudo acompañarlo en eses movimientos deseosos. Altagracia soltó un grito que fue ahogado por los labios de Saúl.

Él se detuvo un momento para que Altagracia pudiera acostumbrarse a esa sensación, ella lo sostenía por los hombros fuertemente mientras él seguía entrando aún más profundo en un vaivén de caderas, acomodándose cada uno al ritmo del otro, sus respiraciones se aceleraban más, Altagracia gemía, jadeando llena de placer. Con la intensificación del ritmo, los dos estaban muy cerca del clímax, Altagracia abrazó por el cuello a Saúl buscando un punto donde sostenerse y acercándolo aun más a su boca para profundizar sus besos. Se separó un poco de su boca para tomar aire, mientras soltó unas palabras Altagracia:

_ Mi amor... ah... mi amor.

Oírle decir esas palabras llenó de gozo a Saúl haciendo que aumentara las embestidas, si es que podía ser posible. Altagracia sentía todo su cuerpo contraerse a causa de los espasmos provocados por el inminente orgasmo que se avecinaba, ella lo recibió con un profundo gemido llenando los oídos de Saúl, mientras trataba de recuperar el ritmo de la respiración. Saúl también alcanzó la cima, antes de dejarse caer sobre ella dijo:

_ Te amo, Altagracia. Te amo. – Y volvió a besarla apasionadamente devorando sus labios.

Él se bajó de su cuerpo y se coloco a su lado, frente a ella, mirándola con gran ternura sin decir nada.

_ Tenías razón. – ella cortó el silencio con una leve sonrisa todavía jadeando.

_ ¿En qué? – Le preguntó Saúl mientras acariciaba su pelo mirándola o más bien contemplándola y admirando su belleza que se había vuelto más intensa con los años.

_ Sobre tener sexo con amor. Sólo contigo, Saúl. Sólo contigo he experimentado esta sensación maravillosa. Jamás lo olvidé.

_ Te amo – dijo, casi en un susurro. – No hay nada que olvidar entre nosotros, Altagracia. Imaginemos que nuestra historia apenas comienza ahora. Tenemos toda una vida por delante. ¡Seamos felices! Déjame hacerte feliz.

Al oír esas palabras, Altagracia sintió una profunda tristeza, no pudo evitarlo. En seguida llegó a su mente la verdadera razón por la cual se acercó a él y no era precisamente vivir un amor, buscar la felicidad, sino solo recuperar a su hija.

Analizó lo que sentiría si después de haberse entregado a Saúl se enterara que el tuvo que ver en la desaparición de su hija que él fuera uno de los culpables de no haber visto crecer a su hija de no tenerla a su lado. Y si el no fuera culpable, nada le garantizaría que al descubrirse la verdad el siguiera a su lado.

La invadió una sensación de temor de perderlo todo, ¿Que final tendría esa historia? Se preguntó Altagracia. Cuando ya no pudo más con la sensación de tristeza e incertidumbre se giró dándole la espalda a Saúl. Él se sorprendió por tal actitud, se acercó a ella acuñando su cuerpo junto al suyo. Al escucharla sollozar, levantó su tronco y la cabeza girando su barbilla para verla a la cara. Le preguntó con ternura y un poco herido:

_ ¿Por qué lloras?

_ Yo... yo no sé Saúl ¡No es nada!

_ ¿No lo sabes? ¿No es nada? Estas no son respuestas, Altagracia. Acabamos de hacer el amor, tuvimos un momento de intimidad maravilloso, y tú estás llorando. Dime lo que está pasando, ¿por qué lloras? ¿Te arrepientes, Altagracia?

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