43 - La decisión

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Isabela la miró con superioridad como desafiando a Altagracia, siempre lo hacía, Altagracia ya se había acostumbrado a esa mirada. Diego y Saúl observaban a las dos como asistiendo un duelo de mujeres esperando lo que iba suceder. Isabela finalmente dijo la condición que impondría para trabajar con Altagracia en la organización de los últimos detalles del evento de lanzamiento de la nueva colección de la joyería Sandoval al día siguiente:

_ Realmente aprecio la invitación que me estás haciendo. – Aunque agradeciendo, no perdía el aire imponente. – Independientemente de las diferencias que podamos tener, nunca voy a dejar de reconocer que tu joyería es una de las mejore y más importantes del país y trabajar en la organización de tal evento será sin duda importante para mi carrera.

_ Precisamente, Isabela. – Saúl intervino en la conversación. – Altagracia te está ofreciendo una gran oportunidad y sería mucha descortesía de tu parte seguir comportándote como si estuvieras haciéndole un favor al aceptar y no al revés. – Regañó a su hija por no deshacer su postura imponente.

_ Y por supuesto que voy a pagarte por el trabajo que realices, Isabela. Va a ser muy importante para mí que trabajes conmigo, eres una futura joyera que admiro desde el momento que te conocí y me gusta mucho tener cerca jóvenes que piensan como tú para tener en cuenta el futuro del mercado. – Explicó Altagracia volviendo a justificar los motivos de la invitación.

Isabela siempre le hacía mostrar su lado débil, dejando a un lado a la mujer segura en que se había convertido, volviéndola muy vulnerable y era algo que a Altagracia no le gustaba sentir. El cariño y el respeto de la joven eran lo único que más quería tener y lucharía con lo que fuera por ello. Por este cariño, había permitido tirar una barrera que había levantado y que creía jamás se derrumbaría, la barrera del amor. Sin la completa confianza y sin certeza de nada, como casi siempre es el amor, se estaba echando hacia acantilado del sentimiento que aún tenía vivo por Saúl. Y ella sabía, era consciente de que todo era por Isabela. "Pero ella lo vale!" Se dijo a sí misma.

_ Sí, ya he dicho que no hay necesidad de justificarte. – Isabela respondió sin perder el orgullo a pesar de que había sido reprendida. – Acepto tu invitación con esta condición: que me pagues lo justo por mi trabajo.

_ No pensaba de otra manera.

_ No quiero recibir ningún privilegio o trato especial por nuestro... parentesco. Quiero recibir sólo el justo y ser tratada como cualquier empleado. ¿Será así? – Preguntó.

_ ¡Por supuesto! – Altagracia aceptó de inmediato. Obviamente no le daría oportunidad a la joven a cambiar de opinión y rechazara la invitación que representaba para ella una oportunidad única de estar cerca de su hija y tal vez lograr despertar algún tipo de sentimiento hacia ella.

_ Entonces, ¿a qué horas debo llegar a la joyería?

_ Vamos a empezar toda la preparación a las 9 am.

_ Allí estaré , no voy a llegar tarde. – se comprometió Isabela antes de levantarse de la mesa y salir sin decir más.

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_ Me alegro de que me hayas invitado a almorzar, amiga. Tenemos mucho de qué hablar. – saludó Regina a Altagracia con su manera apresurada que era tan característica cuando se reunían.

_ Yo también necesito mucho hablar contigo, Regina. – Dijo un poco angustiada. – Ya sabes...

_ Sí, Altagracia. Ya sé que hay cosas en tu vida que solo aclaras bien cuando hablas conmigo, y yo también. – Dijo sonriendo sosteniendo la mano de Altagracia.

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