67 - Enfrentamiento final

560 56 34
                                    

***
Era como si Altagracia volviera a vivir esos momentos de desesperación del día en el que Rafael supuestamente fue a su casa para hablar sobre el final de su expediente judicial, como "amigo" ¿Cómo ella iba a sospechar del hombre que había ayudado? Quién había confiado en su inocencia y se ofrecido a defenderla. Trató de escapar, trató de evitar cuando él comenzó con sus insinuaciones, pero Rafael era el tipo de hombre que ve a las mujeres sólo como objetos sexuales, era como si no la escuchara.

Hizo caso omiso de cada una de sus negativas, de su llanto, de sus gritos, de la desesperación que sentía. Y incluso le gritaba palabras de ofensa a ella haciéndola sentir aún más repulsión. Un asco y una repulsión que sólo se siente cuando un hombre destruye su dignidad para satisfacer sus instintos sexuales.

Él rozaba el arma en su cara, mientras ella permanecía paralizada aterrorizada. Ella le miró hacia la pistola y la desesperación la hizo tomar valor y correr hacia la puerta. Ella sabía que él podía disparar, pero no le importaba. Tuvo tiempo de quitar llave a la puerta y hacer mención de salir cuando él la detuvo tomándola del cabello.

_ ¿No tienes miedo de que te mate? – Le preguntó forzando la pistola contra su frente.

_ ¡No! – Ella gritó tomada por esa sensación de asco y repulsión. – Yo prefiero que me mates. ¿Me vas a matar si no permito que me toques? ¡Entonces hazlo! ¡Hazlo de una maldita vez Rafael! – Ella gritó de nuevo. – Prefiero morir, prefiero que me dispares a volver a ser violada por ti, al simple hecho de que me toques. ¡Me das asco! – Altagracia escupió en su cara.

Él la tiró en el sofá y se sentó encima de ella mirándola de una manera aterradora.

_ No... la muerte no, sería un desperdicio. Un monumento de mujer como tú, muerta sería inútil, no podría disfrutarte como deseo, pero viva... – No quitaba la expresión de cinismo mientras la aterrorizaba. – No vas a impedirlo, Altagracia. No lo evitarás porque no puedes. No lo evitarás por dos razones: Yo soy mucho más fuerte que tú y ¡tú lo deseas! Yo puedo ver como lo deseas, te mueres para que yo te haga mía como un verdadero hombre, no como el tonto de Saúl.

_ Maldito, bastardo de mierda, eres un infeliz que tiene que usar la fuerza para tener a una mujer, eres tan poco hombre una basura ¡déjame! No puedes compararte con Saúl, él, él  si es un hombre – Ella le gritaba mientras él, entre negativas y  uñadas, puso la pistola sobre la mesa de café riéndose de sus palabras.

_ Nada de lo que digas hará que te suelte, ¡nada! – Gritó Rafael.

Con su cuerpo él la sujetó contra el sofá sentándose sobre ella y por mucho que ella trataba, no podía moverse de la cintura para abajo. Con una mano él sujetaba las dos de Altagracia sin mucha dificultad, por más que ella luchaba desesperadamente, y con la otra empezó a desabrochar la blusa de ella. Altagracia lloraba peleando para escaparse.

Luchaba con toda su fuerza y todo lo que poseía para desprenderse y no lo lograba, había dicho la verdad: preferiría morir antes de volver a ser violada por Rafael.

***

Por unos momentos Saúl se quedó en esa ventana pensando en su historia con Altagracia. En su detención en los años en que estuvieron separados. No se dio cuenta cuando Isabela se le acercó. Todavía tenía los ojos rojos e hinchados por el llanto y mucha confusión en el pecho.

_ ¿Y Altagracia?

_ ¡Hija! Me alegro de que hayas salido de la habitación. Altagracia acabó de irse a su casa.

_ Pensé que iba a quedarse... – dijo Isabela.

_ ¿Hablas por ti? – Preguntó Saúl.

_ No, ¡por ti!

La SociaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora