29 - Planes románticos

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Altagracia y Saúl tuvieron una cena muy romántica. Altagracia se dio cuenta de que él había cuidado cada detalle y se sorprendió porque tuvo poco tiempo para preparar todo. No cabía duda, él estaba completamente rendido a sus pies como ella quería, como lo había planeado. En aquél momento su plan le daba miedo al darse cuenta de que él haría todo por ella. Sintió una cierta presión en el corazón al pensar si estaba actuando correctamente con Saúl, quisiera no tener que lastimarlo.

A pesar de todo lo que él le "debía", para Altagracia era complicado utilizar a Saúl de esa manera, sobre todo después de que ella se había dado cuenta de que aún guardaba sentimientos vivos por él y que tal vez eran más fuertes de lo que podría manejar. De cierto modo le dolía hacerle daño. ¿Y si realmente fuera amor, como se libraría de ese lío al que se estaba adentrando? ¿Él sería capaz de perdonarla, al descubrir todo? ¿Y si él tenía realmente culpa en la desaparición de su hija? Habían tantas, pero tantas preguntas revoloteando en su mente.

La única conclusión a la que pudo llegar en esa cena romántica cuidadosamente preparada para encantarla, es, que fue su elección desde ese momento vivir con esas dudas y buscar la mejor manera de solucionarlas, quizá día a día.

_ Si yo hubiera sabido que con una propuesta de matrimonio dejaría a tu corazón más receptivo hacia mí, lo habría hecho antes. – Saúl dijo sonriente sosteniendo su mano y mirándola románticamente.

_ ¿Antes? – Altagracia se quedó sorprendida – Hace poco más de una semana desde que nos reunimos de nuevo.

_ No, mi amor, es mucho tiempo, mucho tiempo el que hemos estado separados. Yo debería de haber ido de tras de ti, si supieras cómo tu ausencia me afligió todos estos años...

_ Cuando hablas así no sé... Saúl, si tanto me echaste de menos, si me amabas tanto como dices y cómo... como me estás demostrando ¿por qué te casaste tan rápido con Consuelo?

_ Te lo dije Altagracia, porque fue un imbécil. Y también por desesperación, desconcierto, yo estaba totalmente perdido sin ti. Tú eras mi piso, mi brújula y sin ti, me quedé perdido y sin dirección. Y sólo no me mantuve a flote por todo el tiempo de mi vida porque estaban mis hijos. Pero jamás pude amar de nuevo y entregarle mi corazón a otra mujer. Parecía que entre más el tiempo pasaba, más te añoraba, más te anhelaba  y este amor crecía.

Altagracia bajó los ojos, tenía dificultades para ver el pasado y imaginarse todo lo que fue su vida sin él, su vida después del abandono de Saúl. Él le acarició el rostro y lo levantó sosteniendo su barbilla.

_ ¿No me crees, mi amor?

_ No es eso. – Ella respondió triste – es que me es difícil pensar en el pasado. Tú has tenido una vida muy difícil después de que nos separamos, me imagino que fue difícil haber criado a tus hijos solo después que Consuelo  murió de esa manera, pero mi vida...

_ ¿También sufriste mucho, Altagracia? ¿Qué te pasó? – Él interrumpió, sosteniendo su mano derecha entre las suyas.

_ Es eso lo que me es difícil, Saúl. Hablar sobre todo lo que me pasó. Yo no puedo, no quiero. Temo que con hablarte de ello, terminaré por revivir todos esos sentimientos que tanto me han lastimado a lo largo de los años.

_ No te preocupes, hablarás cuando estés lista. Ahora estamos juntos otra vez, mi amor. Y yo sé que esta vez es para siempre. Te prometo que voy a curar todas tus heridas con amor, besos, caricias... – Él dijo besándola apasionadamente.

_ ¿Y crees que eso pueda borrar las heridas? – Altagracia indagó dejando de besarlo.

_¡No tengo ninguna duda! ¿O no conoces todavía el poder terapéutico de mis besos? – Le preguntó con una sonrisa seductora.

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