4 - Olvidada para siempre

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Daniel sabía que era cierto. Que si Altagracia afirmaba que recuperaría a Isabela, ella lo haría. Y sabía que ella se lo merecía. Aún no sabía los planes que empezaban a nacer en la mente de Altagracia, pero sabía que era un hecho, tendría de regreso a su hija costase lo que le costase.

_ ¿Cuando se murió Consuelo? - Altagracia quería saber.

_ Hace casi quince años. Se suicidó tomando una súper dosis de tranquilizantes.

_ Dios mío – Altagracia todavía seguia sorprendendose – Todo esto es demasiado para mí. Mi hija vive con una familia que cree que es la suya. ¿Como voy a ser capaz de recuperarla? Ella tiene casi dieciocho años y cree que su historia es completamente diferente a la que realmente es. ¿Como es ella? ¿Qué descubriste de ella, Daniel?

_ Sé que ella tiene una muy buena relación con el que ella cree que es su padre.

Altagracia levantó sus ojos al oírlo como para reclamarle, pero no lo hizo. Se dio cuenta que aunque fuera demasiado cruel, era cierto. El hombre, que un día fue parte de su historia, era el padre que su hija conocía y sabía que no podía luchar contra esto, al menos no al principio. En este momento odiaba a Saúl por todo lo que le quitó.

_ Y su vida familiar es tranquila. – Daniel siguió. – Saúl, por lo que estuve averiguando, es muy dedicado a sus hijos. Tiene un bufete de abogados junto a Rafael y Isabela es una joven común. Alegre, divertida y muy impetuosa por lo que pude investigar.

_ Ella está estudiando? – Altagracia preguntó

_ Sí. Completó sus estudios colegiales antes de la mayor parte de la gente. Ella acaba de comenzar la universidad.

_ ¿Tan temprano? ¿Que es lo que estudia? - Conocer a su hija era, desde este momento, la más grande prioridad de Altagracia.

_ Elegió la carrera de de joyería.

Los ojos de Altagracia se iluminaron y sonrió por primera vez desde que comenzaron esa plática. Ella que no creía en las casualidades, recibió un impacto muy positivo en el medio de esa conversación.

_ ¿Me estás diciendo que mi hija, que han robado hace diezeciete años, eligió como profesión a la mía? – Le preguntó sonriendo.

_ Para que veas que sí, tienes posibilidades de recuperarla, Altagracia. Ella tiene cosas tuyas, a pesar de que no han convivido.

_ Daniel. Entre tantas cosas sorprendentes y dolorosas que me dijiste, me diste dos increíbles noticias...

_ Sí, Altagracia, claro que sí! Y no tienes que pensar en todo lo negativo de esta situación, sino, en las cosas positivas: La encontramos, Altagracia, La encontramos! – Celebró extendiendo sus manos a ella y sonriendo con los ojos brillantes.

_ Tienes razón! - Dijo sosteniendo sus manos - La encontraste, Daniel, ¡tú la encontraste! Gracias, hoy me diste la alegría más grande de mi vida. A veces yo ya no esperaba recibir esta noticia. El hecho de saber que ella está bien, está viva, es feliz, y eligió mi profesión, ¡la mía! - Ella dijo abrazándolo.

Él correspondió al abrazo conmovido por su felicidad. Lentamente la alejó, le acarició el pelo, le miró a los ojos y dijo:

_ Todo lo que he hecho por ti, Altagracia, lo hice porque te lo mereces y... – hizo una pausa mirandola más profundamente lo que la hizo comprender sus intenciones – porque te amo.

_ Daniel... – ella se soltó de él muy incómoda y se alejó.

Él la siguió y le tomó la mano derecha, insistente.

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