La Socia

36 - Casados

La canción que acompaña el capítulo con trechos y en video es el feat de Maite Perroni con Alex Ubago - Todo Lo Que Soy.

***
_ Isabela, ¿no crees que sería mejor si los dos cambiáramos de actitud y simplemente nos alegráramos por mi papá y por su felicidad?

_ No puedo creer lo que escuché, ¡Diego! – Isabela dijo sorprendida. – Si tiramos la toalla esa mujer va a salir victoriosa. ¿De verdad quieres hacer eso?

_ Por supuesto que sí, Isa. Por más que no esté de acuerdo con la actitud de mi papá, lo último que deseo en la vida es que él sea infeliz. Y está claro que ponerse en contra de su relación, desear el fracaso de esta unión es una manera de desear su infelicidad. ¿Te pusiste a pensar en ello, hermanita? ¿Deseas que nuestro padre, que se dedicó a nosotros, a hacernos felices, sea infeliz? – Diego era un joven muy maduro y generoso y siempre dejaba esto en claro.

_ No, Diego, yo no quiero eso. Pero yo sé, estoy segura de que esta mujer no es su felicidad. ¡Yo lo sé! – Insistió de manera desesperada intentando convencerse a sí misma.

_ Puede que no. Pero aunque él sea nuestro padre y le amemos tanto, Isabela, no tenemos el derecho a decidir sobre su vida, su felicidad, a elegir la mujer con quien se deba casar. Mucho menos después de todo lo que hizo y se dedicó a nosotros. Piensa en ello, hermanita.

_ No hay nada que pensar. Si hay una cosa con la que mi papá nunca podrá contar es con mi apoyo a este matrimonio, y mucho menos con mi simpatía y respeto por Altagracia. Será el precio que ellos tendrán que pagar por esta boda, estoy decidida.

_ Es tu decisión, Isabela, pero confieso que creo que no es la correcta y me parece evidente que la más afectada serás tú misma.

***

Saúl llegó al jardín, radiante. Estaba claro en su mente que ese era el lugar en el que el quería estar. Unirse a Altagracia era el sueño de una vida. Se veía muy guapo, con su chaqueta blanca, mostraba que aunque simple la ceremonia sería muy elegante.

Parecía nervioso recibiendo a los pocos amigos que asistirían la boda ya estaban casi todos en el lugar de la ceremonia. Su expresión de felicidad sólo cambió con la llegada de Daniel.

_ Buenas tardes – Daniel saludó tendiendo su mano derecha.

_ Buenas tardes. – Saúl devolvió muy serio el saludo. – No sabía que vendrías. Altagracia y yo quisimos una ceremonia sencilla. Sólo para los amigos más cercanos.

_ Por eso estoy aquí, Saúl. Altagracia y yo somos amigos desde hace diecisiete años. Ella es una persona muy importante en mi vida y estoy seguro que también lo soy en la suya. – Dijo de una manera imponente y desafiante al dirigirse a Saúl. – Yo no dejaría de estar en un momento tan importante para Altagracia como su boda.

_ Qué te la pases bien. Será un honor tenerte aquí con nosotros siendo testigo de nuestra unión en matrimonio para siempre. – Saúl le regresó la provocación que Daniel le había hecho.

Daniel apenas sonrió y se dirigió a una silla junto a Regina. Saúl se dio cuenta de que ese hombre estaba enamorado de Altagracia, la mujer que en pocos minutos sería su esposa para toda la vida. Pero en ese momento no quería pensar en un supuesto rival sino en la felicidad que esta ceremonia representaba. De inmediato llegaron a decirle que podían comenzar a la ceremonia, Altagracia había llegado.

Saúl se dirigió altar emocionado por la espera de su amada, feliz de que ella no lo hubiera hecho esperar mucho. Isabela y Diego se sentaron en la primera fila y observaban a todo muy serios.