Capitulo 52 Broken glass

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Pasé el resto del día en la cama, llorando.

Mi rutina diaria era dormir, comer, llorar, y volver a dormir. Estaba intentando no sólo evadir a Niall, sino a mis pensamientos. Apenas tenía ganas de levantarme, a menos que realmente lo necesitara.

Finalmente, el martes, me levanté y me senté en la cama. Ni siquiera me había limpiado el maquillaje, y las lágrimas habían marcado surcos color negro en mis mejillas.

Estaba tan horrible que el reflejo en el espejo me asustó. No había visto el sol por tres días.

Abrí la cortina y la luz me encegueció por unos momentos. El halo que antes me parecía del amarillo blanquecino más alegre, ahora era una visión totalmente sombría, como todo lo que me rodeaba.

Los posters a mi alrededor me seguían sonriendo, sensuales. Me dio ganas de arrancarlos: la mayoría eran de Niall, y me traían recuerdos de lo más diversos. El primer beso, el primer abrazo, esa tarde que pasamos cantando en la terraza sólo nosotros dos, algunos chistes que ni recordaba haber oído de él, elogios, sonrisas, carcajadas... llanto, también.

No pude arrancarlos de la pared, aunque realmente quería. Su rostro era perfecto en todas aquellas fotos. Al fin y al cabo, lo seguía amando, y siempre lo haría.

Comencé a caminar por mi cuarto para estirar las piernas. No me había movido demasiado los últimos días, y eso se notaba en mi organismo. Cada movimiento me era difícil, y apenas podía mantener el equilibrio. Qué ridícula debía verme: aún vestida como hace tres días, con el maquillaje corrido y el cabello revuelto y enmarañado.

Me paré frente al espejo y comprobé por mí misma la realidad. Parecía un zombie.

Decidí que bañarme y ponerme ropa más digna no me haría sufrir más que lo que estaba sufriendo, así que me dirigí al baño, caminando de puntitas para no llamar la atención de mis amigas.

Ellas me venían a visitar a mi habitación, como si fuera una enferma terminal, a tratar de animarme, y traerme comida. Me contaban que Niall quería hablar conmigo, y que los chicos pedían verme, aunque aún no sabían la razón de mi encierro voluntario.

No había salido de la casa tampoco para trabajar. Le había dicho a mi jefe, Joe, que estaba muy enferma, y de hecho, lo parecía. Me dijo que volviera en cuanto pudiera, muy preocupado, y también muy considerado. Mi empleo estaba aún a salvo.

Me metí en la ducha y disfruté de las gotas de agua caliente que caían sobre mi espalda, relajando los tensos músculos. El champú de manzana olía a cielo para mí, y me hacían olvidar mis penas, aunque sea un poco.

Me vestí con ropa de entre casa, algo común y corriente, pero mejor que mis gastados pijamas. Desenredé mis cabellos, ayudándome con un peine grueso y un espejo de mano. Tuve tanta mala suerte, que el espejo salió rodando por mis manos, cayendo en una picada mortal hacia el suelo, estrellándose.

El que había sido un bonito regalo de cumpleaños de alguno de mis menos dedicados familiares había quedado reducido a astillas de vidrio del tamaño de lápices bastante usados.

Mirando esos filosos añicos, algo horroroso se me cruzó por la mente. Por suerte, no llegué a hacer nada irracional, ya que mi lado lógico y centrado lo evitó, ordenándome salir del cuarto de baño corriendo, y cruzar el pasillo hasta mi habitación corriendo a volver a encerrarme.

No entendía como esa imagen de una yo más loca e inconsciente cortándose las muñecas con los trozos de vidrio había llegado a mi mente trastornada. Nunca lo habría siquiera imaginado, o eso creía antes de que mi cerebro se atrofiara debido a un sufrimiento extremo.

¿Por qué una chica como yo, a la que la sangre y los cortes le baja la presión hasta el desmayo, se cortaría? ¿Por qué alguien destruiría su propio cuerpo? Bastante tenía con el dolor psicológico, no aguantaría que el físico se le sumara.

Me dirigí a mi escritorio, lleno de papeles, y busqué mi cartuchera llena de lápices, marcadores y crayones de colores, donde sabía que la encontraría. Tomé mi fibrón indeleble, negro, y lo destapé.

Garabateé una palabra en mi muñeca izquierda, y luego en la derecha. A pesar de mi pulso temblante, siempre me había gustado mi letra.

Junté las muñecas para que la frase se formara: Stay Strong. De ahora en más, nunca podría cumplir con ese acto casi suicida, ya que esa frase, que significaba mucho para mí, me recordaría que hay cosas más importantes en la vida que Niall, aunque eso me pareciera una mentira falaz.

Recordé que no había terminado de cepillar mi cabello, y que, en realidad tenía el peine enredado en él, aún en mi cabeza.

Lo pasé por mi pelo hasta que, después de arrancarme unos cuantos, los nudos desaparecieron. Entonces, me lo até en un rodete alto, para soportar mejor el calor.

Después de mucho pensar, decidí bajar a encontrarme con mis amigas, mis hermanas.

Todas ellas estaban sentadas viendo una película en el sofá, y mi llegada las sorprendió.

-¡Marina!- exclamó Lu-¿cómo estás?- no entendía como mi mejor amiga seguía queriéndome, aun cuando prohibí la entrada de los chicos por unos días, privándola de sus preciadas horas con Liam.

-Mejor, creo.- mi voz me tomó por sorpresa ¿era así como sonábamos los zombies?

-Ah me alegro.- me sonrió, aunque parecía no creer una palabra que yo emitía.- Ven, siéntate con nosotras, estamos viendo Leap Year. Una de tus favoritas.-

-Agh- hice una mueca. Sí, era mi película preferida, pero toda ella tomaba lugar en Irlanda, y la protagonista, americana, tenía un hermoso romance con un nativo.

-Oh, ya recordé, lo siento- dijo, cambiando de canal.

Me senté. Ahora estábamos viendo "Los Simpson", por mi culpa.

-Niall te ha estado llamando mucho- dijo Georgi. Ellas no era como las demás personas. No iban a evitar decir su nombre "para no hacerme sufrir", pues sabían que era lo mismo. El mismo hoyo negro en el pecho se abriría, aunque dijeran solo "él" en lugar de su nombre.

-Lo sé.- asentí.

-¿Qué vas a hacer? Quiere hablar contigo- dijo Mari.

-Casi se mete en casa hace unas horas, pero cuando Georgi lo paró, no quiso taclearla ni lastimarla, y se fue.- me informó Sol.

-Lo sé, creo que tenemos que hablar. Le diré que nos encontremos en la terraza en unas horas.-

-¿Qué le vas a decir?- Mari no comprendía mis intenciones.

-Tranquilas, tengo todo planeado.

Diario de Londres (Una novela de One Direction) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora