\ \ c h a p t e r / / t h i r t y | s i x.

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3.52 PM

El pelinegro, en silencio, se adentró en la oficina. Cualquier paso en  falso, lo condenaría, cargaría culpas o alguna clase de amonestación.

—Yo pensé que todos mis empleados entendían que debían tocar antes de entrar —gruñó el hombre rubio mientras revisaba unos papeles, con la pluma sobre su labio inferior.

—Disculpe señor, no quería interrumpirlo. Aquí traigo las actualizaciones de contratos —murmuró Dylan, dejando los papeles encima del escritorio del hombre rubio, junto a dos carpetas con grandes fajos del mismo blanco material.

—¿Lo ordenaste con fecha?—cuestionó el rubio, sin elevar la vista de aquella sociedad que estaba por firmar. Dylan tragó duro.

—No señor, los ordené por capital económico —se excusó Dylan, volviendo a tomar los papeles, pero antes de levantarlos, la gran mano de Luke, cayó sobre ellos, impidiéndoselo.

Dylan rogó en silencio a Dios, antes de elevar su mirada y por fin toparse con los oscuros, dominantes e intimidantes, ojos azules de Luke.

—Ya no vale la pena —gruñó el hombre rubio con corbata, haciendo temblar al pelinegro por su tono de voz—. Para la siguiente ocasión, asegúrate que sea por orden alfabético y, bajo aquel orden, por fecha. Es decir, las empresas que comienza con A, las debes ordenar por fecha, los las que comienzan con B y así sucesivamente —Dylan escuchó atento, sin emitir sonidos y gestos, mostrando su respeto, pero ante su nula respuesta a Luke, el rubio rodó los ojos—. ¿Acaso no sabes el abecedario? ¿deberé comprarte una tabla con el abecedario que debe aprenderse mi sobrina para el pre-escolar?

—No, no señor. Todo quedo claro, en la siguiente ocasión me dedicaré a cumplir esa orden. ¿Algo más que desee? —preguntó entre tartamudeos Dylan, mientras que la mirada de Luke volvía a ese papel que estaba a punto de firmar.

—No, retírate.

Dylan caminó en silencio hacia la salida, y con suavidad, cerró la puerta tras sus espaldas, esperando algún nuevo grito o reproche de parte de su jefe. Silencio, suspiró.

—¿Aún sigue siendo un monstruo? —una de las asistentes de finanzas, preguntó. Tenía entre sus manos unos cheques y había esperado paciente a Dylan.

—Me va a dar una úlcera, te lo prometo Holly —se lamentó el pelinegro, refregando sus cansados ojos—. ¿Sabes que me pidió de almuerzo? Pastel de limón, con relleno de frambuesa y para beber, un zumo natural de espinaca. ¿Sabes en que lugar? el de Kreshtumb.

—¿El que queda a 20 minutos en auto?

—Precisamente, y conociendo que él solo come así en crisis, deberé llamar a su médico de cabecera por su posible acidez y gastritis. Una cita médica, me permitiría descansar de sus pedidos, pero tendría que reagendar sus reuniones con el notario público y sus abogados. Así que sí, pronto yo tendré una úlcera por saber a todo lo que deberé enfrentar ante el famoso magnate Luke Hemmings, quien lleva malhumorado tres semanas.

¡Dylan! ¡Llama a finanzas, los cheques no caminan por su cuenta! —el pelinegro escuchó el grito desde adentro y gimió, a la vez que la mujer de cabello castaño, le tendía los papeles.

—Ni loca entraré ahí. Esperaré aquí a que los traigas —informó, llevándose un suspiro cansado de Dylan, mientras se volteaba.

4.02 PM

Hace un mes no recibía algún contacto de su parte. Los primeros días, lo intuía, no se había preocupado de la repentina ausencia de Michael, pues él se lo había comentado aquella última tarde, cuando veían el horizonte luego de salir con los niños. Desde que comenzó a salir más con Michael, sabía a lo que se enfrentaba, pero había llegado a tan punto, en que no le importó y continuó ahí para él.

Empire 》Muke.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora