\ \ c h a p t e r / / f o r t y | o n e.

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2.43 AM

Abrió sus ojitos, alegre de que un día más, los rayos del sol lo saludaban. Bostezó, dejando escapar un sonido agudo propio de sus 6 años de edad, a pesar de él considerarse todo un niño grande.

Sus pequeñas, regordetas y pálidas manos, procuraron salir de la cama con cuidado para evitar hacer un desastre las sábanas y mantas, no quería que su madre tuviera que rehacer su lecho desde cero, pues prefería aquellos minutos pasarlos abrazado a ella, a su cálida cintura mientras ella proporcionaba caricias a su cabello rubio ceniza esponjoso, mientras ella comentaba los programas de cocina, deseando aprender algún día tan difíciles recetas.

Michael salió descalzo de la pequeña habitación. Al principio, aquel lugar era donde su madre lavaba la ropa, pero ante la llegada de su único hijo, decidió transformarlo en un improvisado dormitorio donde apenas caía su camita, dos pequeñas sillas y una mesita donde Michael hacía dibujos o su tarea. No tenía espacio para un mueble donde pudiera guardar la ropa, así que ambos compartían el closet del dormitorio de Katrina.

Pisando la fría superficie, Michael llegó trotando hasta la cocina, donde su mamá estaba preparándole su desayuno que constaba en una leche chocolatada tibia, mientras ella vestía un gran abrigo y su rostro sin maquillaje. Algunas veces Michael lograba despertar antes y ver a su mamá con manchas negras bajo sus ojos o sus labios de color rojo, muchas veces esparcido en su rostro, él mismo se ocupaba de ayudarla a limpiarse.

—¡Mami! ¡Mami! ¡Desperté muy gande hoy! —gritó el niño, logrando que Katrina diera un pequeño salto por la sorpresa, para luego sonreírle y corresponder el abrazo que Michael le entragaba, pues su cabeza ya llegaba al vientre de la mujer y podía recibir más calor de su parte.

—Así veo mi niño —sonrió la mujer, separándose para besar la frente y mejillas sonrosadas y regordetas de su hijo, para luego tomarlo de la mano y guiarlo hasta su silla frente a la encimera, donde comía junto a ella.— Ritha dijo que ayer vino a verte antes de ella irse a dormir. Fuiste un niño muy bueno Michael...

—¿En serio? —preguntó con emoción el pequeño, con sus ojos  verdes brillando. Se sentía demasiado recibir cumplidos de su mami.

Katrina iba a responderle a Michael, cuando la puerta principal de casa se abrió y Michael se volteó en su silla, topándose con una alta figura rubia, con bolsas de papel en sus brazos y una sonrisa en sus labios.

—¡Tío Artie! —chilló el niño, saltando de la silla para correr a toda velocidad a las piernas del hombre.

Tío Artie era un gran amigo de la mami de Michael. Muchas veces al llegar de la escuela, Michael se lo topaba viendo televisión, incluso le llevaba cereales de sus favoritas y existían noches en que él se quedaba a cuidar a Michael mientras su madre trabajaba. Él era un hombre muy bueno, Michael lo consideraba parte de su familia, como Ritha o como su mami.

Michael eso había aprendido, que las familias no son solo por parte sanguínea, sino por compromiso o por cariño.

—¡Mickey! Despertaste temprano hoy, yo que pensaba que podíamos comer un pastel...— sonrió Artie, mientras el niño se separaba del abrazo y lo ayudaba con las bolsas. 

—Arthur, en serio gracias, pero no es necesario que te molestes —comentó Katrina, viendo como ya el hombre desempacaba el contenido de las bolsas. Michael veía todo con emoción.

—Eres mi amiga Katrina y esto hacen los amigos...

—¡MAMÁ!

Michael abrió sus ojos ante unos brazos que lo mecían con fuerza. Su boca estaba reseca y sudaba. Su respiración era errática y su pecho dolía por la angustia de tan olvidado recuerdo.

Empire 》Muke.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora