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—Nora, Nora... —escucho decir tras el cristal—. ¿Estás segura del sitio donde te has metido? No nos gustan las nuevas, y menos si andas por ahí bailándole el agua a Coleman.

Rezo para que se marchen de una puñetera vez y me dejen tranquila, pero sabía que no lo harían.

—¿Qué hacéis aquí? —dice una voz que reconozco a la perfección: Candice.

—Hablar con Nora —contesta la primera—. ¿Quieres unirte?

El sonido de la ducha es lo único que se escucha en todo el baño.

—No creo que sea buena idea —dice, sorprendiéndome.

—Vamos, Candice, anímate —lloriquea una, divertida.

—No pienso rebajarme a su nivel —ríe—. Prefiero no abrir la boca.

Todas ríen detrás de ella, lo que provoca mi desesperación.

—Tu abres la boca para otras cosas —me atrevo a decir, a lo que me arrepiento al instante.

—¡¿Qué has dicho, niñata?! —vocifera, estampando su mano contra el cristal —. Estoy segura de que otro día te pensarás las cosas antes de soltarlas por esa boquita tan sucia que tienes.

La había cabreado, pero esta vez de verdad, si había alguna posibilidad para irme ilesa, ya no. No sabía que pretendía hacer, tampoco la conocía, pero por lo que había visto, era suficiente para que el miedo sacudiera mi cuerpo y me arrinconara en la pared más lejana a la

—¿Qué te parece si te alargamos un poquito más el baño?

Las risas femeninas taladran mi cabeza y varias asienten al unísono.

—Ponlo una hora —se oye decir.

—Mejor dos —ríe otra.

—Una hora y media —decide Candice.

—¡Déjame salir! —grito.

Estaba loca si pretendía dejarme una hora y media más bajo la ducha.

—¿Te gusta el agua fría? —me ignora—. Agua fría para Scott.

El agua que cae sobre mi cuerpo cambia totalmente la temperatura, y pasa de estar templada a fría, congelándome los huesos. Ahogo un grito.

Intento huir del agua arrinconándome aún más en la esquina, pero la ducha no es lo suficientemente grande como desearía, y el agua me alcanza de todas las maneras posibles.

—¿Sabes? No tenía intención de hacer todo esto —dice, melancólica—. Venía de follarme a Jude, Coleman, como quieras llamarlo. Me había pedido que no me metiera contigo —ríe —. Te ve indefensa, débil... Pero tu actitud deja mucho que desear, lo siento.

Oigo como sus pasos se alejan rápidamente.

—Me llevo tu ropa, ¿vale?

—¡Disfruta de la ducha! —es lo último que les oigo decir.

Me levanto del suelo y golpeo, grito y lloro, esperando que alguien me escuche y acuda en mi ayuda, sacándome de aquí, pero tan sólo consigo hacerme daño en la mano. Finalmente, sin obtener respuesta opto por sentarme en el suelo y esperar a que todo acabe.

COLEMAN

Acabo mi café, siendo consciente que en veinte minutos finaliza el tiempo libre y debemos volver a las habitaciones.

Mike, mi compañero de cuarto y mi mejor amigo, me mira curioso.

—¿Qué miras? —chasqueo mis dedos.

—Tu cara, ¿en qué piensas? —inquiere, divertido.

—En nada —dejo la taza encima de la mesa.

––Piensas en la nueva —ríe pillín—. Coleman El Frío se ha enamorado —pone la típica voz de película de terror.

—No seas gilipollas —le doy un golpe en el hombro.

Alza las manos en signo de rendición.

—Pues a mí me pone burro su compañera, tío, la gótica esa —se muerde el labio inferior. A decir verdad, Mike siempre ha tenido un gusto peculiar con las chicas —. ¿Dana se llama? No lo sé, pero está buenísima.

—Fóllatela —me encojo de hombros.

—Fóllate tú a la nueva —gruñe.

Pongo los ojos en blanco e ignoro su comentario desafortunado. Estaba hasta los mismísimos cojones de que la gente pensara que Nora y yo teníamos algo por el mero hecho de compartir un castigo.

—Hermano, te gusta —suspira—. ¡Se te pone cara de niño bueno cuando estás con ella!

—Cierra la boca, Mike —reprimo una carcajada—, a no se que quieras comerte mi puño.

—¿Te has enterado? Han encerrado a la nueva en las duchas... —oigo decir a mis espaldas.

Doy un bote y me levanto de la silla al escucharlo.

—¡Eh, tú! —pongo una mano en el hombro de la chica, girándola—. ¿Qué acabas de decir?

La chica me mira asustada.

—¿A quién han encerrado en las duchas? —le insisto.

—A la nueva, la que llegó hace unos días... Candice y Cyntia...

No necesito escuchar más, salgo disparado dirección a las duchas, ignorando los gritos de Mike. Al entrar, no veo a nadie, tan sólo se escucha una ducha activada en la zona de chicas.

Corro por el pasillo, guiándome por el sonido del agua. Me paro en frente de la ducha, y escucho, muy débilmente unos sollozos que identifico al instante: Nora.

Veo en la pantalla su nombre y apellidos, además de la programación de la ducha; quedaban diez minutos para que finalizara y el agua fría estaba activada.

Rápidamente, aprieto el botón rojo que anula la ducha y la puerta se abre. Ahí estaba, hecha un ovillo en un rincón, totalmente desnuda y temblando.

—¡Nora! —doy dos zancadas hasta ella y me agacho cauteloso—. Me cago en la puta, ¿estás bien?

Alza su cabeza levemente y me mira asustada, con los ojos rojos de tanto llorar y el pelo pegado en su delicada cara. Suelta un fuerte sollozo y las lágrimas empiezan a descender por sus mejillas descontroladamente.

Toco su hombro desnudo intentando reconfortarla, pero se aparta.

—¡No me toques! —titubea—. No...

La levanto del suelo con un solo movimiento y la pego a mi cuerpo completamente, abrazándola.

—Estoy aquí, Nora —acaricio su espalda desnuda—. Estoy aquí.

Me aprieta con fuerza, hincándome las uñas en la piel, descargando su rabia. Grita y llora durante un buen rato con la cabeza enterrada bajo mi barbilla. Cuando noto que su respiración está más calmada, me separo de ella y acaricio su mejilla.

—Voy a por una toalla —le aviso apartándome de ella—. No te muevas, ¿vale?

Asiente con la cabeza y se tapa los pechos con la mano. No se me había pasado ni por un segundo en mirarla, lo último que quería es que se sintiera incómoda en esos momentos.

Me dirijo hacia la entrada de las duchas y cojo una toalla y ropa limpia. Al volver, veo que no se ha movido ni un milímetro.

—Ven aquí —la envuelvo con la toalla con cuidado—. ¿Qué ha pasado, Nora?

La conduzco fuera de ahí, llevándola a la parte de los espejos, donde se encuentra el secador.

—No te lo voy a repetir, Nora —insisto—. ¿Quién te ha hecho esto?

Agacha la cabeza y aprieta la toalla contra su cuerpo.

—Por favor —levanto su barbilla para que me mire.

—Candice —dice en un hilo de voz.

Caminos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora