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—Siento mucho por lo qué habéis pasado... —contemplo a mi madre, que procede a dar un sorbo a su café con leche.

Me mira preocupada. De hecho, había permanecido toda la hora preguntándome si podía hacer ella algo para ayudarme. La respuesta era no, ella no podía llevarme al pasado, a hace tres años, donde nada hubiera ocurrido. Ella no podía traer a Dafne de vuelta.

Dos días tras el funeral de Dafne me atreví a hacer una de las cosas que dejé pendiente hace dos años; mi madre. Todo quedó en un hasta pronto, y siendo sincera, si nada de esto hubiera ocurrido quizás jamás hubiera llegado hasta aquí.

—Iba a tener una niña, mamá... —cojo aire, el suficiente para no romper a llorar delante de ella.

Estrecha mi mano y tras consolarme, me pide que coma algo. Un bocata de queso descansaba sobre la mesa del bar, aún intacto.

La veía radiante, más que nunca. Me había estrujado en sus brazos nada más verme y me había suplicado una y mil veces perdón por marcharse sin despedirse de mí cuando me ingresaron en el hospital. No quería ser dura conmigo misma, ni tampoco con ella. Con el paso de los años he podido llegar a razonar como nunca lo había hecho antes y, lo que más me jodía, era que cada desgracia que aparecía en el transcurso de mi vida me hacía darme cuenta de las cosas.

—Y, ¿John? —me atrevo a preguntar. No merecía que le llamara papá, ya no, ni nunca más.

Asiente con la cabeza y se encoge de hombros, dándome a entender que él permanecía en el mismo lugar donde lo dejé hace dos años: en la cárcel. Suelto un suspiro, agudo y reconfortante. Me sentía segura de saber que nadie más iba a hacernos daños, pasara lo que pasara.

Ryan estaba muerto y John, el qué en algún momento de mi vida fue mi padre, también lo estaba, aunque solo fuera para mí.

—¿Todo te va bien?

—De maravilla, Florida parece otra cosa —hace una mueca y me sonríe —. Conseguí una casa en una zona muy buena, bastante alejada de la anterior y conocí a Héctor.

—¿Héctor? —arqueo una ceja y doy un sorbo a mi zumo de melocotón.

—Mi pareja.

—¡Vaya! —suelto impresionada —. Me alegro muchísimo, mamá, enserio.

De alguna manera me alegraba inmensamente que hubiera podido rehacer su vida y afrontar toda la mierda con la que acarreaba del pasado.

—Me encantaría que lo conocieras, Nora, es un buen hombre.

—A mí también me encantaría —le guiño un ojo.

Charlamos sobre todo lo ocurrido durante estos dos últimos años, poniéndonos al día, hasta que llegamos a tocar el tema de Jude.

—¿De qué tienes miedo?

—No tengo miedo —rio, quitándole importancia a lo que acaba de decir.

—Lo tienes, Nora —hace una mueca —, de no ser así estarías ahora mismo con él, no aquí, lamentándote.

—Es complicado, mamá.

—Dejas a Evan porque sabes que no hay otro hombre en el mundo que te haga sentir cómo él, pero sin embargo, te quedas de brazos cruzados...

Sus palabras son duras, aunque las agradezco, ya no tenía a Dafne para darme cuenta de las cosas.

—Han pasado tantas cosas, que... —trago saliva —. Tengo miedo a ser feliz y qué todo se derrumbe, como siempre ha pasado.

—Por ese mismo motivo —agarra mis manos y las zarandea —, debes serlo. Mereces disfrutar de tu vida, Nora. Nada te lo impide.

Me quedo unos segundos pensativa y doy otro bocado al bocata, contemplándola. Tenía toda la razón del mundo. Asiento y ambas esbozamos una sonrisa de oreja a oreja.

—Me alegra qué te decidieras por venir a quedar conmigo —me estrecha entre sus brazos y la correspondo con ansia —. Nunca podrás entender lo que significas para mí —sorbe su nariz y noto como contiene su emoción —. Aquel día, en el hospital, te abandoné una vez más y jamás me lo podré perdonar en la vida.

—Shh... —la callo, acariciando su espalda en medio del abrazo —. Lo importante es que estás bien. Mírate, lo has superado y ahora eres una nueva Emma. Y estoy aquí, mamá, ya no me voy a volver a ir...

Me aprieta con más fuerza y deja dos besos húmedos en mis mejillas, despidiéndose.

—Espero verte muy pronto —sonríe.

—Nos queda pendiente una comida con Héctor —le guiño el ojo, alejándome poco a poco.

—Espero que vengas acompañada —sonríe con segundas intenciones y le devuelvo la sonrisa, despidiéndome con la mano.

JUDE

—Ni hablar —suelto una carcajada por no meterle un puñetazo a la mesa que me separa de mi padre.

—Sería lo mejor para la empresa —suelta un suspiro agotador. Llevábamos una hora hablando del mismo tema.

—¿Y qué pasa conmigo? —mi tono comenzaba a adquirir cierta autoridad —. ¿Acaso nunca te has planteado en qué es lo que desea tu hijo? Sólo piensas en ti y en lo que te conviene, nunca en mí.

—Jude, el matrimonio sería consolidar la empresa, mantenerla unida pase lo que pase.

—¡Qué no pienso casarme con Candice, joder! —doy un golpe a la silla donde estoy sentado y la arrastro hacia atrás con fuerza, levantándome —. Habrá cambiado, lo que tú quieras, pero no pienso olvidar todo lo que me ha hecho. ¡Y que no me gusta, joder! Si tanto te gusta para mí cásate tu con ella y deja de tocarme los cojones.

—¡Tienes que pensar en esta familia y en el futuro de la empresa! —vocifera y se pone de pie junto a mí.

—¿Quieres que piense por esta familia? —le señalo con mi dedo, amenazador  —. Dimito.

—¿Qué?

—Lo que oyes. No quiero seguir trabajando para ti —voy con paso rápido hacia la puerta de su despacho —. Ya me pasaré a firmar mi dimisión o lo qué coño tenga que hacer, pero no pienso perder un minuto más de mi vida en esta tontería.

Se acerca a mí con paso decidido y me agarra del brazo.

—Piénsate bien las cosas antes de tomar una decisión.

—La decisión ya está tomada.

Aparto mi brazo con fuerza y salgo de su despacho dando un portazo, sobresaltando a Margaret, que se encuentra en la oficina de justo al lado ordenando unos papeles.

—¿Qué ocurre? —hace una mueca.

—Nada.

Abandono el edificio y corro, sin cesar, sin rumbo. Estaba hasta los cojones de todo el mundo y en esos mismos instantes no podía pensar en otra cosa que no fuera Nora. La necesitaba.

Me tomó tiempo para sacar agallas y escribirle, después de todo, después de haberse marchado del cementerio dejándome con todas mis dudas.

Jude: A las 22.00h en el parque de al lado de tu casa. Si no estás ahí me habrá quedado todo muy claro y respetaré tu decisión.

Caminos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora