—Voy a chillar... —le advierto, agarrando sus manos para evitar que me haga más daño en la cabeza.
—No es una opción —ríe y pega la pistola a mi frente, provocando que trague saliva ante el susto.
Estaba loco, jodidamente loco. ¿De dónde había sacado la pistola?
Manda su dedo índice a los labios, indicándome que no haga ni el más absoluto ruido si no quería que me volara la puta cabeza. Estira de mi brazo y me arrastra por la pared, evitando que ningún fumador o persona que se encuentre en el balcón en ese mismo momento nos vea.
—¿Qué haces aquí? —tropiezo con una piedra.
No había sabido de él en dos años. Si había una remota idea de que me hubiera olvidado para siempre se acababa de esfumar hace unos minutos. Siempre me perseguía y jamás se cansaría.
—Cuanto más creas que he desaparecido antes volveré, mi dulce Nora —acaricia mi cabello, el mismo que hace segundos había estirado para tirarme de espaldas al suelo.
Me arrastra hasta una especie de pajar, a varios metros entre los jardines. Me empuja hasta el interior y cierra la puerta de madera a su espalda con cuidado.
—Si quieres dinero te lo daré, pero no cometas ningún error —levanto las manos asustada.
—¿No entiendes qué te quiero a ti?
Miro a mi alrededor en busca de una vía de escape: una ventana, un agujero, una puerta trasera o lo que fuera, pero tan sólo habían herramientas, plantas, sacos de tierras y muchísima paja.
—Déjame ir —le ruego, acercándome con cautela a él.
Inmediatamente, ante mi aproximación, alza la pistola y me apunta decidido. Reculo unos metros hasta sentarme encima de la paja.
—No me subestimes, Nora —menea la pistola gracioso —. He sido capaz de pegarte, drogarte, abusar de ti y engañarte... Matarte sería pan comido.
Me encojo ante sus palabras y me hago un ovillo entre mis piernas. Llorar no iba a servir de nada, y por mucho que en ese instante las lágrimas no pararan de brotar, no iba a conseguir salir de ahí.
—Me has jodido la vida... —mascullo, visualizándole entre mis ojos entrecerrados —. ¿Cómo pudiste separarme de él? ¿Cómo te atreviste a drogarme, a tocarme, a...?
—Me pediste a gritos que te follara —ríe al interrumpirme —, la cara de Coleman al verte fue de película, de verdad. Ojalá hubieras estado consciente para verla.
Aprieto mis puños impotente. Habría deseado tener el móvil para poder llamar a la policía o a cualquiera del interior para que me ayudara.
Ryan se acerca a mí vacilón y me frota la pistola por la cara.
—¿Te ha comido la lengua el gato? —sonríe, peinándose su cabellera rubia con las manos.
Acto seguido me arrea en la sien un golpe de culata. Lo último que veo antes que mis ojos se nublen, es la sonrisa de oreja a oreja de Ryan contemplándome.
[...]
Abro mis ojos lentamente y suelto un quejido, mandando mi mano a la cabeza. Escocía y dolía mucho. Miro mi mano y veo como una mancha roja decora toda mi palma.
—Buenos días, de nuevo —Ryan se encontraba sentado en una silla delante mío —. No has tardado nada en recuperar el conocimiento.
Hace una mueca y se levanta, poniéndose de cuclillas ante mí. Mi respiración estaba muy agitada, notaba mi corazón en la palma de la mano.
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Caminos cruzados
Romance"SUS CAMINOS ESTABAN CRUZADOS, Y POR MUCHO QUE ELLOS QUISIERAN NEGARLO, SIEMPRE SE VOLVERÍAN A ENCONTRAR." Desde bien pequeña, Nora Scott, había presenciado las palizas que recibía su madre todos los días por parte de su padre. El entrar en un corre...