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La vuelta del hospital a la zona donde vivía Jude se me hizo relativamente corta. El chófer del padre de Jude vino a recogernos, para así evitar un taxi que nos cobraría una barbaridad. A duras penas dormimos, me había pasado casi toda la noche durmiendo en cuanto me ingresaron, y al despertarme no encontraba mis ganas de dormir, a diferencia de Jude, que se quedó frito en el incómodo sillón de al lado de mi camilla.

Cuando llegamos, el chófer nos dejó justo delante de la casa de Jude, lo cual hizo que me pusiera altamente nerviosa, pero pensándolo bien, no tenía a donde ir hasta que consiguera la casa que Jude, tras insistir como buen cabezón que es, estuviera alquilada. El conocer a su padre y a su nueva pareja sin ser oficialmente su novia me desquiciaba, y solo rezaba para que cuando abriera la puerta no estuvieran en casa, aunque finalmente acabaría viéndolos.

—Relájate —me sugiere Jude tras notar mi tensión —, pareces un robot.

Le hago una burla y camino a su lado, adentrándonos por el jardín principal que da a su casa, que sorprendentemente, era preciosa. Me imaginaba la cantidad de dinero que tenía Jude, y me esperaba una pedazo de mansión con sirvientes por doquier, pero se trataba más bien de una casa grande pero humilde.

Abre la puerta y me quedo embobada con la decoración del lugar; todo era de un estilo muy modernista.

—¡Vaya, quién tenemos por aquí! —una mujer sale de la cocina americana secándose las manos con un trapo. No aparentaba la edad que debería tener, se conservaba muy bien —. No has dormido aquí, Jude, tu padre se ha preocupado al ver que no avisabas hasta que le enviaste aquel mensaje.

Miro curiosa a Jude sin entender bien de lo que hablaban. Busco con mis ojos a su nueva hermana, pero no consigo verla por ninguna parte.

—Dios santo, ¿qué te ha pasado? —se acerca a mí al verme, ya que Coleman me tapaba por completo.

—Un percance —sonrío, evitando tener que explicar lo sucedido. No tenía ganas de recordarlo.

—No la agobies —gruñe él, a lo que niego con la cabeza intentando apaciguarle —. Nora se quedará aquí hasta que consiga un sitio para vivir.

Me asombró la manera de decirlo, ya que ni siquiera se molestó en preguntar si les molestaría, fue más bien como una orden.

—Por mi no hay problema, pero deberás comentárselo a tu padre —sugiera, adentrándose de nuevo en la cocina, a pocos metros de nosotros —. Le prepararé la habitación de invitados.

—No te molestes —deja las llaves en un cuenco de la entrada —, dormirá conmigo.

Mi rostro se torna rojo, muerta de verguenza intento disimular mi leve rubor.

—Vaya, ¿sois novios? —pregunta con un tono curioso.

—No —contesto rápida.

—Sí —me corrige Jude, pasando una mano por mi cintura.

¿Sí?

—Qué graciosos —ríe, sin enterarse de lo que acaba de ocurrir —. Encantada de conocerte Nora, soy Margaret. Estoy segura de que te llevarás muy bien con Karen, aunque no sea mucho el tiempo que permanezcas con nosotros, pero ya habrán otras ocasiones.

—Claro —sonrío, enervada. Me encantaría conocer a la nueva hermanita de Jude, seguro que acabaríamos siendo grandes amigas... Venga, vamos. La había cruzado desde el momento en qué me atendió desde el móvil de él. No me había hecho nada, pero algo en mi interior andaba incómodo cuando pensaba en ella, y eso que ni si quiera la conocía.

Pasaron las horas y el padre de Jude regresó a casa mucho antes que Karen, que nada más entrar por la puerta, me miró fascinada y a la vez horrorizada, supongo que por mi aspecto.

Caminos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora