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NORA

Sé que me propuse no hablarle, dedicarme plenamente a mi castigo, pero después de verle así, con la cara magullada, llena de cortes y hematomas, algo se removió en mi estómago.

Me duele saber que está así por mí, por haberme ido tras aquel desliz. ¿Porqué seré tan tonta?

—Cicatrizarán solas —niega con la cabeza —. Ayer ya me las desinfecté.

—Te quedarán marcas —intento convencerle.

—No serían las primeras.

Le miro seria y desisto. Es imposible este tío.

—Vale, vale —gruñe—. En esas cajas hay gasas y botes de alcohol para la enfermería.

Esbozo una pequeña sonrisa y me dirigo hacia la estantería para coger lo necesario. Voy sacando todo tipo de medicamentos hasta dar con el desinfectante y las gasas.

—Lo tengo —me acerco a Coleman y deposito el material a su lado.

Veo como abre las piernas para que me coloque entre ellas, pero me niego a ello. Me agarra de los muslos y me arrastra hasta él.

—Así mejor —sonríe, divertido.

Cierro los ojos unos segundos para coger aire y guardar la calma.

Agarro el bote de alcohol y lo abro, echando el líquido transparente en la gasa. Apoyo una mano en la nuca de Coleman para así tener más comodidad. Su cara queda a la altura de mis pechos, y puedo notar como ríe en silencio. Cerdo.

—Esto va a escocer —paso la gasa por el corte de su ceja derecha lentamente, intentando hacer el menor daño posible.

Sus manos se aferran con más fuerza a mis caderas.

Dedico mi tiempo en cada una de las heridas, hasta llegar a la del labio. Tiene una pinta espantosa, no sé ni cómo puede hablar bien.

—Joder —susurra al notar el efecto del alcohol en sus labios.

—Listo —retiro la gasa.

Intento apartarme de él para dejarlo todo en su sitio, pero sus manos me lo impiden.

—Por favor, Coleman —temo lo peor.

—Siento mucho lo de ayer —me mira fijamente a los ojos—, fué un error, no debí hacerlo. No quiero tensión entre nosotros ni malos rollos. Me arrepiento de verdad.

Y me sienta como una patada en la boca. Estuvo mal, sí. Pero saber que me besó por pena lo es aún más.
¿Que no quiere tensión? Siempre ha habido tensión entre nosotros, no sé que narices dice.

—No hace falta que me digas algo que ya suponía —retiro sus manos de mis muslos de un empujón—. ¿Qué iba esperar de ti? ¿Que realmente lo sentías y lo deseabas de verdad? —rio, sarcástica—. Estoy harta de que me ayudes y hagas cosas por mí solo por pena.

—¿Qué? No... —se levanta y se acerca a mí.

—Ni un paso más, Coleman —le advierto. ¿Qué pretende?—. Nosotros no podemos tener ningún tipo de relación, ni amistad ni nada —no puede ser, de ninguna manera—. Tengo novio, ¿sabes? Le quiero, y no me gustaría que se enterara de esto —veo el asombro en sus ojos ante tal confesión—. Estamos aquí por un castigo y lo haremos, ¿vale? Fuera de esto, no existo.

COLEMAN

¡¿Novio?! ¿Porqué cojones no lo había dicho antes? ¿Y quién demonios es su novio?

—Dejaste que te besara —digo, intentando parecer indiferente—. Veo que le quieres mucho.

—Tú no sabes nada —murmura, cabreada. Se dirige hacia el almacén con paso decidido pero le agarro del brazo para detenerla.

—No parecía una error mientras me besabas, Nora —reprocho.

—¡Eres tú el que dice que es un error! —me aparta, furiosa.

—¿No fué un error para ti? —enarco una ceja.

Suelta un soplido exagerado y gruñe.

—Déjalo estar, enserio —lleva la mano a su cabeza—. No somos amigos, no somos nada, no le demos más vueltas.

¿Se cree que soy tonto? ¿Pretende hacer como si nada hubiera ocurrido e irse de rositas? No me conoces, Nora.

—Sigue engañándote, Scott —ruedo los ojos.

—¡¿Engañándome de qué?! —estalla, histérica.

—¡Que por mucho que te diga que es un error y me cuentes que tienes novio, no cambia nada! —grito—. ¡Me muero por besarte otra vez y sé que tú también quieres, joder! ¡¿Me ves cara de tonto?!

No abre la boca, me mira temerosa. Sabe que tengo razón. ¿Para qué mentirnos?

—No importa lo que yo quiera o no —dice en un hilillo de voz—. Tengo novio y voy a respetarle. Te lo repito, Jude, cada uno por su camino, olvídame.

¿Por qué cojones me tenía que llamar por mi nombre en una situación así?

—Tú lo has querido —murmuro y salgo de la sala, dejándola atrás.

Camino rápido hacia la salida. Que le follen al castigo, lo va a hacer su puta madre, porque yo no.
Doy una patada a una caja, enviándola a tomar por culo.

Subo las escaleras hasta llegar al patio. La gente sale de las clases, es la hora de comer.
Busco a Mike entre la multitud hasta dar con el, está con una chica bajita, de cabello oscuro y ojos pintados de negro.

—Hey, tío —me da una palmada en el hombro en cuanto me ve. La chica me mira con los ojos abiertos como platos al verme la cara—. Estabamos hablando sobre la fiesta de la semana que viene.

Mierda, el permiso. Me había olvidado por completo.

—¿Es la semana que viene? —pregunto, extrañado. Creí que era a mediados de junio.

—Lo han adelantado —se encoje de hombros—. Mañana podremos utilizar el teléfono —se frota las manos ansioso.

¿Y qué me importa? No tengo a nadie a quién llamar ni ninguna llamada que recibir.

—Tengo que irme —dice la chica mirando fijamente a la otra punta del patio. Miro y veo a Nora sentada en un banco—. Nos vemos otro día, si eso, ¿vale?

—Hasta luego, Dafne —se despide Mike, sonriente.

—¿Ya te has aprendido su nombre? —observo su cara embobada.

—Gilipollas —sonríe y me rodea la espalda con su brazo.

Caminamos hacia la cafetería para comer.

—¿Ya has acabado lo del almacén? —abre la puerta y la sujeta para que yo también entre—. Pensaba que no vendrías a comer.

—No tenía ganas de hacerlo —digo sin importancia, mirando el buffet de hoy.

—¿Ya te ha dado calabazas la nueva?

Maldito.

—No me gusta, Mike —cojo la ensalada—. Me crea curiosidad, eso es todo. Pero después de lo de hoy, tranquilo, no pienso volver a tener ningún tipo de acercamiento con ella —será por tías en el mundo—. Tiene novio.

—Si te sientes mejor haciéndote creer que no te gusta, tú verás, hermano —ríe y se dirige hacia una mesa.

Caminos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora