—¿Nerviosa? —inquiere Karen, girando el volante del coche para adentrarse en un parking cerca de un gran local.
—Bueno, teniendo en cuenta que es mi primer trabajo... —alzo la vista para ver la fachada del edificio. "El Coral" era un antro de noche donde se hacían espectáculos de baile. Según lo que Karen me había explicado durante el trayecto, muchísima gente acudía de noche; siempre mantenía el aforo completo.
Bajamos del coche y cierro la puerta. Debería mentalizarme en sacarme el carnet de conducir, me vendría de lujo, y ya con los dieciocho años cumplidos no tenía problema alguno. El problema se encontraba en el pago del carnet, que claramente, no iba a permitir que Jude me mimara más, llegaba incluso a enfadarme. Con esfuerzo cada mes, si en unos minutos me admiten, ganaría un sueldo aceptable para poder mantener mis gastos necesarios, quitando la casa, ya que estaba totalmente pagada.
El sol comenzaba a esconderse, y el bar aún se encontraba cerrado, aunque se podían visualizar unas luces en el interior. Tras abrir la puerta, un chico, no más alto que Karen, nos recibe con una sonrisa y la abraza con ímpetu. Éste debería ser el jefe, por lo tanto, su ex novio. No estaba nada mal, pero se le notaba muchísimo más mayor que ella, quizás de unos veintisiete años.
—Tu debes de ser Scott —estrecha mi mano cordialmente.
—Nora —le corrijo, evitando formalismos.
—Soy Dom, tu nuevo jefe —me indica que le siga —. La distribución del local es sencilla; aquí está la barra y justo a la derecha toda la zona para consumir. La zona de fumadores se encuentra a lo largo del pasillo —abandonamos la sala saliendo a una terraza gigantesca con más sofás —, esto de aquí es el escenario, donde varias chicas bailan y hacen espectáculos, que será una de tus funciones también, siempre que quieras claro, no te voy a obligar a exhibirte —me sonríe.
—No es que sea una máquina bailando, seguramente mandaré a algún cliente al hospital cayéndome desde ahí arriba —señalo la tarima que estaba a varios metros del suelo.
Dom suelta una carcajada.
—Tranquila, es tu decisión —alza las manos —. ¿Te vendría bien empezar hoy mismo?
—¿Estoy contratada? —titubeo sin poder creerlo. Recuerdo en ese mismo momento en cómo se había presentado, dejándome claro que ya era mi jefe, sin apenas conocerme.
—Por supuesto —coge unos papeles de detrás de la barra —. Firmaremos el contrato después. Karen me ha comentado que necesitas un trabajo, y justamente, yo busco una nueva empleada. Adquirirás la experiencia a medida que vaya pasando el tiempo, y verás como en unos meses lo dominarás a la perfección.
Contenta e incrédula, estrecho de nuevo la mano de Dom, dándole mis más sinceras gracias. Me había salvado de un gran apuro...
Tras firmar el contrato y dejar todo listo, me dirijo con Karen hacia una puerta que luce un cartel: Sólo personal autorizado. Al cruzar el umbral, un gran murmullo de personas hablando me sorprende. Habían unas siete chicas poniéndose la ropa de trabajo, bastante provocativa. Todas ellas eran guapísimas, con cuerpos de escándalo, la mayoría operados.
—¿Tengo qué cambiarme? —me acerco a Karen, que se encuentra abriendo lo que parece ser su taquilla.
Abre la taquilla de al lado que no tiene candado y saca uno de los conjuntos.
—¿Este te gusta? —mis ojos se abren de par en par al ver el vestido similar al de la fiesta del día del permiso en el correccional. No me traía buenas vibraciones, recordando cómo acabó por culpa de Ryan; todo destrozado.
—Prefiero esto —concluyo, sacando con confianza un mono de color negro con la espalda descubierta, que taparía a la perfección mis pequeñas tetas.
Karen se encoje de hombros y en pocos minutos ya se encuentra lista, tras retocarse el pintalabios rojo sangre que llevaba. Opté por no pintarme más de el casi invisible rimmel que llevaba.
Salimos las nueve hacia el local mientras nos presentamos y Dom anuncia que la apertura será en cinco minutos.
—Nora, tú te pondrás con Karen en la barra, así podrás ir aprendiendo —me señala el otro extremo de la sala. Se acerca a las otras chicas ordenando sus posiciones de esta noche mientras Karen me guía.
—No es muy difícil —coge un vaso de tubo de cristal —. Primero, metes un par de hielos en el vaso. Dependiendo del tipo de alcohol que te pidan, sirves uno u otro. Si no sabes lo que es, me preguntas sin problema y te ayudaré —sigue llenando con un líquido rojo el vaso hasta la altura de los hielos —, ni muy arriba ni muy abajo, que el cliente no se pueda quejar. Después la mezcla, y listo. Coges una pajilla de aquí —señala un cubo lleno de packs de pajillas de todos los colores —, y no hay más. Procura cobrarles antes de darles la bebida. Entra muchísima gente en el bar y no estamos como para ir detrás de los clientes borrachos.
Tanta información abruma mi cabeza y tan sólo creo recordar que debía echar el alcohol a la altura de los hielos. Estaba realmente nerviosa, pero sabía que con la práctica acabaría dominándolo.
Observo cómo dos de mis compañeras se encuentran haciendo bailes extraños, y demasiado provocativos alrededor de una barra del escenario. Rio al pensar en cómo se me vería ahí, haciendo más bien el ritual de apareamiento de una paloma, en vez de bailar.
Cuando ya cae la noche, pasados cinco minutos, las puertas se abren, y pocos instantes después la gente empieza a entrar en el gran local. Las luces ya no son fijas, parpadean, sobretodo cerca de la barra, que hay como una especie de pista de baile. La música suena a toda pastilla, y no me hace falta saber que en cuanto llegue a casa, seguiré escuchándola en mi mente sin cesar.
—Ponme un ron con coca-cola, guapa —me pide un chico, sosteniendo un billete en la mano y guiñándome el ojo.
Automáticamente, me pongo de los nervios y doy dos vueltas hasta encontrar la botella. Sigo los pasos de Karen, y a decir verdad, no tenía mucha complicación. Seguramente, un niño de dos años lo haría antes que yo, con lo patosa que llego a ser.
—¿Eres nueva? —inquiere, gritando por encima de la música. Asiento —. Nunca te he visto por esta zona.
—Me mudé ayer —respondo. ¿Y qué le importaba a este tío?
Consigo tras varios intentos, deshacerme de él, hasta que se aleja para observar a mis compañeras menear el culo.
—¿Todo bien? —me pregunta Karen horas después, cogiendo una botella que se encontraba justo detrás mía.
—Sí —sonrío. No acababa de caerme mal ahora que la conocía más; se había mostrado muy simpática conmigo. Quizás no debí juzgarla tan rápido en aquel ataque de celos, pero igualmente, iba a mantenerla vigilada. Una cosa no quitaba la otra, había notado cómo le hablaba a Jude cuando fuimos para su casa antes de venir a El Coral.
—Plegamos a las tres —me comenta, antes de volver a su sitio. Contemplo el reloj que se encuentra a mi espalda: marcaban las dos de la madrugada.
Se me había hecho muy llevadero. La música me gustaba, incluso meneaba con torpeza las caderas mientras servía los cubatas. Recibí miles de piropos y propuestas indecentes a lo largo de la noche que no dudé en rechazar ni en una sola ocasión.
Me imaginaba a Jude, a esas horas de la noche, durmiendo en su cama a pierna suelta. En parte le envidiaba, aunque tendría que madrugar para trabajar al día siguiente mientras yo dormiría plácidamente. A veces, fantaseaba con compartir una cama en común con él, comer, jugar, ver la televisión, y follar por doquier. Me gustaría que en un futuro sus calzoncillos y mis bragas compartieran el mismo alambre.
Doy un trago a una bebida que me ha servido mi jefe, hecho que me sorprende, ya qué no se puede consumir alcohol en horario laboral, pero por otro lugar, sabía que aquí muchas normas eran diferentes. Al notar el fuerte alcohol bajando por mi garganta me estremezco y arrugo la boca. Joder, estaba cargadísimo.
—¿Nora?
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Caminos cruzados
Romance"SUS CAMINOS ESTABAN CRUZADOS, Y POR MUCHO QUE ELLOS QUISIERAN NEGARLO, SIEMPRE SE VOLVERÍAN A ENCONTRAR." Desde bien pequeña, Nora Scott, había presenciado las palizas que recibía su madre todos los días por parte de su padre. El entrar en un corre...