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Dejo una rosa de color negro sobre el ataúd de Dafne antes de volver al lado de Mike, que se encuentra apoyado en Jude roto en llantos.

Las palabras que relataba el cura parecían no llegar a oídos de nadie. Todos estábamos absortos, con la mirada clavada en un punto inexistente, insignificante. Tan sólo podíamos pensar en ella.

No pude pegar ojo en toda la noche, a pesar que insistieron en qué la pasara en el hospital, ya que estaba algo enferma y lastimada, pero no acepté. Llegué a casa y me encerré en el cuarto, tumbada en la cama, con Boliche entre mis brazos. En ese momento no me importó que dejara toda la sábana llena de pelos blancos, sólo podía llorar y llorar hasta quedarme dormida.

Recibí llamadas de Evan que ni me molesté en contestar, incluso un mensaje de Candice desde Europa, que me mandaba apoyo. Jude llamó al fijo de casa repetidas veces, a sabiendas que no iba a contestar. No quería hablar con nadie, sólo con ella y ya no estaba conmigo.

—Hasta siempre —susurro para mis adentros. Una hilera de globos surcan los cielos, adornando el azul en memoria de Dafne.

Su familia se despide de todos nosotros, exclusivamente de Mike, hasta quedarnos solos delante de la tumba. Evan invita a Mike a un café para distraerse un poco, sin preocuparse en avisarme, ya que no pensaba moverme de ahí. Le veo alejarse y cómo me dedica una dulce sonrisa y asiente la cabeza al ver cómo Jude se acerca a mis espaldas, lo cuál no supe entender.

Suelto un suspiro y me siento en el muro que hay enfrente de la tumba.

—¿Cómo estás? —se sienta justo a mi lado sin tan siquiera mirarme.

—Igual que todos —me limito a decir con la mirada pérdida en la lápida.

Dafne Sherwood.

Amiga, compañera, esposa y madre.

Descansa en paz.

—Si no te hubiera dejado sola...

—Si yo no hubiera ido a los jardines nada de esto hubiera ocurrido —le interrumpo, evitando que se eche a él mismo las culpas.

—No tienes la culpa, Nora.

—Tú tampoco —y comprendo en ese instante que no tan sólo hablábamos sobre la muerte de Dafne, si no de todo lo ocurrido en estos dos años.

Ahogo un suspiro y saco las gafas de sol de mi bolso para ponérmelas, el sol me dañaba la vista y con los ojos tan irritados no podía ni dejar de pestañear un segundo.

—¿Dónde está Gala? —me atrevo a preguntar tras no haberla visto en todo el funeral.

—Lo hemos dejado —concluye y no puedo evitar girarme para mirarle.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Dice que no puede estar con una persona que se empeña en buscar a otra en ella —suspira y saca un cigarro de su cajetilla.

Me quedo callada unos minutos, contemplando a través del oscuro cristal de las gafas como el humo se esparcía al salir de su boca.

—¿Sabes qué me dijo Dafne antes de morir? —digo en un hilo de voz, apartando con rapidez la lágrima que cae por mi mejilla —. Qué haga lo que me indique mi corazón.

Jude envuelve su mano por mi espalda y me estrecha reconfortante.

—¿Y qué te indica, Nora? —titubea, con la voz entrecortada.

Me levanto rápidamente, confusa. No sabía por qué le había soltado todo eso. Le quería. Notaba cómo mi cuerpo deseaba estar con él, sentirlo piel con piel, pero sentía que lo estaba haciendo mal. Evan no se merecía eso.

—¿Dónde vas? —logra decir.

—Debo irme a casa —me excuso mientras camino hacia la cafetería —, nos vemos.

Le dejo atrás, inmóvil, sin decir nada. Tenía un cacao mental en mi cabeza, y estaba devastada; aún no podía creer todo lo que había pasado hace a penas veinticuatro horas.

Entro en la cafetería y nada más acercarme a su mesa, abrazo a Mike con fuerza.

—Lo que necesites, siempre me tendrás aquí —doy un beso en su cuello y estrecho su mano —. Nosotros nos vamos ya, ¿quieres que te acerquemos?

Niega con la cabeza.

—Voy con Jude, no te preocupes —me lanza una mirada qué no logro entender.

Asiento y nos levantamos para dirigirnos al coche de Evan que se encontraba aparcado en la parte de atrás al cementerio. Ambos no articulamos palabra en todo el trayecto de vuelta al barrio, ninguno se atrevía.

[...]

Cuando su coche estaciona justo delante de mi casa suelto un suspiro y procedo a abrir la puerta cuándo me para con su mano.

—Nora.

Me giro hacia él y observo su rostro serio. Era una expresión dura, pero llena de ternura.

—Le quieres, ¿verdad? —hace una mueca y me mira comprensible.

—¿Qué...? —no entendía por dónde iban los tiros. ¿Realmente me estaba preguntando eso?

—A Jude —suspira —, nunca le has dejado de querer, ¿cierto? Contéstame, por favor.

Trago saliva y mi mirada se pierde en la suya. Notaba como le dolía cada palabra que articulaba, pero no veía el odio ni el rencor en sus ojos, parecía que se lo esperase.

—Le quiero.

Estaba cansada de llorar, pero llegaba un punto en qué las lágrimas salían de manera automática, como si estuviera destinada a hacerlo toda la vida.

—Siempre ha habido una parte de mí que lo sabía —confiesa, apoyando sus manos en el volante —. Sinceramente, lo vuestro es real, de verdad, y dudo mucho que nadie pueda jamás romperlo, ni siquiera yo.

—Evan... —frunzo mi ceño y él envuelve mi rostro con su mano en una caricia —. Eres un chico maravilloso y te quiero muchísimo, yo...

—No hace falta que me lo digas, sé que me quieres —me interrumpe y esboza una débil sonrisa —, pero no se puede luchar contra lo obvio.

Sorbo mi nariz y limpio mis mejillas con la manga de mi chaqueta.

Estaba aturdida, realmente aturdida. Evan se merecía lo mejor, una chica que le correspondiera y le ofreciera lo que yo no le podía dar. Me gustó desde el primer momento y le he querido muchísimo todo este tiempo, pero en cuanto Jude apareció y le vi, pareció no haber significado nada, y me dolía que él pudiera haber provocado eso.

La rabia que sentí en mi interior al saber que Ryan había jugado con él y le había engañado para que el no quisiera saber nada más de mí en su vida me partió el corazón. Tantas veces que sentí el rechazo por su parte y tantas veces que lloré, pensando en que jamás iba a dejar que le diera una explicación, la razón por la cuál ocurrió todo... Parecían en vano al saber con certeza que Ryan ideó el plan perfecto para separarnos.

Consiguió que cada un siguiera su camino, su dirección, a pesar de lo que el corazón demandaba. Nos alejó y nos hizo rehacer nuestra vida.

—Quiero que seas feliz, Nora —me sonríe y la sinceridad llena su rostro —, aunque no sea a mi lado, te lo mereces, después de todo lo que has sufrido. Mereces ser feliz con Jude.

—Siento muchísimo todo...

—No lo sientas —niega con la cabeza convencido —, todo pasa por una razón, y si el destino ha creído conveniente el no estar juntos, por algo será. Quiero conservar la amistad contigo, Nora, eso si que no puedo perderlo.

—Nunca me perderás —entierro la cabeza en el hueco de su cuello y lloro. Evan acaricia mi espalda y me susurra palabras consoladoras, intentando calmarme.

—Ay, mi pequeña Nora —acaricia mi pelo repetidas veces, tranquilizándome.

Permanecemos varios minutos así, abrazados y hablando sinceros, sin ninguna mentira que se interponga entre nosotros.

Caminos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora