42

1.1K 106 48
                                    

Las semanas pasaron, al igual que los meses. El verano ya acababa y la relación con Jude iba viento en popa. Su trabajo le iba genial e incluso había conseguido un aumento de sueldo por tanto esfuerzo. Pasábamos los días juntos y casi todas las noches se quedaba durmiendo en mi casa hasta que yo llegara de trabajar. No me iba nada mal, ya dominaba mi trabajo a la perfección y mi sueldo me permitía comprar para todo el mes todo lo necesario, e incluso permitirme algún capricho con Jude.

La semana pasada, para despedirnos de este maravilloso verano, fuimos a Europa, a uno de los mejores parques acuáticos del mundo, donde nos lo pasamos en grande y pudimos disfrutar. Cada vez íbamos a más, no cabía duda de que estábamos completamente enamorados el uno del otro. Habíamos logrado mantener la relación a flote a pesar de todo, y eso era algo que nos unía aún con más intensidad. No me podía llegar a imaginar con otro chico que no fuera él.

No supe nada de Ryan en todo el verano, a excepción de aquel día, y decidí no comentarle nada a Jude sobre el asunto, ya que solo provocaría una bronca innecesaria y cómo fue tan solo esa vez, no quise darle mucha importancia.

Karen y yo forjamos una buena amistad, no acabó siendo la típica roba novios que solía ver en mis libros, y resultó ser una chica muy simpática, sólo que muy cariñosa con todo el mundo. Se había echado un nuevo novio, con un nombre demasiado raro para acordarme, algo parecido a Brinsk o Briskino. Estaba muy ilusionada con él y parecía que la relación acabaría dando su fruto.

Acomodo mi cabeza en el hombro de Jude mientras vemos una película junto a Matt y Margaret en el sofá de su casa. Karen había salido a comer con su novio, por lo que no nos acompañaría.

En ese mismo instante, el timbre suena, abrumándonos. Margaret se levanta a regañadientes y se dirige la puerta, pero al abrirla, me hubiera gustado escuchar la voz del cartero, o un vecino, no la voz de esa maldita perra que la reconocería hasta sorda.

—¡Hola! —la voz de Candice retumba en mi cabeza, y Jude gira su cuello rápidamente al escuchar su irritante voz —. ¿Está Matt, o Jude? Soy una amiga de la familia.

No necesito girarme para saber que ahora mismo le había dedicado a Margaret la sonrisa más falsa y ruin del mundo.

Matt se levanta con una sonrisa en la cara mientras mira a Jude, el cual vuelve a mirar la película como si nada hubiera ocurrido.

Habíamos estado tan entretenidos que no nos habíamos parado a pensar en que Candice cumplía su mayoría de edad en pleno verano. Lo extraño, era que no nos hubiera visitado antes, ni ella ni sus padres, a los que tampoco tenía el gusto ni las ganas de conocer.

—Candice, cariño —miro por el rabillo de mi ojo hacia la puerta, viendo como Matt abraza efusivamente a Candice. Ésta no parecía ni ella; tenía el pelo aún más largo y lucía un moreno espectacular. No paso por alto su figura tan cambiada, lo que me da a pensar automáticamente que se ha operado, tanto de pechos como de trasero. Por eso no la hemos visto antes... —Pasa, Jude está dentro.

Oigo sus tacones acercarse a nosotros y aprieto los puños para no abalanzarme sobre ella y darle otra buena paliza por todo lo que me había hecho sufrir.

—¡Vaya, pero si es Nora! —exclama sorprendida, que de sorprendida nada. Puedo notar su rabia correr por el cuerpo —, ¡pues sí que iba enserio lo de vosotros!

—¿Qué haces aquí, Candice? —gruñe Jude, sin tan siquiera mirarla.

—Venir a visitaros —obvia, entre risas —. Seguro qué os preguntaríais por qué no había venido antes... Estaba en Brasil, arreglándome un poquito.

Veo como se cantonea delante de nosotros, intentando conseguir la mirada de Jude, que la ignora completamente.

—Ya te puedes ir, entonces —Jude la mira, y la invita a abandonar la casa con un gesto de mano.

Caminos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora