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—¿Nora?

Me giro completamente al oír mi nombre entre la multitud, encontrándome con Ryan de morros. Nada más verle, mi cuerpo se tensa por completo y no dudo en dar un paso atrás. ¿Qué hacía ahí y cómo sabía dónde trabajaba?

—No te asustes, por favor —me implora —. Sólo he venido para pedirte perdón...

—Ryan, sal de aquí ya si no quieres que llame a los de seguridad —advierto, visualizando a unos metros un hombre vestido de negro con un pinganillo en la oreja.

—Nora, te quiero —sus ojos se iluminan. Tenía unas ojeras gigantescas, y lucía un chándal desgastado —, por favor, déjame arreglarlo...

—No sé cómo coño has averiguado dónde vivo y mi trabajo, pero ya puedes estar largándote —vuelvo a decir más enfadada —. Tus te quiero dejaron de valerme el día en qué me pusiste la mano encima. Ahora vete.

Doy media vuelta y atiendo a una chica que hay al otro extremo de la barra, cerciorándome de que Ryan sigue ahí parado, observándome. Joder, ¿no pensaba irse?

—Nora, por favor... —alarga el brazo para tocarme y lo aparto de un bofetón.

—No me toques...

—¡Eh! —el chico de antes, que entabló una pequeña conversación conmigo, deposita firme su brazo sobre el hombro de Ryan —. ¿Qué está pasando aquí?

—Nada de tu incumbencia —gruñe Ryan, deshaciéndose de su agarre.

—La chica te ha dicho que no la toques, algo habrás hecho, así que ya puedes marcharte si no quieres que llame a la policía... —le mira con autoridad. Le sacaba unas dos cabezas a Ryan, y aún así, éste ni se inmutaba.

—Ryan, vete —me uno a él, y me siento más protegida ante la aparición del chico.

—Esto no va a quedar así, Nora —levanta su dedo índice en señal de advertencia —,  volveremos a vernos.

Dicho esto, se da media vuelta hasta desaparecer por la puerta del local. ¿Estaba completamente loco acosándome? No me había percatado del tiempo transcurrido desde que salí de Giddings. Mi mente estaba tan dispersa que olvidé por completo el cumpleaños de Ryan. Realmente, me asustaba la idea de que estuviera fuera, no encerrado sin que pudiera hacerme daño.

—¿Estás bien? —inquiere el desconocido, torciendo una ceja.

—Sí, muchas gracias... —me paro al ver que no me sé su nombre.

—Evan —acaba por mí —, Nora, ¿no?

—Así es —le sonrío aliviada, y me dispongo a ofrecerle un cubata gratis, por salvarme de ese apuro.

—¿Quién era ese tío? —frunce el ceño, cogiendo el cubata que acabo de prepararle.

—Mi ex novio... —murmuro asqueada, echando un par de hielos en un vaso.

—Vaya, parece qué fue grave... —supone —, ¿te engañó?

—Me pegó —concluyo, limitándome a esbozar una débil sonrisa al ver cómo le cambia la cara por completo.

—Joder, le tendría que haber dado un buen puñetazo —masculla.

Suelto una carcajada y lo calmo, percatándome de cómo la barra comienza a vaciarse, ya que quedaban escasos minutos para el cierre completo del local. La música comenzaba a ser un tanto pesada ya para mí.

—Por cierto, gracias por el cubata —me guiña un ojo mientras se levanta del taburete —, aunque parece que voy a tener que irme.

—Cerramos en tres minutos —me encojo de hombros apurada. A penas había acabado su vaso de tubo.

Caminos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora