Cuando mis pies tocan el suelo húmedo un escalofrío recorre mi cuerpo. Estaba acostumbrada a la lluvia de Calgary, pero esta vez parecía diferente. Las gotas impactaban con fuerza en el suelo y el viento corría de este a oeste, calándote hasta los mismísimos huesos.
Miro hacia atrás y me encuentro a Boliche, que me mira curioso, ladeando la cabeza hacia los lados, preguntándose quizás porque no agarro la correa y lo saco a pasear.
Ya era de noche, las nubes tapaban la luna y a penas se veía por las pobres farolas que alumbraban el camino hasta el parque.
Salgo con lo puesto; la camiseta de tirantes que suelo llevar antes de irme a dormir, un pantalón de chándal y unas zapatillas cerradas. Olvidé la chaqueta y el paraguas. Fue demasiado que recordara el meterme las llaves en el bolsillo antes de salir.
Tenía la mente en otro lugar, dispersa y vagando en miles de pensamientos que rondaban por mi cabeza. Sabía que estaría allí, que Jude no iba a faltar. Conocía sus intenciones y estaba casi segura de las mías, aunque mi pulso me delatara.
Mi pelo comienza a pesar y se pega a mi frente. Abrazo mis hombros y camino con la cabeza gacha, evitando que la lluvia me moje más la cara. Agilizo el paso hasta llegar al parque y me refugio debajo de un árbol, dónde no parecía llover mucho.
Miro a mi alrededor y entre la niebla le busco sin éxito alguno. ¿No había venido?
Busco mi teléfono y caigo en que no lo llevo conmigo, al igual que mi reloj.
Suspiro y espero, notando como los minutos pasaban lentos y dolorosos. Miro una vez más antes de volver a casa. Se había arrepentido. No había venido.
—¡Nora!
La voz de Jude provoca una sacudida en todo mi cuerpo y me giro, visualizándole a lo lejos, caminando a paso rápido en mi dirección. Entrecierro los ojos para verle mejor. Cada vez apretaba más y las gotas frías caían sobre mi espalda desnuda congelándome. Agarro con mis manos mi pelo y lo estrujo con fuerza.
—Pensaba que no ibas a venir —logro decir, con la voz entrecortada. Parecía más seguro cuándo lo decía en mi cabeza.
—Siempre voy a estar dónde quiera que estés tú —lo tenía a pocos metros. Estaba completamente empapado, la camiseta se le ceñía y marcaba sus músculos.
Da dos pasos más y antes de que pueda articular una palabra sin sentido, une sus labios con los míos. Estaban congelados; fríos y mojados por la lluvia. Rodea mi cintura con sus manos y recorre toda mi espalda hasta mi nuca. Recibo su beso con ansia y automáticamente enlazo mi lengua con la suya, calientes y deseosas, fundiéndose en un abrasador beso.
Suelto un gemido en su boca y poco me faltaba por soltar una lágrima de alivio. Le tenía aquí, conmigo de nuevo. Me agarro en sus fuertes brazos para evitar que el equilibrio me pase una mala jugada. Estaba temblando de frío y también por volverle a tener en mis brazos de nuevo.
Nuestras lenguas juegan con deseo y fuerza. Separo unos milímetros nuestras cabezas y atrapo con mis dientes su labio inferior, estirando de él, haciendo que nuestras miradas se entrelacen y se miren deseosas.
—No voy a dejarte ir nunca más en mi vida, Nora —promete, jadeando en mi boca. Vuelve a unir nuestros labios, y como adicta, lo recibo de la misma manera.
Anhelaba sus besos y a todo él. No entendía como había estado tanto tiempo sin él. Dos años de mi vida evitando lo inevitable. Cuando me besó en la boda me descolocó entera e hizo que mi cabeza volviera a pensar en él de esa manera que solía hacer cuando tenía dieciocho años.
—No me dejes —froto mi mejilla por su mano y una lagrima cae, camuflándose con la lluvia.
—Te quiero —alza mi barbilla, obligándome a mantenerle la mirada.
ESTÁS LEYENDO
Caminos cruzados
Romance"SUS CAMINOS ESTABAN CRUZADOS, Y POR MUCHO QUE ELLOS QUISIERAN NEGARLO, SIEMPRE SE VOLVERÍAN A ENCONTRAR." Desde bien pequeña, Nora Scott, había presenciado las palizas que recibía su madre todos los días por parte de su padre. El entrar en un corre...