14

1.2K 128 19
                                    

—Buenos días a todos —la voz de la directora retumba en la habitación. Acabo de ponerme los zapatos y espero expectante. Dafne se tapa la cara con la almohada y emite un gruñido—. Bien, por la mañana no se hará clase, ya que se llevarán a cabo las llamadas a vuestros familiares y amigos, espero que aprovechéis esta oportunidad. Os iremos llamando por megafonía. Que paséis un buen día —se escucha un pitido y se corta.

Estoy muy nerviosa. No sé que decirle, ni cómo me recibirá.

—Mejor, así puedo dormir —murmura mi compañera, somnolienta.

Ruedo los ojos y me tumbo en la cama ya vestida. Oigo como la puerta zumbea, señal que indica que ya se puede salir. Ya saldré luego a desayunar.

Tras veinte minutos, la directora empieza a mencionar alfabéticamente a los internos, por lo que ya puedo esperar rato.

—Jude Coleman —se oye decir.

¿A quién llamará?

COLEMAN

Camino hacia la sala donde se hallan los teléfonos con la intención de saber si alguien ha llamado para hablar conmigo, ya que yo no pienso llamar a nadie.

—¿Jude Coleman? —pregunta el guardia nada más entrar.

Asiento con la cabeza. Me indica que entre en una sala donde hay un teléfono y las paredes son de cristal.

—Tienes una llamada de tu familia —abro los ojos como platos y entro en la sala.

Cojo el teléfono confuso.

—¿Quién?

Espero impaciente una respuesta.

—Hola, hijo —reconozco la voz ronca de mi padre.

¿Porqué me ha llamado? Sólo lo hacia de pequeño, y cuando cumplí los quince dejo de llamarme.

—¿Qué es lo que quieres? —reprocho.

—Cuando cumplas los dieciocho saldrás de ahí —No me jodas—. Espero que todos estos años te hayan cambiado para bien, hijo.

¿De qué cojones va? Me metió en este puto correccional a los nueve años por tirar a un niño desde un tobogán. Fue un accidente, pero con las denuncias de la familia del niño y el mal comportamiento que había tenido últimamente, creyó que era necesario esto.

¿Cree que este lugar me hizo mejor? Está muy equivocado, no sabe cuanto cambie.

—La última vez que hablamos tenía quince años —gruño.

—Estás a punto de ser mayor de edad, espero que estos años hayan conseguido convertirte en una persona decente, hijo —añade, tranquilo.

—Me gustaría ver tu actitud si te meten siendo un crío en un puto loquero —gruño.

—No es un loquero, Jude. Es un reformatorio.

Lo mismo es, te tratan como a un loco.

—Lo que quería decirte es, que cuando cumplas tu mayoría de edad, te sacarán de ahí y vendrás a vivir conmigo —Ni hablar—. El uno de julio.

Está flipando si piensa que viviré con él en su asquerosa mansión.

—No —aseguro.

—Jude —suelta un suspiro—, no tienes dinero para alquilar un piso. Vivirás conmigo y quizás, en un futuro, también con Margaret. Trabajarás para mi empresa y si sigues queriendo irte, te dejaré ir, pero tendrás que dejar mi trabajo para ello.

Suelto una carcajada. ¿Margaret? ¿Quién coño es Margaret? ¿Otra de sus putas? ¿De verdad cree que acabaré viviendo con él? Que le den.

El guardia alza dos dedos, indicando que quedan dos minutos para finalizar la llamada.

—No me queda más tiempo —le informo.

—El día uno iré a recogerte, tienes tres semanas para pensar todo lo que te he dicho, hijo —se despide.

Cuelgo la llamada y me levanto de golpe de la silla. Asqueroso. ¿Cómo puede ser así? Después de tanto tiempo hacer como si nada hubiese pasado.

NORA

—Nora Scott —por fin me llaman, al cabo de una hora.

Salgo de la habitación y dejo a Dafne durmiendo. Llego a la sala y me encuentro con un guardia.

—Esto... Me gustaría hablar con alguien del reformatorio de Brents —digo, algo nerviosa.

—Dentro tienes una guía con todos los números, búscalo —me abre la puerta de cristal—. Dispones de diez minutos.

Busco en la agenda hasta encontrar el número y marco rápidamente.

—Correccional de Brents, le atiende Nate, ¿en qué puedo ayudarle?—la voz de un hombre me recibe.

—Hola, me gustaría hablar con Ryan Collins, por favor —retuerzo la manga de mi camiseta, nerviosa.

—Un segundo.

Espero impaciente. Se oye como el teléfono se mueve, y a continuación un carraspeo que conozco muy bien.

—¿Sí? —mis ojos se llenan de lágrimas.

—Soy Nora —gimoteo, feliz.

—¿N-Nora? —pregunta, incrédulo—. ¿C-Cómo? ¿Te han sacado ya?

—No, aquí también tenemos el permiso de las llamadas —explico rápidamente. Oigo como suspira—. Te he echado tanto de menos...

—Y yo a ti, mi vida —Y al decirme eso, todas las dudas que rondaban por mi cabeza se disipan.

—¿Cómo estás? —no sé que decirle—. Yo he pasado una semana asquerosa, estoy castigada.

—¿Y eso? —pregunta, confuso—. Aquí todo igual que siempre.

—Ya te explicaré —susurro, emocionada —. Escúchame, en una semana es el día libre. Había pensado que podríamos quedar y vernos...

—¿Qué? —suena desilusionado—. Había quedado en ir a la fiesta como cada mes... Podemos vernos allí.

¿En serio me estaba diciendo eso?

—Prefiero que estemos a solas, Ryan...

—Es la única fiesta que tenemos al mes, Nora, por favor —suplica, y es imposible decirle que no. Cedo—. Gracias, gracias, amor.

—Te quiero —susurro.

—Tengo que irme, me están regañando.

—Vale... —limpio las lágrimas de mis mejillas—. Hasta el miércoles.

No se despide, la línea se corta. Le he notado seco, pero sigue siendo el mismo de siempre. Mi Ryan. No veo la hora de que sea la fiesta para poder verle.

—Tienes una llamada —me informa el guardia.

Frunzo el ceño. Quizás es Ryan, otra vez, pero no lo creo. No quiero cogerlo, tengo miedo de que sean mis padres. Desde que entré en mi primer correcional, cada mes, rechazo sus llamadas. Tan sólo quise hablar con ellos el primer mes, cuando suplicaba que me sacaran de ahí, que yo no tenía la culpa. Y realmente, no la tenía.

Cojo el teléfono decidida.

—¿Hola?

—Hola, Nora —ahogo un grito al escuchar la voz de mi madre—. No cuelgues, por favor —suplica.

No respondo. Me quedo ahí parada, escuchando su respiración después de seis años.

—Hija, yo...

—No te atrevas a llamarme así, no después de lo que me hicistéis —noto como mi labio inferior tiembla.

—Tu padre y yo nos divorciamos al año de dejarte en el centro.

Caminos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora