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Había pasado un mes después de que Jude empaquetara todas sus cosas y se marchara de mi lado.

Me sentía vacía y la culpabilidad brotaba en mi interior cada segundo que pasaba. Le necesitaba junto a mí, pero ni mil y una suplicas bastaron.

Hoy era sesenta y una vez que le llamaba desde lo ocurrido, esperando una respuesta, pero tan sólo me respondía el monótono contestador, que ya me sabía de memoria.

Boliche notaba su ausencia; se pasaba horas esperando su regreso al anochecer, ya que era la hora en la que solía llegar, pero nunca lo hacía. Triste, volvía a su cama y me miraba con nostalgia, quizás buscando un porqué que yo ni siquiera podía explicarle.

Quedé con Dafne casi todos los días. Era mi único punto de apoyo ante tal desesperación y desastre. Me apoyaba y creía en mí, y me rogaba que tuviera paciencia, que algún día volvería a mí, pero parecía que nunca llegaría el momento. Le agradecía todo, a pesar qué ella y Mike ya habían encontrado una casa y estaban en plena mudanza, sacó el tiempo de dónde no lo había para verme.

Conocía a Jude, y ante tal decepción jamás iba a volver. La había cagado y aún no lograba entender cómo podía haber hecho eso, ya que lo había perdido absolutamente todo.

—¿Cómo vas? —inquiere Karen, pasando un trapo mojado en la barra que se encuentra justo enfrente mío.

Lo único bueno era qué ella no me había hecho el vacío. Tras enterarse de lo sucedido, decidió mantenerse al margen y darme un mínimo apoyo, ya que sabía el cambio emocional que estaba sufriendo en ese momento.

—¿Sabes algo de él? —mantengo la compostura, ya que ocupar mi mente con su imagen me estremecía y provocaba mi derrumbe.

—Se me ha marchado a Europa —me mantiene la mirada —, por viaje de negocios.

¿Europa?

—¿Y cuándo volve...?

—No lo sé, Nora —me interrumpe y me pasa el trapo para que vuelva a humedecerlo en la pica —. Necesita despejarse también.

Aprieta mi hombro pasando el brazo por encima de la barra y se marcha hacia la puerta para abrir el local.

Cojo aire e intento aparentar un aspecto más o menos bueno, ya que mi jefe, Dom, me había repetido innumerables veces que me mostrara algo más alegre, ya que llegaba a deprimir a los clientes. Había tenido algún que otro follón por mi humor, ya que no pasaba ni una ante los comentarios machistas de algunos babosos.

El local iba cada vez a mejor, y ahora que acababa el verano por completo, la gente acudía aún más sin explicación alguna. La voz corría y la buena reputación de nuestro bar se difundía por todo Calgary.

—Te veo con mejor cara —Dom se acerca a la barra, repleta de gente y me observa mientras sirvo un cubata.

—Lo intento —le sonrío, guiñándole el ojo.

Da dos palmadas en la barra y vuelve a recorrer el local, deteniéndose delante del escenario, donde mis compañeras bailan sensualmente.

—Jack Daniel's con lima, por favor —giro mi cuerpo, hacia la voz y me encuentro con el moreno qué meses antes había conocido y me había librado de Ryan.

—Vaya, hola —esbozo una sonrisa y me pongo manos a la obra con su pedido.

—Hacía mucho que no pasaba por aquí.

—Sí, la verdad es que sí, después de la última vez que me salvaste... —arqueo una ceja y le ofrezco el vaso.

Saca un fajo de billetes y me da uno, esperando que lo acepte, pero le cierro la mano.

Caminos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora