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COLEMAN

Salgo del vestuario con chanclas, preparado para pasar unas fántasticas dos horas en la piscina, limpiando la mierda que se ha creado durante todo el invierno, para que así cuatro gilipollas puedan disfrutar en pleno verano. Manda cojones.

Me acerco al borde de la piscina y observo el agua. Está bastante limpia, algún mosquito por allí, una mosca que no ha conseguido sobrevivir...

—¿Aburrido?

Me giro hacia la entrada de la piscina, y ahí, cruzada de brazos, con una sonrísa llena de intenciones, se encuentra Candice.

—¿Quieres ayudarme a limpiar? —me dirijo hacia un armario y saco un cubo y un trapo.

—Podemos hacer otra cosa... —oigo como sus pasos se van acercando.

Me giro y me la encuentro a menos de un metro de mí, tocándose el pelo.

—Nora llegará enseguida, es mejor que te marches —le advierto.

Enarca una ceja y enrrosca sus manos en mi cuello.

—¿Te preocupa que nos pille juntos? —deposita un beso en mi mejilla—. Todo el mundo sabe que somos novios.

¿Novios?

—No estamos saliendo, Candice —me deshago de su agarre, algo molesto—, sólo follamos.

—Lo mismo es —vuelve a engancharse a mi cuello. Baja su mano hasta la tira de mi pantalón y juguetea con ella.

—Para... —ruedo los ojos.

Mete su mano dentro de mi calzoncillo, agarra mi polla y comienza a mover su mano, despertándola.

—Vamos, Jude, no seas aguafiestas —muerde mi labio inferior y tira de él.

Joder, ¿cómo controlo esto?

Saco su mano de mi pantalón y rápidamente bajo los suyos. Saco un preservativo del bolsillo trasero, aprovechando así para quitarme los pantalones y me lo coloco. Aparto con la mano sus bragas y me meto de golpe en su interior.

—¡Joder, sí! —grita contra mis labios. La empotro contra el armario para así no tener que sujetarla y la embisto, una y otra vez.

Noto como las paredes de su coño succionan mi polla cada vez más, lo cual me indica que está apunto de correrse.

NORA

Abro la puerta de la piscina y mis ojos se abren como platos.

—¡Oh, sí!

Dos personas están follando ahí, delante de mis narices. ¿No tienen vergüenza? ¿Coleman los habrá visto? Entonces caigo. No. No. No puede ser.

Miro detenidamente a la chica, y como me temía, la conozco. Es Candice. Al chico no logro verlo, pero por la altura, juraría que es Coleman. Cerdo.

Quiero irme, pero es entonces cuando Candice me ve y me sonríe. Será zorra.

—¡Más rápido, Jude! —grita la perra, disipando todas mis dudas.

¿Y ahora qué? ¿Me tengo que ir? Una mierda.

Entro en la sala y cierro la puerta con fuerza.

—¡Cuando acabéis tirar el condón a la basura! —les grito acercándome a ellos.

Rápidamente, Coleman baja a Candice de encima suyo y me mira impactado.

—Esto... —se sube los pantalones.

—Permiso —abro la puerta del amario, apartándolos. ¡Dí que sí, Nora! ¡Con un par de ovarios!

—Se llama antes de entrar —gruñe Candice, recolocándose la camiseta.

—Creo que a ti no te han castigado —cojo una escoba y cierro las puertas. Le ofrezco la escoba —, ¿o sí?

Oigo como gruñe.

—Candice es mejor que te vayas —miro a Coleman. ¿Está hablando enserio?

—¿Te la vas a follar a ella también? —su cara es todo un poema.

—Candice —gruñe él.

Enfadada, da media vuelta y se marcha por donde ha venido. Por fin.
No me digno a mirarle. Sigo mi camino hasta la piscina y empiezo a barrer los bordes.

No me sorprende. ¿Qué podía esperar de él? Lo raro es que no haya previsto una cosa así. Cerdo.
Le gustan las mujeres, todas. ¿Acaso conmigo iba a ser diferente? No. Tampoco quería.
Pensé en Ryan y en las ganas que tenía de ver esos preciosos ojos verdes y esa melena plateada. Hacía tiempo que no le veía, desde el intento de fuga, que, desgraciadamente, no dio su fruto. Y escuchar hoy su voz... Había revuelto todos mis sentimientos y dejado claro que, sólo él debía estar en mis pensamientos.

Una parte de mí se siente culpable, culpable de haber correspondido a Coleman cuando me besó. Aprovechó mi debilidad para confundirme y... No volverá a pasar.
En pocas semanas estaré fuera de aquí. ¿Mi madre estaría esperándome a la salida?
El hecho de irme a vivir con ella no era algo que me entusiasmase, no quería volver a pisar esa casa, no después de tanto tiempo y sufrimiento. Quizás se había mudado.

La verdad es que, no quiero darle más vueltas al asunto.

Me pongo de rodillas, mojándolas con el agua que sobresale de la piscina y empiezo a frotar los bordes, sucios debido a la poca limpieza que mantienen ahí.
Oigo los pasos de Coleman acercándose a mí. Será pesado el tío.

—¿No crees que un cepillo te irá mejor que la escoba para quitar eso? —esboza divertido. Acto seguido un cepillo cae a mi lado—. Te ahorrarás trabajo.

Sienta su culo a mi lado, sin importar mojarse o no, y se dedica a copiar mis movimientos, de vez en cuando echándome alguna mirada, quizás intentando averiguar lo que ronda por mi mente. Pero es que eso no lo sé ni yo.

Agarro un mechón de mi pelo y lo deposito detrás de mi oreja, facilitándome la visión a la hora de fregar.  Noto que vuelve a posar su mirada en mí.

—¿Qué? —gruño sin mirarle. Me pone nerviosa. ¿Siempre tiene que sacar lo peor de mí? Con lo fácil que es trabajar cada uno por su lado; acabaríamos antes, y lo cierto es que empiezo a tener sueño.

Ríe, mostrando una hilera de dientes blancos y perfectos. Mueve la cabeza de un lado a otro.

—Nada, sólo te miro —ríe una vez más.

Me está tomando el pelo. La sangre empieza a hervirme y noto que estoy apunto de estallar.

—Mira, compañero —hago énfasis en esta última—. Limítate a hacer tu tarea, yo la mía. Acabamos antes, antes nos vamos a dormir —hablo vocalizando como una niña pequeña.

Frota el cepillo contra el borde de la piscina y lo tira hacia un lado. Se levanta y de un solo tirón, se deshace de su camiseta, quedando su torso totalmente desnudo. Es la primera vez que veo sus tatuajes con tanto detenimiento. Le recorre toda la parte derecha, desde el cuello hasta la mano. Al otro extremo del torso, observo un lobo tatuado.

Qué mal gusto. No me gustan los tatuajes, me parecen una mancha en un cuerpo limpio.
Recuerdo cuando me atrapó para que no saliera en defensa de aquella chica morena, el primer día que llegué. Lo que más me llamó la atención fueron los tatuajes, a parte de sus azulados ojos. Ryan los tiene más bonitos.

—¿Te gusta lo que ves, Scott? —aguanta una sonrisa.

Intento ocultar mis mejillas rosadas. ¿Piensa que es el centro de atención de todo el mundo?

—No me gustas lo más mínimo —musito indiferente—. No es el primer chico sin camiseta que he visto. Y si tienes calor, date un chapuzón.

Dicho esto vuelvo a mi trabajo, sin prestarle atención. Me muevo hacia el lado opuesto a él, frotando sin cesar y evitando cruzar la mirada con él.

Caminos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora