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COLEMAN

—¿Qué? —inquiere, algo molesto mi padre —, ¿cómo os vais a ir a vivir juntos? ¡Sois demasiado jóvenes!

—¿Por qué eres tan negativo? —reprocha Margaret, posando la mano en su espalda —. Cariño, es su decisión y no puedes impedírselo.

Ambos nos miran y agradezco con la mirada a Margaret por la compresión que ha tenido al enterarse. Papá, en cambio, mantiene el ceño fruncido, indicando claramente que no está a favor.

—No era una pregunta —rectifico —, sólo quería avisaros, creo qué es lo mínimo, pero la decisión está tomada.

Me tocaba mucho las pelotas qué siempre tuviera que llevarme la contraria en todas las decisiones que tomaba. La vida era mía, y siempre había hecho lo que quería, y más cuando no lo he tenido a mi lado prácticamente nunca. Ahora no podía exigirme nada.

Tenía mi puesto en su empresa de mudanzas, que gracias a Dios, me iba genial y ganaba una cantidad de dinero considerable, más el sueldo de Nora, podíamos llegar a fin de mes de sobras.

—¿Lo has pensado bien, hijo? —vuelve a preguntar, atónito.

—Es algo que llevo muchos meses pensando —miento.

Nora me mira curiosa, arqueando una ceja. Joder, ¿qué le iba a decir? ¿Qué lo había decidido hace una hora?

—A mí me parece bien —Margaret nos apoya, esbozando una sonrisa comprensiva —. Matt, tu hijo ya tiene la vida hecha, déjale que disfrute...

Mi padre sigue con rostro lleno de desaprobación, lo que me da absolutamente igual, estaba deseando que me dejara en paz para poder ir a hacer las maletas.

—Haz lo que quieras, pero como te salga esto mal —nos señala a ambos —, no vuelvas a pedirme ayuda.

—¡Matt! —exclama Margaret, ante el comentario tan desafortunado.

Tenía las pelotas ya bien hinchadas, y faltó que soltara ese comentario para querer decirle de todo. ¿Cómo soltaba eso delante de Nora?

Nora me agarra el brazo, precavida, implorándome que me calme. Seguramente a ella no le había hecho ni puta gracia ese comentario, pero cómo educada que es, se había callado la boca para no faltarle al respeto.

—No sabes nada —gruño, tirando del brazo de Nora para abandonar el salón —. Gracias Margaret.

Subimos las escaleras hasta llegar a mi cuarto y veo como Nora se sienta en la cama pensativa.

—Es un imbécil, no le hagas ni caso —concluyo, bajando del armario dos grandes maletas.

—Pensaba que iría mejor...

—Yo no, desde luego —ruedo los ojos —. Mi padre puede tenerte aprecio, pero hasta que no me vea con Candice no será feliz.

—Pues va a tener que sentarse a esperar —ríe.

Asiento y comienzo a sacar toda la ropa de los armarios hasta vaciarlo por completo. Tan sólo cogí los objetos personales que más me importaban, aunque tampoco tenía muchos.

Nora se dedicó a doblar bien toda mi ropa, ya que no era un experto en ello y hacía más bulto en la maleta.

—Tienes ganas de ver a Mike, ¿verdad? —me pregunta, cerrando por completo la última maleta. Después de dos horas, habíamos conseguido dejarlo todo listo.

—No sabes cuanto —suspiro. Ansiaba que llegara la semana que viene para poder verle al fin.

Nos despedimos de Margaret con gran cariño, y a mi padre, me limito a darle un casto abrazo, ya que no consideraba que se mereciera otra cosa en ese mismo instante.

Caminos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora