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AVISO: A partir de este capítulo habrán muchas más escenas de sexo explícitas. Si no son de tu agrado, sáltalas. ¡Gracias!

Busco sus labios entre la oscuridad hasta que topo con ellos de lleno. Sus manos acarician mis caderas suavemente, y las apoya en mi culo, sobándolo lento.

Noto su boca en mi cuello y seguidamente sus dientes mordiéndome el lóbulo de la oreja.

—Joder, Jude... —gimo, excitada. Tenía los pelos erizados ante su tacto.

—Me gustas demasiado —susurra en mi oreja—. Siento algo por ti. Muy fuerte, joder.

Me quedo de piedra ante sus palabras. ¿Era real? ¿Eso había salido de su boca?

—No quiero negarlo más —gruño, pegándole más a mí —. No quiero separarme más de ti, por favor.

Noto como niega con la cabeza y vuelve a unir sus labios con los míos, tomándome de la nuca y acercándose.
Noto la calidez de su saliva; su lengua se abre paso en mi boca, lamiendo el interior de mi labio inferior y entrelazándola lentamente con la mía.

Me quito la camiseta torpemente entre besos y la lanzo a los pies de la cama. No llevaba sujetador, por lo cual mis pechos rozaron contra su torso. Suelta un suspiro.

Bajo mis pantalones y me quedo tan sólo con un fino tanga de encaje que Dafne me había comprado. Acerco sus manos hacia sus pantalones y choco contra su erección. Aparto automáticamente la mano nerviosa, pero sin pensarlo, vuelvo a tocarla, besando sus labios.

Me deshago de sus pantalones lo más rápido posible, y ahí, casi desnudos, nos acariciamos durante varios minutos, frotando cada parte de nuestro cuerpo.

Manda su boca a mis pechos, y joder, joder.

—¿Te he dicho alguna vez que me encantan tus tetas? —susurra tras lamer un pezón—. Son perfectas, Nora, joder...

—No pares...

Masajea mi pecho mientras que besa y lame el otro sin parar. Echo la cabeza hacia atrás ante tanto placer y gimo sin vergüenza.

Acaricia mi rodilla y sube por la parte interna de mi pierna. Tira de mi tanga hasta dejarlo en mis pies y delicadamente separa mis labios y se cuela dentro de mí con dos dedos.

COLEMAN

Los gemidos de Nora se meten en mi cabeza y hacen que me vuelva loco. Su lengua lame la mía. La atrapo bruscamente y juego con ella.

Mi polla da una sacudida y oigo como ella suspira entre gemidos, al compás de mis dedos entrando y saliendo de ella sin parar.  Acaricio su clítoris y me incorporo un poco en la cama, sin separar mi boca de la suya, para tener más accesibilidad a ella. Su cuerpo es oro. Es preciosa.

Y era mía.

—Dios... —gime, agarrando mis espalda con fuerza.

—¿Te gusta? —lamo su cuello.

Asiente con frenesí y noto como cuela su mano en mis calzoncillos, agarrando mi polla y acariciándola despacio.

Suelto un débil gemido y en un sólo movimiento me encuentro encima de ella, sin ropa interior, intentando no dejar caer todo mi peso, para no hacerle más daño del que ya tiene.

—Hazlo, joder... —gime encima de mi boca. Y ante tal súplica, estiro mi mano hacia el cajón y cojo un preservativo, el cual no tardo en abrir y colocármelo.

Guía mi polla hacia ella y noto como se retuerce de gusto cuando entro en ella con delicadeza.

No era nada habitual en mí actuar de esa forma, pero necesitaba tocar y besar cada parte del cuerpo de Nora. Lo anhelaba, y necesitaba sentir su placer para tenerlo yo.

Caminos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora