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COLEMAN

Hacía una hora había presenciado uno de los momentos más incómodos de mi vida; el reencuentro con mi padre. Tras nueve años, volvía a verlo, ahí plantado justo en el mismo sitio donde me abandonó, a merced del reformatorio.

Verlo creó un cúmulo de sentimientos en mi estómago. La mayoría eran de rabia y decepción.
Parecía estar igual que como lo recordaba, sólo que con el pelo, en vez de castaño, cubierto de canas, y algunas arrugas habían aparecido bajo sus ojos. Llevaba gafas, cosa que me sorprendió, ya que el siempre había sido un hombre con vista de águila.

No me habló, se limitó a firmar todos los papeles y hablar con la directora, a la que al salir por la puerta, le dediqué la mayor cara de asco del mundo, dedicándole mi dedo corazón. Era una gran zorra.

Ante la última vez que hablemos, pareció entenderme muy bien, sabía que no quería escuchar ni una palabra sobre el pasado, ya que no arreglaría nada y hablarlo solo empeoraría más las cosas. Ya estaba hecho, y si en nueve años no le he perdonado, mucho menos lo iba a hacer ahora. Mi propósito era trabajar para él y nada más, ganarme mi dinero y ver como avanzaría con Nora. Le debía un mínimo respeto por reinsertarme en el mundo laboral.

Una canción que odio suena en el avión y no tardo en quejarme, evitando la mirada de mi padre. Observo el paisaje. Los aviones me relajaban, el ver desde una altura superior, pero tener al lado a este señor no lo conseguía.

—Estoy seguro que Margaret te encantará, es muy buena —murmura, con la vista metida entre las líneas de un periódico.

—¿Sí? —resulto irónico. ¿Qué me importaba? —. ¿Cuándo la conociste? ¿Va para largo o en una semana ya habrá otra, como siempre?

Recordaba cuando dejó a mi madre. No tardó en buscarse a otra con la que ahogar las penas.

—Es una mujer encantadora, hijo, espero que la trates como se le merece, al igual que a su hija.

—¿Su hija? —ruedo los ojos. Ya me bastaba con tener que aguantar a su nuevo ligue, que encima venía con mochila incluida.

—Sí, y espero que el convivir con ella, te haga ser más responsable. Espero que la acabes tratando como a una hermana.

Estaba flipando si creía que iba a hacer de niñera de una niñata. Ya bastante movidas había tenido en el correccional, para que encima tenga que procurar ser un buen chico para mi nueva madrastra y hermanastra. Lo llevaba claro.

—Cojonudo —río, apoyando la cabeza en la ventanilla del avión —. ¿Has sabido algo de ella? —inquiero. Mi padre sabía perfectamente a quién me estaba refiriendo.

—Nada. Tengo su numero de teléfono —es la primera vez en un rato que entrelazamos nuestras miradas —. Que tu madre no quiera saber nada de mí no significa que pase de ti. Si quieres, puedes ir a verla.

No me había llamado ni visitado ni una sola vez en todo este tiempo, estaba soñando si creía que iba a querer algún tipo de contacto con ella. Como él ha dicho, sus problemas eran ajenos a mí, pero parece ser que le ha importado bien poco que su hijo estuviera en un reformatorio, lo mismo que me importaba ella a mí en ese preciso momento.

Niego con la cabeza.

—Por cierto, ¿qué tal Candice? En muy poquito saldrá —noto la curiosidad en sus palabras, y sé bien hasta donde quería llegar.

—No estoy con ella.

Noto su decepción sin tan siquiera mirarle.

—Vaya... Bueno, quizás no era el lugar adecuado... —comienza a hablar, a lo que desconecto rápidamente. No quería escuchar esas estupideces.

Caminos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora