COLEMAN
Zarandeo a la chica esperando que reaccione, pero no obtengo respuesta. Habían pasado dos horas desde que permanecíamos encerrados, y tan sólo faltaba que la palmara y encima cayeran las culpas sobre mí. De puta madre, sí señor.
—¡Eh, vamos! —pongo una mano en su mejilla, completamente helada.
La separo de la pared y la apoyo contra mis piernas.
—¿Te llamas Scott, no? —pregunto, logrando que abra un milímetro los ojos—. Sí, te llamas así. Escúchame, no te duermas —le ordeno y asiente—. Voy a quitarte esto, ¿vale? —le señalo el delantal.
Abre la boca levemente.
—Gil... —susurra con dificultad.
—¿Qué? —frunzo el ceño sin entenderla.
—Gili... —vuelve a intentarlo—. G-Gilipollas...
Suelto una carcajada.
—Sí —rompo el nudo del delantal, quitándoselo—, soy un completo gilipollas.
Lo aparto de mi vista y empiezo a quitarle los guantes. Tiene las manos congeladas, al igual que los labios, en los que ya empieza a aparecer un color azulado.
—Vamos, sigue mirándome —palpo su espalda. También está empapada—. Insúltame si quieres, Scott.
Hago fuerza con los labios, intentando frenar la tiritera que llevo encima. Empiezo a levantar su camiseta, pero noto como hace un ápice de fuerza, impidiéndomelo.
—Tienes que entrar en calor, joder —levanto de un tirón su camiseta, evitando fijarme en los hematomas que hay en su tez blanca y sin pasar por alto sus pequeños pechos. Seco su espalda con la parte de su camisa que no está mojada y rápidamente me quito la camiseta para ponérsela.
—E-Eres un... —tiembla—. Hijo d-de perrrrrrra—arrastra las palabras.
Desvía su mirada a mi abdomen, buscando un hueco para encontrar algo de calidez. Alcanzo mi delantal y me lo ato por la espalda, dejando mi torso desnudo y tapándome a la vez, para así tener algo de calor en la espalda.
—Vamos, ven aquí —tiro de ella, subiéndola en mi regazo.
—N-No —apoya una mano en mi pecho. Joder, qué frio.
—Sí —gruño, acercándola.
Se rinde y apoya su cara en el hueco de mi cuello. Cada vez se aprieta más a mí. Lo jodido es que a medida que pasan los minutos, tengo mucho más frío. Mi cuerpo está congelado y por no hablar de mis huevos, que deberían estar ya petrificados.
—H-Háblame —le digo, cerciorándome de que no cierra los ojos.
—Déj-jame —gruñe.
Es entonces cuando escucho el ruido de platos chocar y me levanto de golpe, dejando caer a Scott al suelo por error.
—¡Eh! —doy golpes a la puerta, esperando que alguien los oiga—. ¡Estamos encerrados!
La miro. Está tirada en el suelo y poco a poco va cerrando los ojos.
—¡Joder! —la cojo en brazos con la fuerza que me queda—. Ya nos sacan de aquí.
Con Scott en brazos, empiezo a dar golpes con la mano libre, hasta que la puerta se abre de repente. La señora de antes, abre la boca de par en par.
—¿Qué hacéis aquí? —pregunta, asombrada. La aparto, saliendo de el congelador.
—Llama a un médico —tiro al suelo todo lo que encuentro en el mármol de la cocina para después tumbar a Scott encima.
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Caminos cruzados
Romance"SUS CAMINOS ESTABAN CRUZADOS, Y POR MUCHO QUE ELLOS QUISIERAN NEGARLO, SIEMPRE SE VOLVERÍAN A ENCONTRAR." Desde bien pequeña, Nora Scott, había presenciado las palizas que recibía su madre todos los días por parte de su padre. El entrar en un corre...