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Pongo mis pies en el suelo asfaltado tras el viaje en taxi hasta Austin. Intento no caerme al salir del vehículo, pero me parece casi imposible. La carretera estaba infestada de jóvenes, que gritan y bailan cerca de los coches, que retumban por la música.  Algunos sentados en el bordillo, apenas podían mantenerse sentados debido a los efectos del alcohol. Dafne me agarra del brazo y tira de mí, moviéndome al otro lado de la acera, donde una pareja bastante bebida discuten a gritos.

—No recordaba como era esta fiesta —le digo a Dafne, entre risas. Muchos meses Ryan y yo habíamos acudido a este lugar, y todas esas veces, había acabado con una resaca de cojones. El vodka no era mi fuerte.

—Si cuando amanezca no puedo ni moverme, asegúrate de que llegue sana y salva al centro —ríe Dafne. No me bastaba con cuidarme a mí solita, que tendría que hacer de niñera de mi compañera.

Asiento con la cabeza y nos acercamos a una gran casa de cuatro pisos de altura, con un jardín enorme y una gran piscina donde muchos adolescentes bien cachondos ríen y nadan, mientras otros se dan el lote sin gran preocupación.

Junio se notaba, pero a esas altas horas de la noche el aire se colaba entre las chaquetas y provocaba algún que otro escalofrío.

—¿Has quedado en algún sitio con Ryan? —me pregunta Dafne, subiendo las escaleras hacia la gran puerta abierta que daba paso al interior de la casa.

Niego con la cabeza y me limito a seguirla. Era el primer año en que Ryan y yo estábamos separados, y aunque no fueran muchos meses, parecía una eternidad. Supuse que se encontraría en los grandes sofás, donde siempre pasábamos las noches riendo y bebiendo sin descanso.

Tras cruzar unos cuantos pasillos intentando no chocar con nadie para no tirarle la bebida y evitar una pelea, llegamos a otro salón inmenso, cercano a la cocina, donde se encuentran seis sofás repletos de gente.

Busco a Ryan entre la multitud, hasta que sus ojos verdes chocan con los míos. Se encuentra tumbado, con la camisa medio abierta, con dos chicas al lado, vestidas de lo más provocativo y varios chicos más, entre ellos, Coleman y Mike. Mierda.

—¡Ryan! —le grito a gran distancia, evitando acercarme.

—¡Eh, Nora, ven! —exclama, removiéndose su melena rubia.

Al gritar mi nombre, todos los que se encuentran a su alrededor se giran a mirarme. Cruzo mi mirada con Jude, que me clava sus ojos azules desafiantes, y algo decepcionados. Acababa de conocer a mi novio.

Me acerco a él junto a Dafne, y ella no tarda en sentarse al lado de Mike, tirándole los trastos.

—¿Invítame a uno, no? —vacila, señalando el vaso de plástico que Mike sujeta con una mano.

Vuelvo a centrar mi atención en Ryan, que se levanta, dejando a las dos desconocidas atrás. Me rodea con una mano toda la cintura y con la otra acaricia mi pelo.

—Pensaba que no vendrías —son sus primeras palabras al verme. Deja un casto beso sobre mis labios y otro en mi mejilla—. Llevo aquí ya dos horas.

¿Dos horas? No eran ni las doce y media de la noche, y aunque la gente ya fuera bastante borracha, me sorprendía que él hubiera venido tan pronto.

—¿Por qué no vamos a dar una vuelta por ahí? —le sugiero, intentando alejarnos de ese lugar lo máximo posible—. Tengo mucho que contarte.

—Luego habrá tiempo para eso—vuelve a depositar un beso en mi boca y tira de mí—. Siéntate con nosotros, te presentaré a mis colegas.

Tras intentar negarme, acabo sentada a su lado y al de una pelirroja que me mira bastante mal. ¿Quién coño es? Ni siquiera la conozco.

—Nora, estas son Judith y Catt —presenta, indicándose primero a la pelirroja y después a la morena que se encuentra a su lado. La morena me recibe con una sonrisa, en cambio, Judith se limita a sonreír con dificultad—. Esta es mi chica, Nora.

—Encantada, guapa —Catt me da dos besos bien sonoros y vuelve a sentar su culo al lado de Ryan, bebiéndose el vaso del tirón.

Ryan envuelve mis hombros con su brazo y besa mi sien. Dirijo la mirada hacia Coleman, que habla seriamente con Mike y Dafne.

—Estos son Coleman y Mike —les señala—. Nos hemos conocido hace unas cuantas horas entre cubata y cubata—ríe.

Mike parece incómodo y se limita a sonreír. Cuando de repente, Coleman se levanta y me da dos besos rápidos.

—Encantado —su sonrisa no puede ser más falsa—. ¿Nora, te llamas?

Empiezo a notar como la rabia recorre todo mi cuerpo y intento parecer lo más tranquila posible. ¿A qué juega? No sé si preferiría que Ryan supiera que vamos al mismo correccional, o que simplemente fingiera que no le conocía. Opté por la segunda.

Cuando pensaba que la noche no podía empezar peor, unos minutos después, dos cuerpos de escultura, que enseñaban más carne que ropa aparecieron delante nuestro.

Candice y Cyntia.

—¡Pero, bueno! —gritan sorprendidas, y no tardan en hacerse un hueco en el sofá.

Cuando Candice va a sentarse, Coleman la agarra de la cintura y la sienta encima suyo.

—Soy Candice —se presenta a mi novio y a las dos chicas —. Un gusto.

No podía haber una persona más falsa en toda la faz de la tierra, y no había otro puta habitación en toda la casa, que tenían que venir aquí.

—¿Hemos venido a beber, no? —dice Cyntia, alzando los brazos—. Voy a por unos cubatas —se levanta presumida—. Ehm, ¿tú bebes? —se dirige a mí.

—Claro —me encojo de hombros.

Desaparece y camina hacia la cocina sobre unos tacones de aguja altísimos, a juego con su vestido verde.

—¿Qué haces vestida así? —susurra Ryan en mi oído, tras besarme.

¿Cómo? Miro mi vestido y automáticamente lo bajo.

—¿No te gusta? —pregunto, algo incómoda.

Tanto a Dafne como a mí nos había encantado mi vestido, y tras dudar mucho conseguí acabar poniéndomelo. Pensaba que le gustaría, pero la verdad, es que me daba igual su opinión, yo soy dueña de mi cuerpo.

—No es eso, sólo que no es tu estilo —contesta seco y vuelve a dar un trago a la bebida. Sus mejillas ya están bastante rojas por el alcohol.

Paso la siguientes dos horas hablando con Ryan, contándole las novedades de mi nuevo correccional, evitando algunos pequeños detalles. Él parece el mismo de siempre, y cada vez que entrelaza su lengua con la mía, noto el sabor que tanto había anhelado. Parecía estar en las nubes.

Coleman había dedicado su tiempo en enrollarse cada dos por tres con Candice, agarrándola del culo. Ésta le había sugerido a los cuatro vientos de ir a una habitación a follar, lo que él había rechazado como unas diez veces, ya que iba demasiado borracha.

Sólo bebía como un condenado.

Dafne y Mike se habían dado un par de besos tímidos, cosa que iba a progresar a lo largo de la noche, como había predicho antes de la fiesta.

Ya notaba como el alcohol hacía efecto en mí. Me había bebido seis vasos enteros de tubo, y como no, de vodka con lima. No paraba de reír, todas las tonterías que mi amiga hacia eran acompañadas de mi estruendosa risa.  A veces, notaba como ni siquiera yo sabía lo que coño decía.

Por segunda vez, desde hacía ya varias horas, noté la mirada de Coleman en mí. Ahora Candice se encontraba al lado de Cyntia charlando de, ¿peces bonitos?

Él llevaba toda la camisa desabrochada, y alguna que otra marca de pintalabios por su torso. No me importaba.

Me miraba fijamente y no entendía nada. Ya iba lo suficientemente borracha para que encima intentar adivinar lo que pasaba por la mente de este enfermo.

—¡Eh! ¡¿Y si jugamos a un juego?!  —grita Candice, arrastrando las palabras.

Caminos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora