31

1.1K 122 25
                                    

COLEMAN

—¿A ti no te riega bien ahí arriba, no? —señalo su cabeza, molesto.

—Vamos, no seas aguafiestas —entra en la ducha, aproximándose a mí —. Quieres empotrarme contra la ducha, y lo sabes, cariño.

Suelto una carcajada. ¿Dónde coño estaba la cámara oculta?

—¿No me escuchaste el otro día? —alego.

Se encoge de hombros y va a tocar mi pecho cuando aparto su mano al vuelo.

—No, no me escuchaste —concluyo —. No quiero saber de ti, Candice. Se acabó lo nuestro.

—¿Se acabó? ¿Sin más? —noto la rabia en sus palabras. Tiene la cara totalmente descompuesta —. ¡Te conozco desde que eras un puto crío, Jude! Seamos novios o no, siempre hemos estado juntos. Siempre.

—¡Cállate! —vocifero, estampándola contra la pared.

—¡¿Qué le dirás a tu padre?! —brama, empujando mis hombros —. ¡¿Qué ya no te llevas con la hija de su mejor amigo?! ¡¿Y Navidad?! ¡¿Acción de Gracias?! —chilla cada vez más fuerte —. ¿El cumpleaños de tu padre, qué? Es prácticamente en un mes, si mal no recuerdo, y el dos de agosto ya estoy fuera de aquí. ¡¿Qué coño piensas decirle?!

—No te debo nada. ¡Estoy cansado de ti! —recrimino, saliendo de la ducha a toda hostia —. ¡No tengo porqué darle ninguna explicación a mi padre!

—La parejita perfecta; Jude y Candice, qué gran decepción se van a llevar. Siempre decían que de mayores acabaríamos juntos —sigue mis pasos, riendo —. Entramos aquí a la vez, Jude, y si hemos estado tanto tiempo unidos es por algo. No lo arruines, ¡joder!

Comenzaba a notar la sangre hervir por mis venas. Candice lograba sacarme completamente de mis casillas.

Era algo que odiaba reconocer, pero mi padre y el de Candice eran mejores amigos desde la infancia, incluso cuando mi madre se separó de mi padre, unieron más lazos. Iban a todas partes juntos, y Candice y yo, teníamos la misma edad; nos criamos juntos. Siempre nos habíamos gustado, y habíamos intentado tener algo serio innumerables veces, pero nunca con éxito, por lo que acabamos llevándonos bien, con sexo de por medio.

—Quiero a Nora —me giro de golpe, enfrentándome a ella. Me pongo la ropa, sin importarme de secar mi cuerpo.

—Quiero a Nora —se burla entre risas —. ¿Qué rápido te enamoras tú, no? ¿Qué es el amor de tu vida?

Aprieto los puños con fuerza y sigo mi camino, pero sabía que volvería a saltar.

—Por cierto, ¿sabe Nora algo de esto? —sonríe, tocando sus pechos desnudos.

—No jodas más las cosas, Candice, te lo advierto.

—¿Y si no, qué? —se acerca a mí, tanto que su cara está a centímetros de la mía —. ¿Me vas a pegar como hizo Ryan con tu nueva novia?

Pego un puñetazo en la puerta de una ducha, dejando una grieta en la dura madera. Me mira asustada. Estaba loca si pensaba que iba a ponerle la mano encima, aunque se lo merecería. La cantidad de mierda que soltaba por la boca hacía que cada vez me cabreara aún más.

—Lo que decía —pasea lentamente a mi alrededor —. Yo se lo comentaría, no sé, no creo que le gustara saber que su noviecito vive justo enfrente de la chica a la que se ha estado follando tantos años, que se ven siempre, van a todos lados juntos, bla, bla, bla —aplaude, contenta —. ¡Ah, vaya! ¡No me acordaba que no la verás más! —exclama con sarcasmo.

—Vete a la mierda —gruño, amenazador —. ¡No hay cosa que te reviente más que ver que no eres tú a la que quiero! ¡Te hubiera gustado ser tú y no Nora, y eso te come por dentro!

Se calla por completo, mirándome furiosa. Sólo le faltaba estirarse de los pelos y patalear, que conociéndola lo haría.

—¡Nos hemos utilizado mutuamente para el sexo, y fin! —añado —. Vete a marearle la perdiz a otro, no quiero escucharte más, ya tendré suficiente cuando vuelva a verte por casa.

Hago oídos sordos a toda clase de insultos que suelta por su boca, y abandono los baños, dejándola atrás.

No podía hacer nada contra ella, tenía razón en parte. Su padre y su madre siempre han estado muy ilusionados con nosotros, incluso nos metieron aquí juntos por eso, aunque por temas distintos. Sinceramente no conozco los de Candice, nunca me he interesado en saberlo, y tan sólo era un crío. Era tontería de niñatos, sólo que al entrar aquí sin conocer a nadie nos unimos más y no nos separamos bajo ningún concepto, aunque poco a poco empecemos a distanciarnos hasta el punto de encontrarnos sólo para follar.

Ella era una buena niña, la adoraba. Los primeros meses en el correccional fueron horribles para ella. No era más que una chiquilla asustada. Se la jugaron bien, y recibió por todas partes, hasta que sacó valor y se enfrentó a todos los que un día la molestaron, haciéndose así una de las más temidas del reformatorio. Solía devolver su jugada multiplicada por mil.

A mí no me daba ningún miedo. La conocía demasiado a fondo.

Éramos familias de clase alta, con dinero de por medio, un par de casas por ahí perdidas, y la empresa de mi padre se asociaba a la del padre de Candice.

No estaba a favor de las mierdas esas de pijos, ya que prácticamente me había criado entre chusma, fiestas y peleas. Era un cambio totalmente radical.

Recuerdo a la madre de Candice, que siempre nos decía que de mayores haríamos la pareja perfecta, que nos casaríamos y tendríamos muchos hijos. Gilipolleces, que a esa corta edad, nosotros veíamos como un sueño. El problema es que yo ya no soy ese niño, y Candice se empeña en encontrarlo.

No le conté nada a Nora porque no lo veía necesario, o simplemente que nunca habíamos llegado a una conversación así. No era fácil de explicar, ni tampoco de entender.

Conociéndola, se enfadaría, pero el problema es que no podré verla, ya que salgo demasiado pronto, a una hora que aún no se han abierto las celdas, para evitar fugas.

Confiar en Candice era un suicidio, y no tardaría en abrir esa sucia boca.

Estaba puto jodido.

Pasara lo que pasara, confiaba en que Nora me llamaría, estaba seguro de ello.

Caminos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora