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Doy otro pequeño mordisco al bocata de jamón sin mucho apetito, mientras contemplo a Mike y a Dafne, que se encuentran enfrente mío sentados, hablando de sus cosas.

Me había levantado a las ocho de la mañana, a falta de sueño. Desperté como unas cinco veces, sin poder dormir, pensando en Jude. Hacía unas horas que ya había salido, y no podía parar de preguntarme que estaría haciendo en ese mismo momento. ¿Cómo habría sido el reencuentro entre su padre y él? ¿Habría llegado ya a Alberta?

—¿Quieres dejar de dar bocados de ratón? —inquiere Dafne molesta, mirándome indignada.

—Tiene razón, Nora —le apoya Mike. Ambos me miran preocupados.

Doy un bocado más grande, intentando cambiar sus caras enfadadas, pero sólo consigo un gesto de desaprobación por parte de mi amiga.

—¿Te has replanteado el venirte a vivir conmigo? —me cuestiona Dafne. Ella ya se había enterado de que no vivía muy lejos de Jude, a diferencia de mí.

—No quiero complicar más las cosas —confieso, refiriéndome a mi madre. Sabía que vendría a buscarme el día de mi cumpleaños, y en parte no quería que se llevara una decepción al dejarla tirada, aunque se lo mereciera. Ella había conseguido que me metieran aquí.

Tenía pensado volver a la mísera vida que tenía antes, pero sin mi padre. Buscar algún trabajo, aunque estuviera mal pagado, y ahorrar lo suficiente para poder irme a vivir sola y comenzar una nueva vida, alejada de mi pasado.

Agarro el bolsillo de mi pantalón, donde se encuentra el papel que me dio Jude con su teléfono. ¿Qué posibilidades teníamos de que esto saliera bien? Mi cabeza se encontraba en un puto bucle, y intentaba pensar lo mínimo en él, aunque me pareciera imposible.

Acabo el bocadillo y me levanto, ignorando los consejos que Dafne me daba. Lo agradecía pero no quería hablar con nadie en ese mismo momento.

Me dirijo al baño, ya que no me había sentado muy bien el almuerzo. Notaba un nudo en el estómago.

Al entrar, me acerco al lavamanos, y me miro en el espejo. Tenía más ojeras de lo normal, y el pelo un tanto despeinado. Apoyo los brazos en el mármol y suspiro, cansada.

—Hola, cariño —escucho la voz irritante de Candice a mis espaldas. Se pone a mi lado y abre un neceser, lleno de maquillaje. A saber de donde lo había sacado; no se permiten objetos personales en el correccional.

Ignoro su saludo, y voy a entrar en el baño cuando su voz vuelve a perforar mis oídos.

—Jude se ha ido esta mañana —murmura apenada. En alguna parte de mi interior me daba rabia escuchar como le llamaba por su nombre, como si le conociera desde siempre, cuando solo ha sido un polvo más —. ¿Estás bien?

—¿Qué quieres, Candice? —ruedo los ojos, girándome en su dirección.

—Nada, sólo quería saber como estabas —concluye, pasando una esponja llena de maquillaje por su cara, mientras me observa por el espejo —. Él anoche no parecía muy apenado.

—¿Qué? —una risa se escapa entre mis labios. Esta tía estaba loca.

—Lo que oyes —se gira entre risas —. La verdad, hacía bastante que no follábamos y necesitaba relajarme un poco. Es que es tan... —se acerca a mí, lentamente, con aires de superioridad, como siempre —. Bueno, ya sabes como es en la cama, aunque la mitad de cosas se las he enseñado yo.

Llena de ira, empujo a Candice contra la pared del baño que se encuentra delante mío. No para de reír, aún aprisionada contra la pared, no siento un ápice de miedo por su parte.

—Hay muchas cosas que no sabes, niñata —gruñe, cerca de mi cara.

—¡¿De qué hablas?!

—Jude sólo te ha mentido. No te ha contado nada. ¿Sabías que vivo enfrente suyo y que nuestros padres son mejores amigos? Nos conocemos de toda la vida, y en cuanto salga de aquí, volveré a estar a su lado.

—Mientes —la estampo de nuevo, provocándole un pequeño grito de dolor —. ¡Todo lo que sacas por tu boca es mentira!

—Llámalo ahora mismo y pregúntale.

—No pienso caer en tu juego, Candice.

—¿Qué pensabas que estaba enamorado de ti? —pregunta sarcástica —. ¿No te acuerdas que ayer se fue a las duchas? Era para despedirse de mí.

Suelto una bofetada en el moflete derecho de Candice, tirándola al suelo mojado del lavabo. Propino puñetazos sin mirar por toda su cara, ignorando su quejas y los arañazos que desgarran mi rostro. No me importaba; Dafne ya le había dado su merecido, y ahora me tocaba a mí.

—¡Coged a esa zorra! —oigo voces femeninas a mi espalda, y seguidamente varios brazos tiran de mí con fuerza, y consiguen deshacerme de su agarre, no antes de darle un último puñetazo en el ojo izquierdo.

Es entonces, cuando reconozco la cara de Cyntia, y varias chicas más. ¿Por qué coño la seguían siempre a todos lados?

Candice se levanta con ayuda de una chica y me mira furiosa. Escupe en el suelo, dejando una mancha de sangre. Ríe al verla.

—Scott, Scott... —da vueltas a mi alrededor. Cyntia sonríe.

Una patada impacta contra mi boca, lanzándome la cabeza hacia atrás. No caigo, ya que sus amigas me agarran con fuerza, inmovilizándome.

—¡Eres una hija de puta! —vocifero, notando un sabor a hierro impresionante en mi boca.

Se acerca a mí y me contempla divertida. Candice sabía de sobras que iba a lanzarme sobre ella, y seguro que ya les había dado el toque a sus putos perritos falderos para que no tardaran en aparecer.

Escupo la sangre del interior de mi boca en toda su cara, recibiendo un puñetazo en el costado por parte de Cyntia. La rubia limpia su cara con la manga de la camiseta, y acto seguido, un puñal aparece en su mano. ¿Qué?

Me remuevo furiosa, chillando, esperando que los de seguridad me oigan. Intento zafarme del agarre de Cyntia y la otra sin éxito.

—¡¿Qué cojones pretendes?! —vocifero, soltando patadas al aire, mientras la psicópata de Candice se acerca a mí.

Recuerdo el primer día que llegué aquí, como se enfrentó a la chica esa y no vaciló un segundo en clavarle el pincho.

Gimoteo impotente, a la vez que se acerca a mí con la mano en alto.

—Sólo es para que tenga un recuerdo de mí —suelta una carcajada, y posa el filo del puñal en mi barriga, justo debajo del hígado. Intento aminorar mi respiración, ya que al estar agitada, notaba más la aguja en mi piel.

—P-Para... —amenazo contra sus ojos. Hace ademán de clavármelo, cuando de repente una de las chicas que me aguantaba, cae al suelo desplomada.

Giro mi cabeza y veo a Dafne, con un palo, como golpea la cabeza de Cyntia sin miramientos. Ésta otra cae contra la puerta de un baño entre quejidos.

Aprovecho la distracción de Candice para darle una patada en la mano, haciendo que su puñal caiga al suelo. Me incorporo y me abalanzo encima de ella. Clava sus uñas en mi espalda, provocando que me encoja, y acto seguido lanza un puñetazo en mi sien, tirándome hacia atrás.

Candice coge fuerzas, y visualizo por el rabillo del ojo, como agarra el puñal con fuerza para clavármelo, no antes que Dafne pise con rabia su mano, haciendo que lo suelte enseguida.

—Hoy no es tu día de suerte, zorra —vacila mi amiga, y pega una patada en su pecho, estampándola contra la pared.

Agarra mi mano y tira de mí hasta levantarme. La estrecho entre mis brazos, algo dolorida y ella me devuelve el abrazo.

—Vámonos, antes de que alguien avise a los guardias —suelto en un suspiro, cansada. Mi respiración hacía tiempo que no iba tan rápida.

Dafne asiente, y salimos del baño a toda prisa, esquivando a los de seguridad, que ya iban dando la alerta, para que no vieran mi sangre.

Caminos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora