43

1.1K 105 33
                                    

Jude se había encaprichado en llevarme a comer a un sitio muy lujoso, lo que no iba para nada con mi estilo. ¿Nunca llegaría a entender qué con un McDonalds me conformaba?

—Siempre nos quedamos con hambre cuando vamos a estos restaurantes —me quejo, cuando me percato de que en tan solo unos pasos estaríamos dentro —, ¿no te apetece unos nuggets?

—Scott, te repites más que el ajo —ríe —. Pago yo, deja de poner pegas.

—Me da igual quién pague —gruño.

—Tenemos una mesa reservada a nombre de Jude Coleman —le dice al camarero de la entrada, con voz autoritaria. Me hacía gracia lo que cambiaba cuando hablaba con gente que no conocía, parecía otra persona.

—Acompáñenme, por favor —comenta el joven camarero, tras comprobar su nombre en la lista.

Ese restaurante parecía el típico de las bodas reales. Seguramente el papel del baño era de oro. La gente vestía arreglada, a diferencia de mí, que iba con unos pantalones cortos negros y una blusa blanca.

—Estás perfecta —susurra Jude a mi oído, cómo si pudiera leer mi pensamiento.

—Aquí es —nos indica el camarero.

En cuanto se mueve, mis ojos se llenan de lágrimas, que no tardan en caer descontroladas por mis mejillas.

—¿Dafne? —titubeo en un hilo de voz, lo suficientemente fuerte, para qué, mi amiga, a la que llevaba tiempo sin ver, se dé la vuelta y me dedica una sonrisa de oreja a oreja. Oigo la risa de Jude a mi espalda.

Dafne se levanta corriendo y me abraza emocionada, estrechándome entre sus delgados brazos. Joder, la echaba tanto de menos. Y estaba aquí, conmigo de nuevo.

—No llores más, que me vas a manchar la camiseta —gruñe burlona —. Gracias —oigo que le dice a Jude mientras me abraza.

Me separo de ella y la contemplo. Estaba guapísima, en su línea. Con ropa nueva, pero igual de oscura que siempre. Se había cortado un poco más el pelo, y le quedaba increíblemente bien.

—¿Cuándo diablos has salido? —tomamos asiento antes de que todo el mundo nos mire como si estuviéramos formando un espectáculo.

—Ayer —sonríe, agarrándome la mano desde el otro extremo de la mesa.

Miro a Jude, que se encuentra sonriendo a mi lado, jueguetón.

—¿Cómo me has engañado tan bien? —golpeo su brazo, emocionada, para después lanzarme a su boca para robarle un beso.

—No te enteras de nada —se encoje de hombros entre risas.

—Le llamé ayer, ya que Mike me dio su número, así os veía —me explica.

—¿Cómo está Mike? —inquiere Jude.

—No sabes lo que te echa de menos —hace una mueca —, no para de hablar de ti.

—¿Habéis tenido algún problema?

—No, todo bien —nos guiña un ojo —. Por suerte, en una semanita, ya lo tendremos con nosotros.

—Menos mal —suspiro, aliviada. Jude necesitaba a su amigo cerca de él, aunque no lo mencionara mucho, sí que notaba que le faltaba despejarse, pero con él a su lado.

—Adivinad una cosa —murmura Dafne.

—¿El qué?

—Qué adivines, coño.

—¿Os vais a casar? —inquiere Jude, sosteniendo la carta en la mano.

Abro los ojos de par en par. ¿Está loco?

Caminos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora