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COLEMAN

La charla con mi padre me dio mucho que pensar durante los siguientes días. Me había resultado incómodo y extraño que me llamara después de tantos años.
Y aún más el tener que vivir con él. Es cierto, no tengo ni un puto euro, y difícilmente conseguiré trabajo habiendo estado aquí. La única opción es la empresa de mi padre.

¿Yo como empresario? Jodida mierda, con lo que me gustan las fiestas, es todo lo puto contrario.
Y, ¿Margaret? Lo que me hacía falta, encima aguantar a su rollito.

Todo es una mierda.

Mi castigo está llegando a su fin, también el de Nora. Desde que me dijo todo eso no ha vuelto a hablarme, me ignora constantemente y me aparta la mirada. Se limita a contestarme lo más simple posible, y me tiene jodidamente loco de nervios.

¿Yo? He vuelto a lo mío. ¿Para qué voy a preocuparme? En unos días no tendré que compartir con ella nada, y el uno de julio, no la veré más en mi vida.

—¿En qué piensas, cielo? —noto la mano de Candice recorrer mi cuello suavemente—. Últimamente estás raro.

Me giro en su dirección y apoyo mi mano en la almohada.

—La fiesta —susurro con los ojos cerrados—.Tengo ganas de pasármelo bien de una maldita vez...

Me rodea con su brazo y apoya su cabeza sobre mi hombro desnudo. Noto sus pechos contra mi torso, y no puedo evitar esbozar una sonrisa pícara.
Envío mi mano a su culo y lo aprieto ligeramente.

—Jude —me advirte, divertida—, estoy muy cansada.

—No tienes aguante —la provoco. Mi mano desciende entre sus piernas hasta llegar a su depilada intimidad.

—No, no tengo —gruñe, somnolienta.

Hago paso con mis dedos entre sus pliegues y pellizo su clítoris.
Da un respingo, seguido de un manotazo en mi barriga.

—Se te han puesto los pezones como piedras, no fingas, se te da muy mal —rio.

Vuelvo a la carga, pero esta vez la acaricio. Escucho su respiración agitada contra mi cuello, mientras deja un recorrido de besos húmedos por él.
Sin previo aviso, meto un dedo en su interior, arrancándole un gemido.

—Cómemelo, Jude.

Lo lleva claro si cree que voy a obedecerle.

—Otro día, preciosa —saco el dedo y se lo meto en la boca, para después ponerme la ropa e irme.

[...]

—Mañana es el gran día, hermano —Mike golpea mi hombro, gracioso.

Asiento mientras mastico un trozo de carne.

—Se avecina descontrol —suelto una carcajada.

—Ni que lo digas.

Seguimos cenando hasta que las puertas se abren y entran Nora y Dafne.

—¿Sabes que es lo que le ha pasado? —me pregunta, moviendo ligeramente la cabeza.

—¿A quién? —me hago el loco.

Rueda los ojos.

—Lleva unos días raros de cojones, está apagada.

—Alomejor necesita una buena follada —me encojo de hombros.

—No seas así, tío —me reprende.

—¿Porqué no le preguntas a Dafne? —contraataco.

Niega con la cabeza y sigue a lo suyo.

Caminos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora