26

1.3K 135 36
                                    

COLEMAN

Camino rápido hacia el puto taxi que he llamado hace una media hora aproximadamente con Nora en mis brazos. Minutos antes se había quedado dormida entre sollozos, susurrando cosas que apenas podía entender. Yo me había limitado a acariciar su espalda consolándola, sabía que en esos instantes lo último que quería era hablar.

—Buenas noches —saluda el taxista, cuando consigo abrir la puerta—. ¿Hacia dónde?

—Sigue, recto; yo te guío —murmuro firme. Acomodo a Nora a mi lado, poniéndole el cinturón como puedo, apoyando su cabeza en mi hombro. Evito despertarla.

Contemplo su cara, marcada por varios puñetazos en los pómulos e intento reprimir las ganas de decirle al tío que de media vuelta para matar al desgraciado de Ryan. Aprieto los puños, rabioso, y dirijo la vista al frente. Verla así me dolía demasiado, no me imaginaba como se encontraba ella en esos momentos.

Varias calles más adelante, ordeno al taxista que pare, y tras pagarle el servicio, bajo a Nora en mis brazos del coche.

Mike y yo teníamos un piso alquilado para los días de permiso, no era muy grande ni tampoco caro, suficiente para poder dormir aquí, y también para traer a las chicas cuando se nos antojaba.

Tras pasar el día entero fuera, al día siguiente, a las doce del mediodía debías volver al correccional, de lo contrario, se avisaría a las autoridades, dando la alarma de fuga, y eso era peor que escaparte, ya que al cumplir la mayoría de edad era casi un milagro el salir limpio. La mayoría que cometían esas estupideces acababan derivados a un psiquiátrico o a la cárcel.

Subo las escaleras a regañadientes; iba bastante bebido e ir con Nora en brazos no facilitaba la situación.

Saco las llaves de mi bolsillo y abro. El piso huele a cerrado, a pesar de que la ventana del pequeño salón estaba abierta, precisamente para evitar eso. Enciendo la luz y camino hacia el sofá, dejándola tumbada.

Me dirijo al baño, y tras encender el grifo, lavo mi cara, despejándome. Había bebido mucho, aunque pelearme con Ryan y ver a Nora así me había despertado por completo. Contemplo mis manos, destrozadas. Los nudillos carecían de piel, estaban llenos de rasguños, algunos sangrando. Un ligero hematoma lucía en mi mejilla derecha, nada importante. Ese chico no sabía pelear, y a duras penas pudo defenderse con un puñetazo mal dado.

No me importaba tener las manos así, hubiera seguido de no ser por ella. Le habría matado. Había tenido peleas mucho peores, pero ninguna con tanta rabia como en esta. Ella me importaba de verdad, aunque me hubiera peleado por cualquier persona en su defensa, pero al ser Nora era diferente. La quería, y me acababa de dar cuenta, al verla así de débil e indefensa, al ver lo mal que la había tratado Ryan, y no iba a permitir que ningún otro la tratara ni bien ni mal, porque solo la iba a tener yo.

Siempre he querido negar mis sentimientos hacia ella. Es nuevo para mí, he estado acostumbrado a otra clase de chicas y deseos. No sabía lo que era estar así por alguien, y joder, asustaba de cojones.

Limpio mis nudillos con alcohol rápidamente y procedo a desnudarme. Necesitaba una ducha mientras dejaba a Nora descansar y cambiarme de ropa. Estaba completamente sudado de la pelea y del alcohol que había bebido durante toda la noche.

Tras ducharme y sentirme mucho más relajado, saco de mi armario una camiseta de tirantes y un pantalón corto para poder dormir, aunque no tenía ni una pizca de sueño, sólo podía pensar en lo sucedido una hora antes.

Busco lo más pequeño que tengo en el armario, y sin éxito, voy a la habitación que pertenece a Mike, ya que él es menos ancho de espalda que yo. Consigo una camiseta de manga corta y nos pantalones de pijama también cortos. Camino hacia el sofá y me encuentro a Nora en la misma posición que la había dejado, sólo que con el ceño fruncido.

—Nora... —susurro, zarandeándola suavemente—. Despierta.

Abre los ojos poco a poco y me mira callada. Los tiene hinchados, de llorar, y en sus mejillas, unas lágrimas negras y secas debido al maquillaje. Al principio me mira asustada, pero relaja su expresión al ver el piso. No estaba ya en la casa de la fiesta.

—¿Dónde estamos, Coleman? —se incorpora en el sofá, tocando su cabeza con molestia.

—Jude —la corrijo, también para mi sorpresa. Me mira extrañada y dislumbro una rara sonrisa en sus labios—. Estamos lejos de allí, en un piso de Mike y mío. Estás a salvo.

Suspira y cierra los ojos cansada.

—Muchas gracias, Jude... —apoya su mano sobre la mía. Noto la emoción en sus palabras—. De verdad, qué... No llegas a estar ahí, y...

—No sigas —suplico. Sus ojos empiezan a brillar y suspira fuerte, intentando contener las lágrimas—. Nora, no te aguantes, llora, estoy aquí, no te pienso juzgar.

—Es que... —las lágrimas desbordan sus ojos —. Ha sido tan... Desagradable...

—Ven aquí —la agarro de la espalda, acercándola a mí y la abrazo. Se sujeta en mí con fuerza y rabia, y llora sincera. Acaricio su cabeza y le susurro que intente tranquilizarse en varias ocasiones hasta que lo consigue. Se separa un poco de mí y deposita un beso en mi mejilla, mojándola.

—No sé como pudo tratarme así... Nunca lo ha hecho, nunca me ha levantado la mano —me dice incrédula.

—¿Te tocó? —murmuro, pareciendo calmado.

Me mira, intentando comprenderme. Yo sabía muy bien a lo que me refería. Al abrir la puerta de esa habitación me había encontrado con Nora con la falda completamente subida y con los pechos descubiertos. No sabía qué había pasado antes de eso. Y el hecho de imaginar que la había forzado, hervía mi sangre.

—Me pegó, y...

—¿Te forzó, Nora? —susurro, deseando un no por respuesta—. ¿Te viol...?

—No, no lo consiguió... —agacha la mirada. Alzo su cara con mis dedos y acaricio su pómulo—. Llegaste antes.

—Nora, no llegas a pararme y te juro que mato a ese hijo de puta —gruño.

—Se ha llevado su merecido, déjalo estar por favor, no quiero que te metas en problemas —me suplica.

Asiento a regañadientes. No quería mentirle, pero sabía que en cuanto volviera a ver a ese capullo lo abriría en canal.

Y ella no estaría delante para impedírmelo.

Caminos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora