Capítulo veinticinco:
—Deberías atender. —observé mi regazo. El nombre de Colton Williams brillaba en la pantalla con insistencia.
Carraspee y me levanté. Asintiendo.
—Te veo dentro. —el grandote entró de nuevo en la habitación, dejándome sola en el pasillo.
Contesté.
—¿Hola? —su voz resonó en mis oídos con sutileza, mi corazón respondió a él.
—Hola. —respondí en voz baja, temía que si hablaba más alto pudieran escucharme.
—¿Cómo estás?
Empecé a jugar con el dobladillo de mi suéter, de pronto me dieron ganas de llorar.
—Estoy bien, ¿cómo estás tu?
—¿Soy sincero? —unas voces se escucharon a lo lejos.
—Si. —asentí, aunque no pudiera verme.
—Estoy asustado como la mierda. —solté una pequeña risa, tragando el nudo en mi garganta. ¿Por qué quieres lloras?
—Todo irá bien, ya verás. —su silencio y el mío invadieron la línea. Sentía como si estuviera a mi lado respirándome en el oído.
—Solo te llamaba porque no llevaremos los teléfonos a la reunión y quería escuchar tu voz antes de irnos. —mi corazón dejó de latir para saltar de felicidad por todo mi pecho, dejando que mis ojos se cristalizaran.
—Cuídate. —susurré con la voz quebrantada, había tratado de mantenerme al margen, pero un mal presentimiento estaba instalado en mi pecho desde que nos fuimos de casa, y temía por él y por mi hermano.
—Hey, hey, no llores cariño. —escuché como se alejaba del ruido y cerraba una puerta. —estaré bien.
Simplemente sorbí por la nariz y escuché su respiración.
—¿De verdad estás bien? Siento que hay algo más, Olivia. —su voz ronca se coló dentro de mi y resonó en mi cabeza con eco.
—Estoy bien, creo que es el resultado de tanto estrés y sentimientos acumulados, no te preocupes.
Al otro lado de la línea, la voz de mi hermano sonó amortiguada.
—Es hora, Colton, debemos irnos ya.
Sequé mis lágrimas y carraspee.
—Debo irme, te llamaré cuando vuelva.
—Está bien, cuídate.
—También tú.
Colgó.
Solo espero que este sentimiento pesimista no tenga la razón.
***
—Feliz cumpleaños Dylan... feliz cumpleaños a ti. —todos aplaudimos mientras el rubio soplaba las velas del pastel.
Eran pasadas las doce cuando nos reunimos a cantar el cumpleaños. Habíamos platicado un rato con los amigos de Dylan y resulta ser que son bastante agradables, para nada como me los imaginaba.
Dylan y Marivi tienen la fachada de ser populares y fiesteros, pero ahora me he dado cuenta de que son del grupo inteligente de la clase, de lo cual están orgullosos.
Scarlett -la pelirroja- y Maddison -la castaña-, fueron bastante amigables después de un rato, y Wyatt nos hizo reír sin parar. Todos eran un gran grupo.
Habían decidido ir a un club después de partir el pastel, pero como Sophie y yo todavía somos menores de edad, tuvimos que declinar la oferta; así que partieron justo después de comer.
Mika llevaba callado desde hace rato, y no me había hablado desde que lo había dejado solo con mi amiga, lo cual me estaba poniendo los nervios de punta. Así que cuando Soph y Shawn estaban jugando billar en la sala de centro, me acerqué a él y le hablé.
—¿Estás bien?
Me miró de reojo y sonrió con la boca cerrada, aunque parecía más una mueca que una sonrisa.
—Estoy bien, ¿tú lo estás?
—Supongo. —me encogí de hombros sin saber que más decir. En el poco tiempo que conozco a Mika me he dado cuenta que es un chico con bastante fuerza de voluntad, por lo que ahora mismo, en su mente, me podría estar enterrando viva en el patio de su casa, pero por fuera me tratará con el mismo respeto de siempre.
Ambos quedamos en silencio, observando a los otros dos jugar.
—Los he escuchado. —lo mire confundida. —Sophie y yo hemos escuchado tu conversación con Shawn.
Me quedé estática, no sabía que responder. Las palabras se atascaron en mi garganta y no supe si seguirlo o no cuando empezó a caminar fuera, pero igualmente fui detrás de él.
El jardín, como lo recordaba, estaba bien podado e iluminado por la luz de la piscina, con varías sillas y mesas de acompañantes. Y los grillos resonando de fondo.
—Podrías habérmelo dicho.
Se quitó los zapatos y remojó sus pies en la piscina, sentado en la orilla.
Yo lo observé desde mi lugar.
—No sabía como lo tomarías.
—Lo he tomado peor porque no me lo has dicho tú misma.
Suspiré.
Caminé hasta quedar sentada a su lado e imitar su acción de remojar los pies.
—Lo siento.
—Está bien.
Volvimos a quedar en silencio, escuchando el cantar de los grillos y los ruidos lejanos de la civilización.
—¿Lo quieres?
Mire la luz de los edificios a lo lejos y medité la pregunta.
¿Lo quiero?
—No lo sé.
No dijo nada.
—Sólo espero que esto no cambie nada entre nosotros.
—Supongo que me costará aceptarlo un poco, pero ya tenía mis sospechas. Eres como un libro abierto, Oli-tonta.
Vi de reojo como sonreía con diversión, así que le salpiqué agua.
—Que apodo tan malo. —me reí junto a él, volviendo a mirar las luces.
De pronto, sentía como si me hubiese quitado un peso de los hombros. Sabía que me costaría acostumbrarme al hecho de aceptar mis sentimientos, pero tener a personas que me apoyen lo hace más fácil.
—Gracias por estar aquí. Jamás pensé encontrar un amigo en ti.
Sus dedos rozaron los míos con cariño, y me sonrió.
—Gracias a ti, Olivia. Creo que de aquí en adelante, las cosas mejorarán para nosotros, seremos los mejores amigos. —reí ante su tono infantil, pero lo tomé como una promesa.
Sería mi mejor amigo.
*
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23:15 [LHC #1]
Teen Fiction[Primer libro de la trilogía: La Hora Cero.] -No lo entiendo, ¿porqué insistes en quedarte?-me abracé a mi misma y miré por la ventana. El gran ventanal con vista a aquella gran ciudad ahora inundada por un gran diluvio. -¿Es que no lo ves? Olivia...