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Capítulo cincuenta y cuatro:

—Debimos haberlos parado cuando pudimos, nosotros permitimos esto. —Jayden no paraba de pensar en cualquier escenario posible que terminase en tragedia. Siempre había mantenido a Olivia alejada de su vida por obvias razones, pero al parecer, la ignorancia no la salvaría esta vez.

—Tienes que calmarte, tratemos de llamar al móvil de Olivia, quizás nos contesten ellos. —la voz de Owen fue callada por un ruido corto, chillón y ensordecedor. Un disparo.

Los corazones de los trece chicos se aceleraron y observaron a los pájaros salir despavoridos de los arboles. Ahí estaban, en el almacén. Todos se miraron alarmados y callaron, pero no volvieron a escuchar nada.

Olivia Jones.

Mi cabeza se siente pesada, en realidad, todo mi cuerpo se siente así. Puedo escuchar todo a mi alrededor, pero no puedo abrir mis ojos y la desesperación me embarca cuando no puedo moverme. Es como si estuviese atrapada en mi propio cuerpo.

Siento unas manos rozar las mías amarradas a mi espalda y lentamente voy tratando de mover mis dedos, seguramente están morados por la falta de circulación, los siento fríos y adormecidos. Por otro lado, los murmullos son cada vez más entendibles y decido no moverme para poder escuchar que tratan de decir.

—¿Qué vamos a hacer con ellos?

—¿Esperaremos a que llegue Jayden y los suyos?

—Jamás adivinarían donde estamos.

La única voz que me pareció conocida fue la de Lukas.

—Tráeme la navaja, vamos a torturarlos.

—¿Eso no es ir muy lejos?

—Williams mató a mi hermana, aquí no hay límites.

Abrí los ojos como platos y miré a todos lados, supuse que las manos que sentía detrás de mí eran las de Colton y tomé uno de sus dedos a duras penas para saber si estaba despierto, pero no respondió.

—Vaya, ha despertado la bella durmiente. —el pelinegro se acercó a mí y las lágrimas empañaron mis ojos, mi boca estaba cubierta por cinta industrial y presentía que dolería como el infierno cuando me la quitaran. —te has perdido del show hace unos momentos, querida.

Sonrió con naturalidad. Parecía tan normal en estas circunstancias, era insano ver a una persona con tal comodidad en aquella situación. Estaba enfermo.

—Tu noviecito ha tratado de escapar y dejarte sola, pero somos buenas personas y lo hemos detenido. —se rió irónicamente. —vaya, sorprendente que haya querido salvarse a sí mismo. Que mal amante. Quizás no le importas tanto como todos pensábamos.

Traté de calmar mi respiración y los latidos acelerados de mi corazón cuando vi la navaja llegar en manos de un chico alto y de cabello negro con rulos; escuché la tos de Colton a mis espaldas y un nombre vino a mi mente.

Jayden, ¿dónde estás?

—Bueno, ya que los dos están despiertos, juguemos un juego. —uno de los chicos tomó mi silla y la movió para dejarme de frente a Lukas, paralela al chico a mi lado. El líder de aquel juego macabro se sentó frente a nosotros con la navaja en la mano, y la pasó por mi rodilla, haciendo un corte superficial, mientras observaba mi reacción.

Aguanté la respiración.

Y de pronto, de la oscuridad, casi como un espectro, el rostro impenetrable y gélido de Holly se mostró espeluznante. No lucía como la chica del instituto, toda imponente y sufrida. Ahora se veía seria, poderosa y peligrosa. Muchos puntos hicieron click en mi cabeza.

Se posicionó al lado de Lukas y colocó una mano en su hombro. Todavía llevaba puesto el vestido que llevó al baile y eso la hizo ver más imponente.

—Es como jugar verdad o reto, pero solo con retos. —sonrió macabramente y le entregó el objeto filoso a la chica detrás de él. —y ustedes serán los juguetes.

Uno de los chicos que se encontraban esparcidos por el lugar nos quitaron la cinta de la boca de un solo tirón. Un grito de dolor salió de mi boca, pero Colton solo se dedicó a escupirle la cara a Lukas, muy valientemente, de hecho.

—Eres un maldito, quítame esto y resolvámoslo como tiene que ser. —la expresión del susodicho cambió a una enojada y observó como el moreno luchaba por librarse de las ataduras.

No la cagues.

—Cuélguenlo. —musitó y como si fuese alguna clase de Dios, tres grandotes tomaron a Colton y lo colgaron de los brazos con una cadena del techo. Lo suficiente para que sus pies tocaran el piso, pero sus brazos todavía sostenían parte de su peso.

El nudo en mi garganta se hizo más evidente.

No me había dado cuenta del hilo de sangre que bajaba por su nariz ni de su ojo morado, pero suponía que lo habían golpeado cuando quiso maniobrar para escapar.

—¡Déjenlo quieto! ¡Yo soy a la que quieren! ¡No le hagan daño! —grité cuando le rasgaron la camisa que cargaba, no se en que momento le habían quitado el saco, pero ya no quedaba nada de aquel bonito traje que se había puesto.

Empezaba a experimentar los síntomas de un inicio de ataque de pánico, pero traté de calmarme como mi psicólogo tantas veces me había dicho y respire hondo casi ahogándome en mis lágrimas. Tengo que salvar a Colton.

—Veamos, ¿que te parece si emparejamos esas bonitas cicatrices de tu espalda? —el rostro de Holly se veía indeciso, pero igualmente observó con anticipación lo que Lukas estaría por hacer a continuación.

La boca del moreno fue tapada con más cinta y el filo de aquella arma rasgó de manera superficial su costilla.

Mis ojos todavía no puede creer lo qué estaba viendo.

—¡Déjenlo! —grité, pero fue inútil, la navaja cortó su mejilla de manera más profunda y la sangré empezó a chorrear. Los ojos de Colton se mantenían fijos en los míos, diciéndome que me quedara callada.

Que pronto terminaría.

—Córtame a mí.

23:15 [LHC #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora