•38

637 44 1
                                    

Capítulo treinta y ocho:

Si, definitivamente este día iba de mal en peor.

—¿Qué hace él aquí?

Puedo sentir la incomodidad de parte de Colton y la preocupación de Sophie, pero Jayden solo lo mira con ojos de rencor.

Casi puedo ver un pequeño brillo, lágrimas.

—Hijo, tienes que escucharnos...

Papá se acerca a él, así que le hago una señal a los dos invitados de que suban.

—Ya los acompaño. —susurro.

Ambos asienten y suben las escaleras, el moreno se lleva mi mochila y la de Jay.

—No quiero saber nada de él, que se vaya.

—Jayden... —el hombre habla por primera vez desde que entramos, y puedo ver su cara de arrepentimiento.

—No. —me mira buscando apoyo, así que me posiciono a su lado.

—Tienes que escucharme. —el hombre suplica. —eres mi hijo, necesito...

—Yo dejé de ser tu hijo cuando decidiste abandonarnos, ¿verdad, mamá?

Madeline baja la mirada, dándole la razón al hombre. Eso me sorprende un poco.

—¿Vas a apoyarlo? ¿Lo vas a defender después de todo el daño que nos hizo? No puedo creerlo. —Jayden corre escaleras arriba, así que sin mirar atrás voy con él. No imagino lo doloroso que puede ser esto para ellos.

Entra a su habitación y golpea el mueble de los libros; escucho como Colton y mi mejor amiga salen de mi habitación hasta nosotros, y el moreno lo toma de los brazos para que no se destruya las manos golpeando la pared.

Y de pronto, empieza a llorar.

Llora como un bebé, de la nada, en brazos de su amigo se deja deshacer con dolor e impotencia.

Nunca hablábamos de su padre, no sabía que le afectaba tanto.

Cuando se calma, avergonzado de haberse dejado caer frente a nosotros nos pide que lo dejemos solo con Sophie, así que Colton y yo salimos de ahí para entrar a mi habitación.

Me siento en mi cama frotándome el rostro con estrés, siento que voy a explotar.

El baile, el encuentro de esta noche, las fotos, Holly y ahora, esto.

Mi cuerpo se relaja cuando siento unas manos calientes y grandes cerrarse alrededor de mi cuerpo, su boca llega hasta mi cuello y deja un beso desde atrás, haciéndome cosquillas con su respiración y erizándome la piel por completo.

—No puedo con tanto. —susurro.

—Si puedes. —me empuja levemente hasta dejarme acostada sobre su pecho, mientras acaricia mi cabello con sus dedos. —todo parece muy difícil, pero sólo debemos tomar un respiro antes de seguir.

Agradezco tenerlo así, aunque el latido de mi corazón siga volviéndose loco cuando lo tengo cerca, jamás hubiese imaginado que alguna vez, un chico como él se fijaría en alguien como yo.

—Gracias por estar aquí. —susurro, pero no responde, en cambio, besa mi frente como tanto me gusta y dice con diversión:

—¿Sabes? Nunca me has hablado de tu mamá. —dijo, él me había hablado de sus padres, pero yo nunca de los míos a él. Aunque suponía que sabía el rollo de su padre pues, primero que yo, Jay y Colton fueron mejores amigos.

Escucho la voz de los adultos en la sala y me pierdo por un momento antes de contestar, posiblemente se incomode por haber preguntado, pero yo no siento nada al respecto más que un poco de tristeza.

—Ella murió cuando era pequeña.

Sentí como su cuerpo se tensó, y luego trató de decir algo, pero se arrepintió y cerró la boca.

—Está bien, no la recuerdo mucho, solo unos cuantos momentos. —hago círculos con mi dedo índice en su pecho hasta llegar a su abdomen.

¿Se verán tan bien en persona como en aquella foto?

—Cariño, no me hagas cosquillas, estás en terreno peligroso. —susurra cuando acaricio inocentemente su vientre.

Ok.

Dejo mi mano completamente extendida sin hacer ningún movimiento. Aunque quisiera averiguar más sobre sus límites, no me siento lo suficientemente en confianza conmigo misma como para seguir esos juegos.

Colton es alguien experimentado, se ha acostado con docenas de chicas, todas más hermosas y delgadas que otras. Todavía me pregunto por qué me eligió a mi.

—¿En qué piensas? —pregunta, mientras acaricia mi brazo con la yema de sus dedos, luego de algunos minutos de silencio.

—En nada. —susurré.

—Te conozco, se que tienes algo. —se detiene y me empuja lejos de él para observar mi rostro. De pronto, un nudo se instala en mi garganta producto de todo el estrés acumulado.

—Es solo que... no se, todavía tengo peleas internas conmigo misma por mi autoestima, no entiendo por qué estás conmigo teniendo tantas pretendientes comiendo de tu mano. —trago las lágrimas y recuerdo el sábado pasado, donde dos porristas me miraron con burla y se acercaron a él a hablarle e insinuársele.

Recuerdo sentirme patética.

—Odio que te pongas así porque haces que yo me sienta mal, no se que hacer para hacerte entender que eres hermosa tal y como eres. —pasa la manos por mis pecas, lo cual se ha vuelto un gesto propio de él.

—Digas lo que digas, no puedo creerlo. —escondo mi cara en la almohada. —no quiero hablar de esto, me siento estúpida.

Escucho su risa y luego sus manos tratando de levantar mi rostro, pero es inútil.

—No, quiero que hables conmigo de eso, tonta. Así podré ayudarte. —justo cuando iba a responder, mi teléfono vibra en mi mochila.

Lo miro desde la cama con pereza.

—Creo que debo responder, quizás sea el número desconocido. —lo escucho suspirar mientras me levanto y lo tomo.

Un mensaje nuevo.

—¿Es él?

—Lo es.

Vuelvo a la cómoda y me siento en el borde, desbloqueando mi celular e ignorando el temblor de mis dedos, siempre que llega un mensaje nuevo, es una mala noticia.

—¿Qué dice?

¿Lista para vernos? Porque yo no puedo esperar.

23:15 [LHC #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora