Parte 29: Encuentro

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Me desperté poco antes del amanecer, principalmente porque ya estaba harto de dormir sobre la rama del árbol. Por muy amplias que puedan llegar a ser, te dan una experiencia decenas de veces peor que dormir en el suelo. Aunque al menos suelen ser más seguras.

Una vez desayune un poco del alimento que había preparado, continué mi búsqueda de los orcos. El mapa que había encontrado no parecía ser muy reciente, por lo frágil y maltratado que estaba, pero al menos me servía para hacerme una idea de lo que podía esperarme más adelante. Por lo que podía ver en él, los orcos se concentraban cerca de las paredes del acantilado, las del lado contrario a las cuales yo desperté, seguramente porque allí podían encontrar refugio en las cuevas. Por lo tanto, si quería evitar situaciones peligrosas, lo mejor sería mantenerme alejado de esa zona.

Fue entonces que, mientras pensaba en que ruta seguir, oí el ruido de una batalla a lo lejos. Aunque lo más seguro hubiera sido alejarme, decidí dirigirme hacía allí por dos razones: la primera era la posibilidad de encontrar a un orco peleando, lo que me serviría para idear contra medidas a sus habilidades, ya que es muy diferente el escuchar algo de alguien más a verlo directamente con tus propios ojos. La segunda razón era la oportunidad de encontrar orcos heridos, lo que podía facilitar el cumplimiento de mi misión. Aunque en ese caso, quizás debería preocuparme por aquel que hubiera logrado herirlos. Por esas razones, comencé a acercarme al revuelo.

A lo lejos, divisé dos orcos luchando. Uno, el más grande, era justamente igual como lo había descrito Orien, mientras que el otro era más pequeño, estaba utilizando una gran espada y, tras fijarme mejor... me di cuenta de que era Gonzalo, el matón de Roberto. Si que era feo el tipo.

Al acercarme más, pude apreciar que Gonzalo no se encontraba solo, sino que estaba acompañado por dos soldados que debían pertenecer a la casa de los Ulknos, por el escudo que llevaban. Uno de los soldados portaba una lanza y se encargaba de herir al orco por la espalda. El otro los apoyaba desde lejos con la ayuda de su arco. Parecía que ya llevaban tiempo luchando, porque sus armaduras y armas se encontraban en malas condiciones, además de que había el cadáver de otro orco en las cercanías.

El orco, por su parte, parecía que solo estuviera cansado. Si no fuera porque tenía algunas flechas clavadas y bastante sangre en su cuerpo, sería imposible decir que lo habían herido. Pude apreciar su extraordinaria habilidad de regeneración mientras la lucha continuaba, una habilidad que hacía que los cortes cerraran de inmediato y no dejaban ninguna cicatriz visible. Sería un dolor enfrentarse contra uno de ellos luego.

- ¡Rápido, no podemos dejar que otra vez se desperdicie!- gritó de repente Gonzalo. -¡Ya hemos perdido la oportunidad de conseguir un corazón, no podemos perder más tiempo buscando más de estas bestias!

Tras decir eso, se abalanzó contra el orco y lo apuñalo con su espada en el estómago. El orco logró darle en un costado pero no logro evitar el espadazo, provocando que gritara de furia. Al tener la espada incrustada, su habilidad de regeneración no podía evitar el sangrado, provocando que el orco perdiera energía hasta que cayó sobre sus rodillas. Aprovechando la oportunidad, el lancero le atravesó el cráneo, acabando con su resistencia. O eso pensaba.

Porque de repente el orco volvió a gritar y pude notar como una enorme cantidad de mana entraba en él. Se levantó, se arrancó la lanza de la cabeza y cuando estaba a punto de empalar al lancero, el arquero, que parecía esperar eso, le disparó en las rodillas y provocó que perdiera en equilibrio. Volvió a caer y esta vez no volvió a levantarse.

Al mismo tiempo, Gonzalo recuperó la conciencia y al ver como la piel del orco comenzaba a oscurecerse, se puso a gritar unas palabras que combinaban muy bien con su cara de ira. Después de un tiempo se tranquilizó, aunque para entonces ya había recuperado su espada y apuñalado al orco unas cuantas veces.

-¡Primero perdemos uno porque destrozamos su corazón durante el combate y el segundo porque dejamos que activará su estado de Furia!- volvió a gritar el matón.- Si no fuera porque sacrifican su corazón en el proceso, me daría igual que hicieran eso. ¡Pero ahora tenemos que buscar a otros más!

Y volvió a comenzar a gritar diversas cosas. Al menos, aguantar escucharlo sirvió para descubrir unas cosas bastante interesantes, como la posibilidad de que los Ulknos también quieran ganarse el favor de el conde Orizon y el estado de Furia de los orcos, que parecía fortalecerlos por un tiempo a cambio de sus corazones y muertes. 

Tiempo después, el trío se fue y decidí dirigirme a una dirección diferente a ellos. No quería que me encontrarán, porque solo me traerían problemas. Además, estaba bastante seguro que podría conseguir un corazón antes que ellos, así que no me interesaba seguirlos. 

Al menos, ver la batalla de su grupo con el ogro me sirvió para comprender que no serviría de nada intentar usar mis Picos de tierra, ni para inmovilizarlo ni para herirlo. Aunque no me gustaba admitirlo, la fuerza de los espadazos de Gonzalo era mucho mayor a la de mi magia de tierra, por lo que era obvio que no causaría ningún efecto aparte de molestar al orco. De algo tenían que servirle esos músculos.

Si quería cazar a un orco con tal de obtener su corazón, tendría que primero inmovilizarlo y luego matarlo rápidamente sin destruir ninguno de sus órganos en el proceso (o al menos intentarlo). Y si activara su estado de Furia, todo sería en vano. Fue entonces que se me ocurrió la manera en que podía lograrlo. Con la magia de tierra más básica de todas: el agujero. 

Si bien hacer algo parecido a las arenas movedizas podría ser mejor, no tenía el tiempo suficiente para diseñar y dominar una magia complicada. Lo mejor sería hacer un agujero, taparlo y atraer a un orco a mi trampa. Luego ya vería que hacer con él. Quizás ahogarlo con una esfera gigante de agua. O simplemente enterrarlo. Ante mí, se habría un mundo de posibilidades.



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