Parte 32: Corazón de orco

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Cuando me volteé, pude verla escena que había estado esperando. Por un lado, todo el grupo de Gonzalo había caído al agujero, principalmente debido a que al ser los que estaban más cerca de mí, fueron los que tuvieron menos tiempo para reaccionar y no pudieron evitar caer en la trampa. 

Por otro lado, los orcos tuvieron más suerte y, al ver a los primeros caer, frenaron con dificultad pero lograron quedarse a orillas del agujero. Aunque uno de ellos estaba más atrás, seguramente porque era aquel que no me perseguía con toda su ira. Así que decidí que ese se convertiría en mi nueva presa.

El primer paso era eliminar a las variables que pudieran causar grandes estragos a mi caza, es decir, los otros dos orcos y los humanos del agujero. Y se me ocurrió que lo mejor sería que se entretuvieran entre ellos.

Aprovechando la cercanía de los orcos al agujero, lancé mi hechizo de picos de tierra detrás de ellos, de tal forma que logré hacer que se acercaran aún más al agujero. Entonces, probé mi nuevo hechizo, Esfera de bosones. Lo active detrás suyo, provocando que perdieran el equilibrio y acabaron cayendo en el agujero, junto al grupo de Gonzalo. No tuve que esperara mucho antes de escuchar golpes y gruñidos. Me pareció increíble que pudieran luchar en un espacio que había preparado para solo un orco, pero bueno, el resultado ya no era mi problema.

No sabía cuanto tiempo había ganado, así que lo mejor sería actuar lo antes posible. Por lo tanto, comencé a correr en dirección al orco que se había salvado de la caída. Este ya me estaba esperando, pues los picos de tierra también habían sido lanzados para alejarlo de sus compañeros y del agujero, así que me recibió con un golpe vertical de su garrote.

Lo esquivé, saqué mi ballesta cargada y apunté a su ojo. Al contrarió que la otra vez, sí resulto herido y comenzó a bufar por el dolor de tener una flecha donde debería de tener su ojo. Con eso, sus ganas de venganza estaban confirmadas y salí corriendo a mi último agujero.

El orco no tardó en seguirme y una nueva persecución comenzó, solo que esta vez solo tuve que concentrarme en que el orco no dejará de perseguirme. Después de un rato, llegamos al lugar donde estaba el tercer agujero. Ni siquiera intente pasar de nuevo sobre él, ya que por muy tonto que fuera un orco, era poco probable que cayera en la misma trampa. Por esa razón también tardamos en llegar, pues el orco se la pasaba dudando si debía seguirme o no.

Esta vez, para hacer que se metiera en el agujero, lo hice a la antigua. Comenzamos a pelear a las orillas de este y en un momento dado, le herí la rodilla que estaba más alejada del agujero. Ante eso, el orco concentró su peso en la otra rodilla y aproveché la oportunidad de empujarlo por el lado mientras usaba el refuerzo corporal, provocando que se precipitará en la trampa.

Una vez ahí abajo y con la rodilla ya sanada gracias a sus increíbles habilidades, el orco intento escapar del agujero de forma similar al primer orco que atrapé. Pero esta vez no cometería de nuevo el mismo error. 

Volví a activar la esfera de bosones, esta vez debajo de él. Ahora no había manera de que las frágiles paredes del agujero aguantaran su nuevo peso. Cada vez que intentaba escalar en una de ellas, se derrumbaban, y si intentaba saltar, no llegaba a la orilla ya que ahora era mucho más pesado y su fuerza ya no era suficiente. Ante eso, el orco intento gritar por ayuda. Pero ya estaba preparado para eso. 

Con la magia que me quedaba, alejé todos los gases alrededor suyo, provocando que comenzará a ahogarse y que las ondas sonoras de sus gritos no se pudieran propagar, pues había creado un vacío y no había ningún medio en el cual pudieran moverse. Con el tiempo, el orco se debilitó y antes de que pudiera activar su estado de Furia, cayó por falta de oxígeno. O eso creía, pues la verdad no sabía si los orcos también respiraban eso o algún otro gas.

De cualquier forma, había logrado cazar a un orcos sin destrozarle el corazón, así que solo quedaba arrancárselo y volver a la cabaña de Orien antes de que Gonzalo y sus compañeros comenzaran a perseguirme de nuevo. 

Bajé al lado del cuerpo del orco y comencé a extirparlo. Contrario a lo que esperaba, una vez el orco moría, su piel se tornaba blanda y perdía su increíble dureza, lo que me hizo pensar que también usaban alguna clase de magia de refuerzo corporal y podía imitarla para mejorar mi hechizo. Una vez obtuve el corazón, del tamaño de una cabeza humana, lo guarde dentro de un frasco especial. 

Parecía ser de vidrio, porque era transparente, pero si lo fuera hacía tiempo que ya se hubiera roto. Por esa razón, los aventureros llevaban este tipo de frascos para guardar los órganos y otras partes de las criaturas que necesitaran un mayor cuidado.

Aparte del corazón, también me lleve algunos cartílagos, que quería probar de usar en mi ballesta, y unos huesos, que tenían unas increíbles cualidades si podían aguantar el peso de los orcos. 

Una vez empaquete todo, salí del agujero y, después de revisar si había alguien más alrededor, me fui del bosque de los orcos. Ni siquiera intenté volver al segundo agujero, pues existía la probabilidad de que ya hubieran salido del agujero y me estuvieran buscando. Lo mejor era irse cuanto antes, al fin y al cabo ya tenía lo que quería.

Una vez llegué a la zona de los goblins, desactivé la magia de refuerzo corporal. Ya había usado la mayor parte de la resistencia de mis canales de mana y si los seguía usando, existía la posibilidad de desmayarme antes de salir de las zonas de peligro.

Por esa razón, solo logré llegar a la cabaña de Orien en la noche. Tuve que disculparme y recibir un pequeño castigo por incumplir mi promesa de llegar a mediodía, pero había valido la pena. El corazón ya estaba escondido, solo quedaba llevárselo a Orizon.

Viviré su vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora