Parte 43: Emboscados

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No tuvo que pasar mucho tiempo antes de que me diera cuenta porque este bosque era más peligroso que la pradera. Al contrario del bosque al cual estaba acostumbrado, este era mucho más denso y por ende, era difícil ver cosas en su interior, solo unos cuantos metros desde los lados del camino.

La cantidad de árboles, que tenían una gran cantidad de follaje, provocaba que las profundidades del bosque se oscurecieran mucho, hasta el punto en que parecía que el bosque seguía un ritmo temporal diferente al de la pradera. 

Desde el momento en que entramos, la atmósfera cambió súbitamente. Si bien en la pradera también reinaba el silencio, solamente interrumpido por las ruedas de los carros y las pezuñas de los caballos, al menos teníamos el sonido del viento y la compañía del sol. Pero aquí, el viento había dejado de correr de la misma forma y, si bien veíamos el sol de cuando en cuando, la mayor parte del tiempo solo nos llegaban restos de su luz que lograba atravesar la barrera hecha por las hojas. Además, de que ahora había más sonidos.

De vez en cuando, se escuchaba algún pájaro cantar o el sonido que provocaba algún animal al desplazarse a través de arbustos y ramas. Lo que realmente provocaba que se te pusiera la piel de gallina era el hecho de no poder encontrar nada con la mirada cuando intentabas buscar que había provocado el ruido. Por culpa de eso, todos nos encontrábamos en un estado de estrés. O al menos, gran parte de los aventureros, porque por lo que pude notar, los soldados ya parecían haberse acostumbrado a pasar por lugares similares y solamente se habían puesto más alerta.

Por mi parte, después de haber estado haciendo algunas arriesgadas pruebas durante el viaje, me di cuenta de que ninguno de los presentes tenía la capacidad de notar el cambio de flujo de mana de los alrededores. Había estado moviendo un poco el mana, cada vez a distancias más alejadas, para ver si alguien reaccionaba. Pero al no ver ningún cambió, llegué a la conclusión de que no debería haber ningún problema si utilizaba el refuerzo corporal para aumentar mis sentidos y el radar mágico. Este último, decidí que tenía que mejorarlo, porque me di cuenta de que no era muy efectivo para detectar criaturas no mágicas. Hasta ahora, solo había logrado captar algunos animales, pero era imposible identificarlos solo con la información que me llegaba.

Debido a eso, decidí que en lugar de enviar el mana directamente y que regresara una vez rebotara, podía ser más útil enviar pulsaciones o ondas y a partir de ellas intentar formar una imagen, como si fuera un radar. Fui intentando llevar a cabo mi idea, pero comprendí al instante que sería más difícil de lo que pensaba. Una cosa era enviar mana para que rebotara y lograr "sentir" algo, y otra muy diferente era enviar mana con tal de formar una imagen una vez regresara. Quizás era solo una cosa que tenía que ir practicando o quizás era que faltaba crear un mejor procedimiento, pero teniendo en cuanta que no tenía nada que hacer, seguí probando con diferentes cosas.

Y así fue como el sol comenzó su descenso y la oscuridad comenzó a brotar por el bosque. Si antes ya daba mala espina, con el llegar de la noche la visibilidad empeoraba mucho, lo que provocó que tuviéramos que detenernos horas antes a las que estábamos acostumbrados porque era peligroso seguir con poca luz y encender antorchas en un bosque con criaturas mágicas podía ser más peligroso que útil.

Por eso, se nos aviso que detendríamos la caravana en el camino y que deberíamos dormir dentro del carro. Tendríamos que hacer turnos por la noche, donde dos personas se quedarían haciendo guardia, una en el frente y otra por la retaguardia, y con la ayuda de unos faroles de mano, que solo llegaban a iluminar hasta la primera fila de árboles ubicados en los lados del camino. Todo eso acompañados por los ruidos de las criaturas, que parecían que se habían vuelto más ruidosas una vez llegaba la noche y no parábamos de oír aullidos a lo lejos.

La parte más difícil de la primera noche fue intentar dormir. Aún y así, la noche paso sin ningún problema y comenzamos a movernos a la primera luz de la mañana. 

De esa manera comenzó nuestro segundo día en el bosque, que continuó de una forma parecida al anterior, solo que esta vez logramos ver una pequeña manada de seres que parecían venados, pero todos tenían bañas en forma de pequeños cuernos. Supuse que era su forma de adaptarse a la vida de este bosque, donde moverse con cuernos grandes sería un gran problema.

Pero antes de que tuviéramos más tiempo para admirarlos, comenzaron a correr hacia el bosque de nuevo. Y así fueron pasaron los días, viendo de vez en cuando alguna criatura entre el follaje o encontrado rastros de goblins y lobos, pero sin encontrarnos ninguno de los dos. Si bien eso era una buena noticia para nosotros, los aventureros, esta era una situación que ponía nerviosos a los soldados. Al parecer, lo común era ser atacado de vez en cuando por alguna de esas criaturas durante el viaje, aunque solo sea un individuo haciendo exploraciones. Pero hasta ahora solo huellas habíamos encontrado, siendo lo siguiente más destacable el hecho de que los aullidos que oíamos en la noche parecían que se iban acercando cada vez más.

Todo eso daba mal augurio, que para nuestra pena se acabó cumpliendo. En el que se suponía que iba a ser nuestro último día dentro del bosque, sufrimos una emboscada. Ya nos habíamos estado preparando para una situación similar, por lo que no debería de haber ningún problema. El problema fue que entre aquellos que nos emboscaban se encontraban tanto goblins como lobos del bosque, que por alguna ya se presentaban cansados y furiosos, como si hubieran estado persiguiendo algo y por fin lo habían encontrado. 

Lo que nos hizo sospechar que algo raro estaba pasando, sospecha que se confirmo cuando empezaron a caer flechas sobre nosotros.

Viviré su vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora