Parte 44: Defendiendo los bienes

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Desde el momento en que comenzaron a aparecer las criaturas, activé mi refuerzo corporal y el radar mágico. Si no fuera por este último, probablemente habría resultado herido o directamente habría muerto cuando lanzaron las flechas. Pero gracias a él, me di cuenta de que había personas en el bosque apuntándonos con arcos, por lo que tuve tiempo de esconderme dentro del carro para evitar ser golpeado por las flechas. Pero los demás no tuvieron la misma oportunidad.

Como aventureros con experiencia, una vez vieron aparecer a las criaturas, salieron rápidamente del carro para defenderlo. Si bien esa era la mejor decisión posible ante un ataque de un grupo de monstruos, esta vez también nos esperaban entre los árboles el ataque sorpresa de arqueros desconocidos. Debido a eso, la mayoría fue atrapada con la guardia baja, por lo que gran parte de ellos recibieron heridas leves mientras que otros resultaron gravemente heridos.

Pero nosotros no fuimos lo que sufrimos más. Como si tuvieran la intención de confirmar nuestras sospechas de que todo esto era un ataque provocado con un objetivo, la mayoría de las flechas se dirigieron al carruaje del centro, donde viajaba Guillermo, el líder de la caravana. Las flechas fueron lanzadas desde los dos lados del camino y teniendo en cuenta que los soldados que se concentraban en ese lugar no tenían un lugar donde esconderse, fueron los que sufrieron más daño. Aunque llevaran armaduras de más alta calidad que las nuestras, no los volvía totalmente inmunes a las flechas. Y sus caballos mucho menos.

Terminada la lluvia de flechas, que no duro más de unos segundos, el desastre que había provocado se hizo evidente. Nosotros, los aventureros, no tuvimos tiempo de recuperarnos cuando los lobos y goblins comenzaron a atacarnos sin piedad. Eso no sería un problema grave si no fuera porque en ese momento, los bandidos que nos habían atacado con flechas comenzaron a salir de sus escondrijos. 

Eran hombres con armaduras ligeras de cuero, algunos con espadas cortas y otros con hachas, y todos llevaban un arco corto. No llevaban ningún emblema que permitiera identificarlos y, como cabría esperar, sus caras estaban cubiertas. Recién aparecieron, comenzaron a atacar a los soldados. Esto fue lo que nos causo problemas.

Fuimos contratados para defender los bienes que transportaba la caravana, es decir, el segundo y el último carruaje. Era obvio que esos hombres venían con intención de dañar o robar estos bienes, por lo que en teoría deberíamos dar prioridad a ellos en vez que a las criaturas. Si los soldados no hubieran sido heridos, podríamos dejar que lucharan solos contra ellos, ya que los bandidos eran menos en número, aproximadamente solo la mitad de ellos. Pero ahora se encontraban heridos y era difícil saber si podrían con ellos solos o necesitarían nuestra ayuda. Pero en ese momento de duda, se oyó un grito.

- ¡Qué hacéis allí parados! ¡Comenzar a luchar contra las criaturas mágicas y lograd abrir un camino para los carruajes! ¡Nosotros nos encargaremos de estos idiotas, no subestimen a los soldados de Horizon!- gritó el soldado que se encontraba al lado de Guillermo al inicio del viaje. No parecía haber sufrido demasiado por las flechas, aunque tenía una clavada en su armadura. 

Viendo que los soldados comenzaban a defender los carruajes, nos concentramos en llevar a cabo la misión que se nos había encomendado. Algunos de los aventureros ya se encontraban en ello, por lo que los que todavía estábamos dentro del carruaje salimos en su ayuda.

 En lugar de usar directamente mi arco, decidí que era mejor comenzar a luchar con mis dagas. No quería herir por error a uno de mis compañeros y, además, prefería guardar las flechas para luchar contra seres más problemáticos que unos goblins y lobos. En el peor de los casos, las flechas podrían servirme para defenderme mientras intentara escapar.

Tomada mi decisión, me dirigí directamente contra ellos. Los aventureros se habían en una formación que imitaba a una flecha: en la punta de la formación se encontraban los aventureros más hábiles con la espada, intentando abrir camino entre los monstruos para que la caravana pudiera avanzar. A los lados, los aventureros especializados en defender se encargaban de evitar que los lobos y goblins se acercaran más, apoyados de aventureros con lanzas o otras armas de de ese tipo. En los extremos, se encontraban otros aventureros que detenían a cualquier criatura que quisiera acercarse por esos puntos. Mientras tantos, los demás aventureros daban apoyo con sus arcos, mientras que algunos de ellos se defendían el carruaje por si algún monstruo pasaba las defensas.

Para ser una formación planeada al momento, parecía estar funcionando bastante bien. Viendo que la linea frontal aguantaba bien, me dirigí hacia el extremo izquierdo, donde parecían tener dificultades porque solo había un aventurero atacando en ese lado. La primera victima que logré fue un goblin que estaba intentando atacar al compañero, por lo que aprovechando su falta de atención logré acabarlo de un golpe. 

Seguido de eso, fui atacado por un lobo del bosque. Era la primera vez que me enfrentaba a uno de su tipo desde que recobré la consciencia en este mundo, por lo que no estaba seguro de si mis experiencias anteriores servirían o no. Por eso, me aparte a un lado para esquivar su salto y aproveche el momento para abrirle una herida en el lado con mi daga derecha. Con eso, descubrí que su pelaje solo era un poco más resistente a como lo recordaba y que sus reflejos parecían ser similares. 

Una vez aterrizo de nuevo, rencoroso por el corte que le provoqué, se giró para darme un zarpazo, que decidí bloquear con mi daga izquierda en lugar de esquivarlo. Y efectivamente, como había supuesto, su fuerza era similar a como recodaba. Lo que habría provocado que hubiera quedado desarmado si no fuera porque estaba usando el refuerzo corporal. Ante lo cual, una vez evitado el daño, hice un esprint en su dirección y logré acabar con él antes de que pudiera intentar morderme, atravesándole el cráneo con una de mis dagas.

Habiendo confirmado la fuerza de mis presas, comencé la caza.


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